Claves para entender a los Maestros

31 marzo 2020

Nilo Procópio Peçanha


Nilo Procópio Peçanha
3 de octubre de 1867 - 31 de marzo de 1924
Campos dos Goytacazes, Río de Janeiro - Río de Janeiro

Político y abogado brasileño fue Presidente del Estado de Río de Janeiro (1903-1906).


Fue electo vicepresidente de Brasil en 1906, en 1909 asumió la presidencia de Brasil tras la muerte del presidente anterior Afonso Augusto Moreira Pena. Fue, tal vez, el único mulato presidente de Brasil.


Durante el corto periodo de gobierno de Nilo Peçanha, hubo una intensa disputa por la presidencia entre los candidatos Hermes da Fonseca, sobrino del ex-presidente Deodoro da Fonseca, y Rui Barbosa. Políticos del estado de São Paulo y de Minas Gerais, antes aliados, ahora apoyaban candidatos diferentes. São Paulo y Bahia apoyaban Rui Barbosa, mientras Minas Gerais y Rio Grande do Sul apoyaban Hermes. Nilo Peçanha enfrentó el agravamiento de las tensiones entre las oligarquías políticas "paulista" y "mineira".


Se habla de que en 1919 el entonces Gran Maestre, el Hermano Nilo Peçanha iniciado en la Logia Ganganelli do Rio, el 11 de octubre de 1901, tomo posesión el 21 de julio de 1917, como Gran Maestre del GOB.

29 marzo 2020

Disidencia


Disidencia en la Gran Logia de Inglaterra
29 de marzo de 1779

Sello de la Gran Logia de los Antiguos.

En 1761 la antigua Logia de York, toma el camino de constituirse como la Gran Logia de toda Inglaterra, teniendo una existencia de unos treinta años. En el lapso del mismo eligió sus Grandes Maestros, tendrá trece logias subordinadas, como también su propio Real Arco y del Caballero Templario.



Dara autoridad a la cuarta Gran Logia. La Gran Logia al Sur del Río Trent es un grupo disidente de la Antigüedad Inmemorial que, después de una disputa con la Gran Logia premier en 1778, solicitó a York una Orden como Gran Logia y tuvo una existencia separada, con tres Logias, en Londres hasta que pidieron el perdón de la Gran Logia y una vez más se convirtió en parte de la Logia de la Antigüedad en 1788.
El 29 de marzo de 1779 William Preston y los miembros de la Logia Antiquity Nº 2 fundan la Gran logia de Inglaterra del Sur del Río Trent (que integrará la Gran Logia de Inglaterra en 1789).
 
William Preston




28 marzo 2020

JULES FERRY: LAICIDAD


LAICIDAD
El principio de laicidad es un elemento constituyente del sistema educativo francés desde finales del siglo XIX. La enseñanza pública es laica desde la ley Jules Ferry del 28 de marzo de 1882.

Iniciado francmasón el 8 de julio de 1875, en la Logia La Clémente Amitié del Gran Oriente de Francia.

LAS LEYES FUNDAMENTALES DE JULES FERRY

1.       Ley del 8 de marzo de 1880 (Enseñanza Superior): Prohíbe a los establecimientos libres el título de universidad.
2.       Ley del 21 de diciembre 1880 (Enseñanza Secundaria): Reforma de los programas de 1880 y se fundan escuelas abiertas para mujeres.
3.       Ley del 9 de agosto de 1879 (Enseñanza Primaria): Instituye en cada provincia una escuela normal para mujeres.
4.       Ley del 1º de junio de 1878 y del 20 de marzo de 1883: Facilitan la construcción de las casas escuelas.
5.       Ley del 16 de junio de 1881 (Gratuidad total): Constituye la enseñanza primaria en servicio público.
6.       Ley del 28 de marzo de 1882: Obligatoriedad impuesta al padre de familia a enviar a sus hijos a la escuela a partir de los 7 hasta los 13 años.
7.       Ley de 1882: Laicidad de los locales.
8.       Ley de 1886: Laicidad del personal.


Documento
Julio Ferry
Carta Circular
Dirigida por el Señor Ministro de Instrucción pública a los maestros,
sobre la enseñanza moral y cívica
París, 17 de noviembre de 1883
Señor Maestro,
El año escolar que se acaba de abrir será el segundo de aplicación de la ley de 28 de marzo de 1882. No quiero que empiece sin dirigiros personalmente algunas recomendaciones que espero no os parecerán superfluas después del primer año de experiencia que acabáis de pasar con el régimen nuevo. De las diversas obligaciones que éste os impone, la que seguramente os llega más al corazón, la que os produce el mayor aumento de trabajo y de preocupación es la misión que se os ha confiado de dar a vuestros alumnos la educación moral y la instrucción cívica; no os sabrá mal que responda a vuestras preocupaciones tratando de fijar bien el carácter y el objeto de esta nueva enseñanza, y para lograrlo mejor me permitiréis que me ponga por un instante en vuestro lugar para mostraros, con ejemplos tomados de los mismos pormenores de vuestras funciones, cómo podéis cumplir en este sentido vuestro deber y nada más que vuestro deber.

La ley de 28 de marzo se caracteriza por dos disposiciones que se completan sin contradecirse: de una parte, deja fuera del programa obligatorio la enseñanza de todo dogma particular; de otra, sitúa en el primer lugar la enseñanza moral y cívica. La instrucción religiosa pertenece a las familias y a la iglesia; la instrucción moral a la escuela.

