Serie:
EL SIMBOLO PERDIDO
El símbolo perdido es una novela escrita en
2009 por el autor estadounidense Dan Brown. Se trata de un thriller que
se desarrolla en Washington D. C., después de los acontecimientos
de El código Da Vinci y se basa en la masonería tanto por
su tema recurrente y sus principales personajes.
Publicado el 15 de septiembre del 2009, es la tercera
novela de Brown que involucra al profesor de simbología de la Universidad
de Harvard, Robert Langdon, después de la novela Ángeles y demonios en
el año 2000, y El código Da Vinci de 2003.[1]
La aventura ocurre una noche en la que Langdon atraviesa la
ciudad de Washington para salvar a su amigo Peter Solomon, un masón grado 33, y
durante ese lapso advierte los secretos que oculta el trazado de la capital de
los Estados Unidos.
Números:
·
La catedral de Washington, de estructura
neogótica, con 333 escalones que conducen al campanario en la torre
central.
·
El edificio, situado en el número 1733 de
Sixteenth Street de Washington, era una réplica de un templo precristiano.
Pinturas:
·
La obra de Constantino Brumidi, “La apoteosis de
Washington”.
· El grabado de Alberto Durero, “Melancolía I”.
Veamos que aparece en los capítulos:
1.
La cruz del leviatán.
cuadrada, con la cruz de Cristo.
Algunas bandas de rock, black metal, death y
otros géneros derivados del metal suelen usar el símbolo. Está presente en el
logo de la banda de King Diamond. La banda de rock Rush también
muestra el símbolo en el álbum Clockwork Angels. La banda de folk
metal, Mägo de Oz, muestra el símbolo en su álbum Ira Dei.
También aparece en el videojuego The Binding of Isaac como
una mejora en la sala de pactos con el demonio.[2]
2.
Es reiterada la mención al grado 33 de la
masonería, Soberano Gran Inspector General.
3.
La Acacia. Está relacionada a la leyenda del
Maestro Hiram.
4.
Cámara de Reflexión. Leer
acá.
5.
Alquimia. Sin duda esta es parte integrante del
proceso que debe de realizar un masón en su recorrida, y bien clara su
presencia en el punto anterior.
6.
En unas de las primeras imágenes aparece el
ouroboros.
Ahora en su segundo capítulo se
hace referencia al símbolo del TRISQUEL, claramente asociado a la cultura
celta; pero se le marca una gran importancia en el mundo de los masones.
Afirmación que no compartimos, capaz alguna masonería en el mundo lo pueda usar
-pasado-presente-futuro / nacer-morir-renacer-, pero no ocupa un lugar
destacado en la misma.
En el mismo capitulo se hace referencia a una secta dentro
de la masonería denominada LEVIATAN -recordar el significado que le dio la obra
de Thomas Hobbes-.
Primero anteriormente el propio profesor habla que la
Masonería no es una secta y después carga con ese grupo y será el eje hasta el
final de esta temporada. Es una gran libertad de la pluma de Dan Brown.
El anillo del grado 33º. Si bien esto no tiene un lugar de
destaque en el mundo masónico, pero veamos su significado: “su forma circular,
sin principio ni final, hace de él un símbolo de totalidad y eternidad empleado
para consagrar un buen número de uniones…”.[3]
La mención al A'raf (árabe: الأعراف)
es el reino separador musulmán o la frontera entre el cielo y
el infierno, habitado por los equilibrados en sus pecados y virtudes, no
son del todo malos ni del todo buenos. Este lugar puede describirse como una
especie de purgatorio benéfico con privaciones, pero sin sufrimiento.[4]
En el capítulo 5 tiene la mención a la obra de Alberto
Durero y a su obra Melancolía I, con un amplio abanico de significado en sus
símbolos.
Esta composición alegórica, considerada una de
las estampas más famosas de los antiguos maestros, ha sido objeto de
más interpretaciones modernas que casi cualquier otra imagen en arte. José
Pijoán afirmó «no hay otra imagen humana tan saturada de pensamiento»,
refiriéndose a la obra. Cabe destacar la imprescindible interpretación de la
obra de Durero realizada por Erwin Panofsky y el libro en dos
volúmenes de Peter-Klaus Schuster. También Giorgio Agamben dedica parte
de su ensayo Estancias. La palabra y el fantasma en la cultura
occidental al estudio de este grabado.
Junto con El caballero, la Muerte y el Diablo y San
Jerónimo en su gabinete, Melancolía I forma parte de las
denominadas Estampas Maestras de Durero. Las estampas fueron
realizadas entre 1513 y 1514 y son la culminación de su
trabajo como grabador. Se han interpretado como autorretratos en clave
simbólica, que nos presentan la imagen que Durero tiene de sí mismo: como
artista de carácter melancólico en Melancolía I, como intelectual
en San Jerónimo en su celda y como caballero cristiano en El
caballero, la muerte y el diablo. A su vez, Melancolía
I simbolizaría la esfera intelectual dominada por el planeta Saturno,
según la tradición astrológica ligado al sentimiento de la
melancolía, constituyendo una conexión entre el mundo racional de las ciencias
y el imaginativo de las artes.
Al parecer, Durero estaba muy interesado por el estudio de
las clasificaciones médicas y filosóficas que en su época dividían a los
hombres en cuatro temperamentos: flemático, colérico, sanguíneo y
melancólico. De estos cuatro temperamentos, Durero era identificado con el
melancólico. La bilis negra a menudo se asociaba a los artistas y los
arquitectos. Esto justifica el hecho de que la figura femenina
de Melancolía I aparezca rodeada de instrumentos relacionados con las
matemáticas y la geometría.
Para realizar la estampa, Durero se inspiró en las ideas
que Marsilio Ficino recoge en su libro Libri de Triplici Vita,
sobre el carácter melancólico y saturniano.
El hecho de que su título sea Melancolía I se
explica recurriendo a otra fuente: el libro De Occulta
Philosophia de Agrippa de Nettesheim, que fue publicado en 1531 y
cuyo manuscrito era conocido desde 1510. Agrippa distinguía entre la
“melancolía imaginativa”, la “melancolía mentalis” y la “melancolía
rationalis”. Aunque no se sabe con certeza si Durero pensó en realizar una
serie con estos tres aspectos de la melancolía.
Se ha sospechado que Melancolía I había sido concebido bajo
el sentimiento de duelo por la pérdida de su madre. Incluso se ha dicho que los
números del cuadrado mágico contendrían una referencia secreta a la fecha del
fallecimiento.[5]
Por su parte en el capítulo 6 se presenta a los ROSACRUCES. Considerados
una sociedad secreta de gran influencia en las elites intelectuales de
occidente, en el período de la Edad Media. En esta oportunidad se rescata su
papel en la alquimia, y como tal la figura de Isaac Newton.
Los CABALLEROS TEMPLARIOS, irrumpen en el capítulo 7,
aparecen imágenes de la masonería como las dos columnas J y B.
El penúltimo capítulo está muy dinamico en el tema de la
simbología. Filmando en el Almas Temple, es
un edificio masónico frente a Franklin Square en 1315
K St NW en