El legislador no ha pretendido, pues, hacer una obra puramente negativa. Sin duda tuvo como primer propósito separar la escuela de la iglesia, asegurar la libertad de conciencia de los maestros y de los alumnos, en suma, diferenciar dos dominios demasiado tiempo confundidos, el de las creencias que son personales, libres y variables, y el de los conocimientos que son comunes e indispensables a todos. Pero hay otra cosa en la ley de 28 de marzo: afirma la voluntad de fundar entre nosotros una educación nacional y de fundarla en nociones de deber y de derecho que el legislador no vacila en registrar entre el número de las primeras verdades que nadie puede ignorar.

Para esta parte capital de la educación, es con vos, Señor, con quien han contado los poderes públicos. Al eximiros de la enseñanza religiosa no se ha pensado en descargaros de la enseñanza moral: eso os hubiera quitado lo que constituye la dignidad de vuestra profesión. Por el contrario, ha parecido absolutamente natural que el maestro, al mismo tiempo que enseña a escribir y a leer a los niños, les enseñe también esas reglas elementales de la vida moral que no son menos universalmente aceptadas que las del lenguaje y del cálculo.

Al encomendaros tales funciones, ¿se ha equivocado el Parlamento? ¿Ha confiado demasiado en vuestras fuerzas, en vuestra buena voluntad, en vuestra competencia? Seguramente hubiera merecido este reproche si hubiese pensado en encargar de golpe a ochenta mil maestros y maestras una especie de curso ex professo sobre los principios, los orígenes y los fines últimos de la moral.
¿Pero quién ha concebido nunca nada semejante? Al día siguiente mismo de la votación de la ley, el Consejo superior de instrucción pública se ha esforzado en explicaros lo que esperaba de vosotros, y lo ha hecho en términos que desafían todo equívoco. Encontraréis aquí adjunto un ejemplar de los programas que ha aprobado y que son para vosotros el más valioso comentario de la ley; no dejaré de recomendaros bastante que los releáis y que os inspiréis en ellos.
Encontraréis allí la respuesta a las dos críticas opuestas que llegan a vosotros.
Unos os dicen: Vuestra misión de educador moral es imposible de cumplir.
Otros afirman: Ella es banal e insignificante. Esto es colocar el fin o demasiado alto o demasiado bajo. Dejadme explicaros que la misión no está ni por encima de vuestras fuerzas, ni por debajo de vuestra estimación, que ella es muy limitada y sin embargo de una importancia muy grande, extremadamente sencilla, pero extremadamente difícil.

He dicho que vuestro papel en materia de educación moral es muy limitado.
No tenéis que enseñar hablando con propiedad nada nuevo, nada que no os sea familiar como a todas las personas honestas. Y cuando se os hable de misión y de apostolado, no os dejéis engañar: no sois los apóstoles de un nuevo evangelio; el legislador no ha querido hacer de vos ni un filósofo, ni un teólogo improvisado. No os pide nada que no se pueda pedir a todo hombre de corazón y de sentido. Es imposible que veáis cada día a todos esos niños que se agrupan en derredor vuestro, escuchando vuestras lecciones, observando vuestra conducta, inspirándose en vuestros ejemplos, a la edad en que el espíritu se despierta, en que el corazón se abre, en que la memoria se enriquece, sin que os asalte la idea de aprovechar esta docilidad, esta confianza, para transmitirles, con los conocimientos escolares propiamente dichos, los principios mismos de la moral, entendiendo por ella simplemente esta buena y antigua moral que hemos recibido de nuestros padres y que todos nos honramos en seguir en las relaciones de la vida sin tomarnos el trabajo de discutir sus bases filosóficas.

Vos sois el auxiliar y en cierto sentido el suplente de los padres de familia; hablad, pues, a su hijo como quisierais que se hablase al vuestro; con fuerza y autoridad, siempre que se trate de una verdad indiscutible, de un precepto de la moral común; con la mayor reserva, en cuanto corráis el riesgo de herir un sentimiento religioso del cual no sois juez.

Si a veces os embarga la duda de saber hasta dónde os es permitido ir en vuestra enseñanza moral, he aquí una regla práctica a la que podéis ateneros: antes de proponer a vuestros alumnos un precepto, una máxima cualquiera, preguntaos si se encuentra, al alcance de vuestro conocimiento, un solo hombre honrado que pueda sentirse ofendido por lo que vais a decir. Preguntaos si un padre de familia, digo uno sólo, presente en vuestra clase y que os escuche, podría de buena fe negar su asentimiento a lo que os oiga decir. Si sí, absteneos de decirlo; si no, hablad resueltamente, pues lo que vais a comunicar al niño, no es vuestra propia sabiduría, es la sabiduría del género humano, es una de estas ideas de orden universal que varios siglos de civilización han hecho entrar en el patrimonio de la humanidad. Por estrecho que os parezca, tal vez, un círculo de acción así trazado, haceos un deber de honor de no salir jamás de él, permaneced más acá de este límite antes que exponeros a franquearlo: no tocaréis jamás con demasiado escrúpulo esta cosa delicada y sagrada, que es la conciencia del niño.

Pero una vez que así os hayáis encerrado lealmente en la humilde y segura región de la moral usual, ¿qué se os pide? ¿Discursos? ¿Sabías disertaciones?
¿Exposiciones brillantes, una docta enseñanza? No, la familia y la sociedad os piden que las ayudéis a educar bien a sus hijos, a hacer de ellos personas honradas. Es decir, que ellas no esperan de vos palabras, sino actos, no una enseñanza más inscrita en el programa, sino un servicio decididamente práctico que podéis prestar al país más incluso como hombre que como profesor.

No se trata aquí de una serie de verdades a demostrar sino, lo que no es menos trabajoso, de una larga serie de influencias morales a ejercer sobre jóvenes seres, a fuerza de paciencia, de firmeza, de dulzura, de elevación en el carácter y de poder de persuasión. Se ha contado con vos para enseñarles a vivir bien por la manera misma como vivís con ellos y ante ellos. Se ha osado pretender de vos que de aquí a algunas generaciones las costumbres y las ideas de las poblaciones en medio de las cuales hayáis ejercido atestigüen los buenos efectos de vuestras lecciones de moral. Será en la historia un honor particular para nuestro cuerpo docente haber merecido inspirar a las Cámaras francesas esta opinión, que hay en cada maestro, en cada maestra, un auxiliar natural del progreso moral y social, una persona cuya influencia no puede dejar en algún modo de elevar en torno a ella el nivel de las costumbres. Este papel es demasiado hermoso para que sintáis la necesidad de agrandarlo. Otros se encargarán más tarde de acabar la obra que bosquejáis en el niño y de añadir a la enseñanza primaria de la moral un complemento de cultura filosófica o religiosa.

En lo que os concierne, limitaros al oficio que la sociedad os asigna y que tiene también su nobleza: poner en el alma de los niños los primeros y sólidos fundamentos de la simple moralidad.

En tal obra, vos lo sabéis, Señor, no es con dificultades de teoría y de alta especulación con las que tenéis que mediros; es con defectos, vicios, groseros prejuicios. No se trata de condenar estos prejuicios —¿no los condena ya todo el mundo?— sino de hacerlos desaparecer por una sucesión de pequeñas victorias oscuramente logradas. Así, pues, no basta, con que vuestros alumnos hayan comprendido y retenido vuestras lecciones, es necesario sobre todo que su carácter se modifique con ellas: no es en la escuela, es sobre todo fuera de la escuela como se podrá juzgar lo que ha valido vuestra enseñanza.

Por lo demás, ¿queréis juzgarla vos mismo desde ahora y ver si vuestra enseñanza está bien comprometida en este sentido, el único bueno?: indagad si ya ha conducido a vuestros alumnos a algunas reformas prácticas. Les habéis hablado, por ejemplo, del respeto debido a la ley: si esta lección no les impide, al salir de la escuela, cometer un fraude, un acto, por leve que sea, de contrabando o de caza furtiva, no habréis hecho nada todavía; la lección de moral ha fracasado.

O bien les habéis explicado lo que es la justicia y la verdad: ¿están lo bastante profundamente penetrados de ellas para preferir declarar una falta antes que disimularla con una mentira, para negarse a una indelicadeza o a una injusticia en su favor?

Habéis combatido el egoísmo y elogiado la abnegación: ¿han abandonado, momentos después, a un camarada en peligro para no pensar más que en ellos mismos? Vuestra lección tiene que volver a comenzar.

Y que estas recaídas no os descorazonen. No es obra de un día formar o reformar un alma libre. Indudablemente son necesarias muchas lecciones, lecturas, máximas escritas, copiadas, leídas y releídas; pero son necesarios, sobre todo, ejercicios prácticos, esfuerzos, actos, hábitos. Los niños tienen que hacer en moral un aprendizaje, exactamente igual que en lectura o en cálculo. El niño que sabe reconocer y reunir letras no sabe todavía leer; el que sabe trazarlas una tras otra no sabe escribir. ¿Qué le falta al uno y al otro? La práctica, el hábito, la facilidad, la rapidez y la seguridad de la ejecución. Asimismo, el niño que repite los primeros preceptos de la moral no sabe aún conducirse: es necesario que se ejercite aplicándolos corrientemente, ordinariamente, casi por instinto; solamente entonces habrá pasado la moral de su espíritu a su corazón y de ahí pasará a la vida; no podrá olvidarla nunca.

De este carácter enteramente práctico de la educación moral en la escuela primaria, me parece fácil obtener las reglas que deben guiaros en la elección de vuestros medios de enseñanza.

Un solo método os permitirá obtener los resultados que deseamos. Es el que el Consejo Superior os ha recomendado: pocas fórmulas, pocas abstracciones, muchos ejemplos y sobre todo ejemplos tomados de la vida real. Estas lecciones exigen otro tono, otra actitud que todo el resto del curso, no sé qué de más personal, de más íntima, de más grave. No es el libro el que habla, no es tampoco el funcionario, es, por decirlo así, el padre de familia en toda la sinceridad de su convicción y de su sentimiento.

¿Quiere esto decir que se os pueda pedir que os mantengáis en una especie de improvisación perpetua sin alimento y sin apoyo exterior? Nadie ha pensado en ello, y muy lejos de carecer de apoyo, los medios externos que se os han ofrecido no pueden turbaros más que por su riqueza y su diversidad. Filósofos y publicistas, algunos de los cuales se cuentan entre los más autorizados de nuestro tiempo y de nuestro país, han considerado como un honor hacerse colaboradores vuestros, han puesto a vuestra disposición lo que su doctrina tiene de más puro y más elevado. Desde hace algunos meses, vemos aumentar casi de semana en semana el número de los manuales de instrucción moral y cívica. Nada prueba mejor el valor que la opinión pública concede al establecimiento de una intensa cultura moral por la escuela primaria. La enseñanza laica de la moral no es, pues, considerada ni imposible, ni inútil, ya que la medida decretada por el legislador ha despertado en seguida un eco tan poderoso en el país.

Aquí es, sin embargo, donde importa distinguir más de cerca entre lo esencial y lo accesorio, entre la enseñanza moral que es obligatoria y los medios de enseñanza que no lo son. Si algunas personas poco al corriente de la pedagogía moderna han podido creer que nuestros libros escolares de instrucción moral y cívica iban a ser una especie de catecismo nuevo, constituye ello un error que ni vos, ni vuestros colegas, ha podido cometer. Sabéis demasiado bien que bajo el régimen de libre examen y de libre concurrencia que es el derecho común en materia de bibliografía clásica, ningún libro os es impuesto por la autoridad universitaria. Como todas las obras que empleáis, y más aún que todas las demás, el libro de moral es en vuestras manos un auxiliar y nada más, un instrumento del que os servís sin ser serviles respecto a él.

Las familias se formarían un juicio equivocado sobre el carácter de vuestra enseñanza moral si pudieran creer que consiste sobre todo en el uso exclusivo de un libro por más excelente que sea. Es a vos a quien os toca poner la moral al alcance de todas las inteligencias, aun de aquellas que no tuvieran para seguir vuestras lecciones el auxilio de ningún manual; y éste será el caso desde luego en el curso elemental. Con niños pequeños que no hacen más que empezar a leer, un manual especial de moral y de instrucción cívica sería manifiestamente inútil. En este primer grado, el Consejo superior os recomienda, con preferencia al estudio prematuro de un tratado cualquiera, esas charlas familiares en la forma, sustanciales en el fondo, esas explicaciones seguidas de lecturas y de lecciones diversas, esos mil pretextos que os ofrecen la clase y la vida de todos los días para ejercitar el sentido moral del niño.

En el curso medio, el manual no es otra cosa que un libro de lecturas que se agrega a los que ya poseíais. Incluso aquí, el Consejo, lejos de prescribiros un encadenamiento riguroso de doctrinas, ha querido dejaros en libertad para variar vuestros procedimientos de enseñanza: el libro no interviene más que para proporcionaros una selección ya hecha de buenos ejemplos, de sabias máximas y de relatos que ponen la moral en acción.

Por último, en el curso superior, el libro se convierte sobre todo en un medio útil de revisar, de fijar y de coordinar; es como la recopilación metódica de las principales ideas que deben grabarse en el espíritu del muchacho.

Pero, como veis, en estos tres grados lo que importa no es la acción del libro, es la vuestra. No convendría que el libro viniese de algún modo a interponerse entre vuestros alumnos y vos, a enfriar vuestra palabra, a embotar la impresión sobre el alma de los alumnos, a reduciros al papel de simple repetidor de la moral. El libro está hecho para vos, y no vos para el libro. Es vuestro consejero y vuestro guía; pero sois vos quien debéis ser el guía y el consejero por excelencia de vuestros alumnos.

Para daros todos los medios de nutrir vuestra enseñanza personal con la sustancia de las mejores obras, sin que el azar de las circunstancias os encadene exclusivamente a tal o cual manual, os envío la lista completa de los tratados de instrucción moral y de instrucción cívica que han sido adaptados este año por los maestros en los diversos distritos universitarios; la biblioteca pedagógica de la capital del partido los recibirá del ministerio, si no los posee ya, y los pondrá a vuestra disposición. Una vez hecho este examen, quedáis en libertad, bien de tomar una de estas obras para hacer de ella uno de los libros de lectura habitual de la clase; o bien de utilizar varias conjuntamente, tomadas todas, bien entendido, de la lista general adjunta; incluso podéis reservaros el escoger vos mismo, en diferentes autores, extractos destinados a ser leídos, dictados, aprendidos. Es justo que gocéis en este respecto de tanta libertad como responsabilidad tenéis. Pero cualquiera que sea la solución que prefiráis, no lo repetiré bastante, haced siempre comprender que ponéis vuestro amor propio, o más bien vuestro honor, no en adoptar tal o cual libro, sino en hacer penetrar profundamente en las jóvenes generaciones la enseñanza práctica de las buenas reglas y de los buenos sentimientos.

Depende de vos, Señor, estoy convencido de ello, apresurar por vuestra manera de proceder el momento en que esta enseñanza será en todas partes no solamente aceptada, sino apreciada, honrada, amada, como merece serlo. Las mismas poblaciones cuyas inquietudes se ha tratado de excitar no resistirán mucho tiempo a la experiencia que se hará ante sus ojos. Cuando ellas os hayan visto manos a la obra, cuando reconozcan que no tenéis otro prejuicio que hacer a sus hijos más instruidos y mejores, cuando observen que vuestras lecciones de moral comienzan a producir efectos, que sus hijos sacan de vuestra clase mejores hábitos, maneras más dulces y más respetuosas, mayor rectitud, mayor obediencia, más gusto por el trabajo, más sumisión al deber, en suma, todos los signos de una incesante mejora moral, entonces la causa de la escuela laica se habrá ganado, el buen sentido del padre y el corazón de la madre no se engañarán, y éstos no tendrán necesidad de que se les enseñe lo que os deben en estima, confianza y gratitud.

He intentado daros, Señor, una idea lo más precisa posible de una parte de vuestra tarea que es, en ciertos aspectos, nueva, y que de todas es la más delicada; permitidme que añada que es también la que os dejará más íntimas y más duraderas satisfacciones. Quedaría satisfecho si hubiera contribuido con esta carta a mostraros toda la importancia que pone en esto el gobierno de la República, y si os hubiera decidido a redoblar los esfuerzos para preparar en nuestro país una generación de buenos ciudadanos.

Recibid, Señor Maestro, la expresión de mi consideración distinguida.
El Presidente del Consejo de Ministros,
Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes,
Julio Ferry

27 marzo 2020

Gran Logia de Maranhão


Gran Logia de Maranhão
27 de marzo de 1960




Dirección: 44 Corte 59 No. 23 – Bequimão Cep: 65062-400 - São Luis - MA Teléfono:
+55 68 3224 hasta 3422 Fax: +55 68 3223 a 7.819

26 marzo 2020

Robert Freke Gould



Robert Freke Gould
10 de Noviembre 1836 - 26 de marzo 1915

Fue un soldado, abogado y destacado masón historiador y masónico. Escribió una Historia de la masonería (3 vols.) (Londres: Thomas C. Jack, 1883-1887), que sigue siendo un trabajo de referencia estándar sobre el tema.


Gould era hijo del reverendo Robert Freke Gould, rector de Stoke. Pero en Somerset y hermano de la condesa de Strafford. El hermano menor de Thomas Wentworth Gould, Robert Freke Gould, nació en Ilfracombe en Devon y se unió al Ejército británico a los 18 años en 1855 como Alférez en el 86º Regimiento de los pies del Condado Real, luego como teniente en el 31º Regimiento de Foot (Huntingdonshire). Sirvió en Gibraltar, Malta, el Cabo de Buena Esperanza, India y China. Comandó una compañía durante la Segunda Guerra del Opio de 1860 y sirvió en el Estado Mayor del General Staveley durante la Rebelión de Taiping de 1862.

Al abandonar el ejército se calificó como abogado en 1868, trabajando principalmente en el Circuito Occidental. Gould se convirtió en Masón en 1855 cuando fue iniciado en Ramsgate en la Royal Navy Lodge, Nº 429, y fue Maestro de la Logia de Habitantes en Gibraltar en 1863, también de Meridian Lodge, Nº 743, una Logia Militar adjunta a su regimiento. Se dedicó a la literatura masónica y militar desde 1858 y al abandonar su carrera de Derecho en 1877 dedicó su vida a la escritura y la investigación. El 29 de julio de 1869 se casó con Louisa Maria Gough, la hija de George Gough.  Gould fue nombrado Maestro de la Logia Moira en 1874 y fue nombrado Gran Diácono Superior de la Gran Logia Unida de Inglaterra en 1880. Fue miembro de la Junta de Fines Generales (1876-83) y de la Junta Colonial (1876-79). 

Quatuor Coronati Lodge 
Junto con Charles Warren, William Harry Rylands, el reverendo Adolfo Frederick Alexander Woodford, Walter Besant, John Paul Rylands, el mayor Sisson Cooper Pratt, William James Hughan y George William Speth, fue uno de los fundadores de Quatuor Coronati Lodge en 1886. Insatisfechos con la forma en que se había expuesto la historia de la masonería en el pasado, fundaron la logia, obteniendo una orden judicial en 1884. Debido a la ausencia del primer maestro Sir Charles Warren en una misión diplomática en el sur de África, la logia fue no se inauguró formalmente hasta dos años después. Insistieron en utilizar un enfoque basado en la evidencia para el estudio de la historia masónica. Como tal, su enfoque era nuevo e inusual, y pretendían que los resultados deberían "reemplazar los escritos imaginativos de autores anteriores sobre la historia de la masonería". Esto comenzó lo que ahora se llama la "escuela auténtica" de la investigación masónica.  Gould fue el segundo maestro de la logia. 


En diciembre de 1913, Gould fue nombrado ex Gran Guardián en honor del Centenario de la Unión de las Grandes Logias de Inglaterra.

Gould murió en su casa en Kingsfield Green en Woking en Surrey a la edad de 78 años. A su muerte fue enterrado en el cementerio cercano de Brookwood. Dejó a una viuda, Louisa Maria Gould, quien a su muerte en 1929 a los 79 años fue enterrada con él.




Iniciado: 1854 - Royal Navy Lodge Nº. 429, Ramsgate
Afiliado: 1857 - Amistad Lodge, Gibraltar
Venerable Maestro: 1863 - Northern Lodge Nº. 570, China
Superior Gran Diácono: 1880 - Gran Logia Unida de Inglaterra.





25 marzo 2020

Compositores masones (XVI): Johann Nepomuk


Compositores masones (XVI)
                                           Johann Nepomuk   
14 de noviembre de 1778 – 17 de octubre de 1837
Pressburg - Weimar


Fue un virtuoso pianista, compositor, profesor y director austrohúngaro. Fue considerado como uno de los mejores compositores y pianistas de su época. En adición, fue alumno de Wolfgang Amadeus Mozart.


Nació el 14 de noviembre de 1778. Hummel era un niño prodigio, estando ya más avanzado a los tres años que muchos niños que le doblaban la edad. Según su padre Johannes, también músico y director, Hummel podía leer partituras a los cuatro años, tocar el violín y el piano a los cinco, y cantar con perfecta entonación. En 1786, a la edad de ocho años, la familia se mudó a Viena, donde Johann llegó a ser director del Theater auf der Wieden, conocido también como Freihaus.


Hummel avanzó rápidamente en el piano, convirtiéndose en el alumno de Mozart en 1786. Mozart quedó tan impresionado por el talento del joven que decidió enseñarle sin cobrarle los cargos; además, como se hacía frecuentemente en la época, Hummel vivió con los Mozart durante su época de aprendiz. Durante su estancia, Hummel tuvo la oportunidad de conocer, o al menos observar, a los distinguidos invitados que solían visitar la casa de Mozart, entre los cuales estaba Lorenzo da Ponte y Haydn, quien a veces iba a leer los cuartetos de cuerda, con Mozart tocando la viola, Johann Baptist Wanhal el chelo y Carl Ditters von Dittersdorf el segundo violín.

En 1788, Mozart tuvo que dejar de darle clases y recomendó a Hummel y a su padre que se fueran de gira para hacerse conocer en el mundo de la música, como Mozart había hecho décadas antes con su propio padre. Siguiendo su consejo, en diciembre de 1788 Johannes y su hijo empezaron una gira que duró cinco años, durante los cuales visitaron Brno, Praga, Dresde, Berlín, Magdeburgo, Gottinga, Brunswick, Kassel, Weissenstein, Hanover, Celle, Hamburgo, Kiel, Rendsburg, Flensburg, Lübeck, Schleswig,   Copenhague, Odense, las Islas Británicas, los Países Bajos, Colonia, Bonn, Maguncia, Fráncfort del Meno y Linz.

En la primavera de 1790, Hummel y su padre llegaron a Edimburgo, donde el hijo causó una gran impresión como intérprete y tuvo la oportunidad de aprender inglés. Se establecieron en esta ciudad durante tres meses, durante los cuales padre e hijo se dedicaron ambos a dar clases. Después siguieron dando conciertos hacia el sur, pasando por Durham y Cambridge, hasta llegar a Londres en otoño, donde pudo conocer a Haydn, ya no como joven alumno de Mozart, sino como eminente pianista y compositor.

Su gira tenía que seguir hacia Francia y España, pero debido a la Revolución francesa tuvieron que cancelarla para regresar a Viena, a través de los Países Bajos. Tocó durante dos meses cada domingo en el palacio del Príncipe de Orange en La Haya, hasta que el avance de las tropas francesas los forzó a ir hasta Linz. Allí se encontraron con el resto de la familia y a principios de 1793 volvieron todos a Viena.
La siguiente década fue para Hummel una larga década de estudio, composición y enseñanza, aunque también hizo algunos recitales públicos. Tuvo a Johann Georg Albrechtsberger y a Antonio Salieri de maestros, que le enseñaron contrapunto y composición vocal, estética y filosofía de la música, respectivamente. Asimismo restableció sus conexiones con Haydn, que había regresado a Viena después de su segundo viaje a Londres. Se dice que este último le dio clases de órgano y le advirtió que tocar demasiado el órgano podía hacer que sus manos se volvieran demasiado pesadas para el fortepiano.

Durante estos años, Hummel pasó por un período con muchos problemas económicos, por lo cual daba nueve o diez clases por día y componía hasta altas horas de la noche, pero al mismo tiempo ganó un gran círculo de seguidores. La aparición de Beethoven en Viena fue un golpe duro para la autoestima de Hummel, y aunque sus seguidores tuvieron disputas constantes, los dos empezaron una larga y, al mismo tiempo, tempestuosa amistad.

En 1804, Hummel firmó un contrato como Konzertmeister del Príncipe Nikolaus Esterházy en Eisenstadt, aunque se cree que empezó a trabajar para él mucho antes, puesto que en 1803 ya hay registros de que recibió dinero y alojamiento gratuito en Eisenstadt, y es probable que su famoso concierto para trompeta en mi mayor fuera escrito y estrenado en la fiesta de año nuevo que se celebró en el palacio Esterházy el 1 de enero de 1804.

Aunque algunos estuvieron resentidos con la llegada de Hummel a Eisenstadt, ya que sucedía al venerado Haydn, el Príncipe estaba completamente satisfecho con su nuevo Konzertmeister (concertino), a quien había contratado principalmente para componer y dirigir música sacra para su coro y orquesta y también escribir música teatral. Si bien Hummel tenía una experiencia limitada en estos ámbitos, fue productivo y tuvo éxito; toda su música sacra y parte de sus obras dramáticas (incluyendo las tres óperas) fueron compuestas durante este tiempo. Igualmente sobresalió como director, destacando el estreno de "Die Schöpfung" de Haydn en la corte de Esterházy.

La satisfacción del Príncipe terminó a final de 1808, cuando despidió a Hummel por descuidar sus deberes y estar cada vez más absorto componiendo música para Viena. Posiblemente gracias a la intervención de Haydn, Hummel fue readmitido, aunque no cambió sus hábitos y en 1811 su contrato terminó definitivamente.

Cuando regresó a Viena en 1811, Hummel no apareció mucho en público como pianista, pero fue bastante activo como compositor de música para piano, música de cámara y obras dramáticas. En 1813 se casó con la conocida cantante Elisabeth Röckel, con quien tuvo dos hijos, Eduard, pianista, y Karl, pintor.

Hacia 1814 Elisabeth Hummel convenció a su esposo para que hiciera más actuaciones como pianista. El momento no pudo ser más oportuno, ya que Hummel causó gran sensación entre el público de los conciertos y las fiestas del Congreso de Viena.

En 1816 realizó otra gira por Praga, Berlín y Leipzig que le dio nueva confianza y le convirtió en una celebridad, pero una vez más tuvo problemas económicos. Para poder mantener a su familia, decidió buscar un trabajo seguro y permanente. Consiguió su objetivo obteniendo la plaza de Hofkapellmeister en Stuttgart, pero a pesar de la espléndida capilla y la excelente orquesta, no estaba satisfecho porque no tenía tiempo para componer. En noviembre de 1818 aceptó la plaza de Kapellmeister en Weimar, posición que conservó hasta su muerte en 1837. El contrato de Weimar era una mejora respecto al de Stuttgart, dado que incluía tres meses anuales libres, que podían ser en primavera, cuando la temporada europea de conciertos estaba en su punto más álgido.

Los años que Hummel pasó en Weimar fueron unos de los más felices de su vida y muy productivos. A través de Goethe conoció a las figuras eminentes del mundo intelectual y participó en el rico ambiente cultural de la ciudad. Su trabajo principal era dirigir en el teatro de la corte. El repertorio era variado, incluyendo obras de los compositores más importantes del pasado (sobre todo Mozart) y, con el paso de los años, óperas más recientes de Weber, Rossini, Auber, Meyerbeer, Halévy, Spohr y Bellini.

Las producciones se beneficiaban considerablemente de las giras de Hummel, durante las cuales conocía a nuevos cantantes extranjeros talentosos, a los que después contrataba. También presidía celebraciones y actuaciones especiales en honor a la familia ducal o a celebridades locales como Goethe, presentaba conciertos de artistas visitantes, como Paganini (1829), y tocaba en fiestas privadas.

Hummel consiguió que la década de 1820 fuera una de sus más productivas gracias a la cantidad de tiempo que tenía para clases privadas y componer. Además de conciertos, obras virtuosas para piano y música de cámara, escribió cantatas para la corte y numerosas pequeñas piezas para editoriales, incluyendo arreglos de oberturas y conciertos. Pero no hubo nada que ocupara tanto su tiempo e imaginación como el tratado comprehensivo, con múltiples volúmenes, para piano.

La década de 1820 también fue una época ocupada para Hummel como intérprete en gira. Viajó a Rusia en 1822 (donde conoció a John Field), Polonia en 1828 (donde conoció a Chopin, en quien Hummel tendría una influencia profunda), Francia y los Países Bajos.
En 1827, los Hummels y su alumno Ferdinand Hiller viajaron a Viena para visitar por última vez a Beethoven, que estaba en sus últimos días. En el concierto en homenaje a Beethoven, honrando su petición, Hummel improvisó en temas de las obras del difunto compositor. Durante su estadía en Viena se encontró por primera vez con Schubert. La admiración que sentía Schubert por Hummel fue duradera; modeló su quinteto "La Trucha" basándose en la versión de quinteto que Hummel había hecho de su famoso Septeto op.74, y dedicó sus últimas tres sonatas para piano a Hummel. No obstante, como no se publicaron hasta 1838, cuando ambos compositores ya habían fallecido, el nuevo editor Diabelli cambió la dedicatoria a Schumann.

En 1830, Hummel hizo una gran gira de seis meses a París y Londres, que volvía a visitar después de casi 40 años. Esta gira representó el clímax de su carrera, ya que las posteriores estancias en Londres en 1831 y 1833 mostraron ya que su reputación staba declinando. Su última gira fue una visita a Viena el año 1834. Durante los últimos tres años de su vida, su actividad se vio reducida a prácticamente nada debido a la falta de salud. Su muerte fue vista como el fin de una era y fue adecuadamente marcada en Viena con la representación del Réquiem de Mozart.

Hummel era uno de los pianistas más famosos de Europa y creó un modelo para los próximos artistas que hacían giras gracias a sus habilidades organizativas y de relaciones públicas. Su manera de tocar era el sujeto de muchas críticas entusiastas, en las cuales todas coincidían que tenía una manera de tocar muy clara, limpia, con uniformidad, delicadeza, con una extraordinaria calidad de relajación y la habilidad de crear la ilusión de velocidad sin coger tempos muy rápidos. Críticas contrarias, como las de los admiradores de Beethoven, lo acusaban de falta de intensidad y pasión. Como la mayoría de los virtuosos de la época, no interpretaba casi nunca obras de otros compositores. El carácter contenido de Hummel no excluía exhibiciones virtuosas ni otras técnicas para estimular a la audiencia; en alguna ocasión se dice que el público subió a sus asientos para poder ver mejor sus dobles trinos, por los cuales era reconocido. Sus conciertos seguían el formato de este periodo: obras propias - música de cámara y conciertos - e improvisaciones en las cuales el tema central era un extracto de una ópera o a veces de música de compositores locales. Hummel también era uno de los grandes directores de principios del siglo XIX y era en este ámbito que tocaba más frecuentemente música de otros compositores. Por otro lado, mientras que los comentarios de sus interpretaciones normalmente reflejaban los prejuicios de los observadores, las críticas de sus improvisaciones siempre eran entusiastas unánimemente. Hummel se encontraba más a gusto improvisando que tocando composiciones formales, y destacaba particularmente en crear variaciones de fugas de cuatro o cinco partes. Las improvisaciones típicas consistían en una introducción tipo fantasía, temas sobre óperas populares y una serie de variaciones libres, a veces terminando con una paráfrasis del final de una ópera, como Don Giovanni. Durante muchos años Hummel fue uno de los profesores más importantes y costosos. Sus alumnos incluyen muchos de los músicos notables de la siguiente generación: Hiller, Karl Eduard Hartknoch, Adolf Henselt, Karl Georg Mangold, Julius Benedict, Ludwig Rakemann, Eugénie Beer, Giuseppe Unia, y también el hijo de Mozart, Franz Xaver. El joven Schumann quiso estudiar con Hummel, pero nunca lo consiguió. Sólo usaba sus propias composiciones para enseñar, aunque sus alumnos tocaban frecuentemente obras de otros compositores. Sus enseñanzas están sintetizadas en su método para piano, Ausführlich theoretisch-practische Anweisung zum Piano-forte Spiel. Esta obra formada por tres volúmenes, con más de 2000 ejercicios, fue publicada casi simultáneamente en Alemania (1828), Inglaterra (1828) y Francia (1829), y parece ser que vendió miles de copias en los primeros días de su publicación. Sigue siendo una de las fuentes más importantes sobre la interpretación del estilo vienés tardío, abarcando tópicos tan diversos como la ornamentación, los digitados, las improvisaciones, la afinación y una comparación entre los pianos ingleses y vieneses.

Como compositor, Hummel está situado en el límite de dos épocas. Durante más de un siglo su reputación ha sido la de un típico virtuoso del piano del siglo XIX, pero esta visión incorrecta está cambiando rápidamente por la de un compositor cuya obra abarcó todos los géneros del cambio de siglo: óperas, Singspiele, misas sinfónicas y otras obras de música sacra, música de cámara, conciertos, canciones, música para piano solo, además de muchos arreglos. Sólo la sinfonía está ausente en su repertorio. El estilo de Hummel se e  ncuentra entre los estilos con más calidad de su época. Consta de texturas homofónicas, melodías con ornamentaciones a la italiana y pasajes virtuosos sustentados con acompañamientos de Alberti modernizados. Su estilo, que es más moderno en las obras en las cuales utilizaba el piano, se desarrolló al largo de su vida, aunque hubo una expansión considerable cuando volvió a los escenarios en 1814 en aspectos como la expresividad, la armonía y la variedad melódica. Hummel sobresalía en la escritura melódica, particularmente en sus obras de madurez, en las cuales las líneas son menos predecibles y simétricas. Hummel fue uno de los compositores más importantes y populares de la corriente principal europea. Sus estudios con Mozart y su estilo, definido como clásico incluso durante su vida, lo hicieron un célebre personaje del Clasicismo Vienés. Por esa misma razón, cuando el Clasicismo empezó a ser visto como pasado de moda, su popularidad entre el público disminuyó rápidamente. Como profesor también fue dejado de lado: los ejercicios simples de Czerny eran mucho más accesibles que los de Hummel. Es posible que el declive de su productividad en los últimos años no se debiera a estar demasiado ocupado con el trabajo en Weimar, como pensaba Liszt, sino al reconocimiento que su tiempo ya había terminado. Quizá se puede encontrar un paralelismo con Rossini. Aunque actualmente Hummel es un músico prácticamente olvidado, tuvo mucha influencia con las siguientes generaciones de compositores pianistas. Como hemos visto, Schubert lo tenía como modelo e incluyó algunas de las técnicas virtuosas distintivas de Hummel (como el cruzamiento de manos) en sus últimas tres sonatas para piano. Se puede ver su influencia también en compositores como Schumann, Liszt y Chopin. Karl Friedrich Zelter escribió que "Hummel fue en muchos sentidos el primer Liszt". Es a través de Hummel que se puede ver la crucial transformación de las antiguas cualidades como la claridad, simetría, elegancia y control, que cedieron paso a nuevas ideas. Hummel tuvo un papel vital, y en gran parte aún no reconocido, en la creación de un estilo romántico nuevo en el siglo XIX.


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Fue iniciado en la logia ""Anna Amalia de las Tres Rosas" de Weimar en el año 1820 al igual que su padrino y maestro musical, J. Haydn quien le instruyó y presentó en dicho taller masónico. Con J. Haydn y otros compañeros estuvo trabajando en distintos rituales, procedentes del Rito de Zinnendorf como se aprecia en algunas de sus composiciones operísticas.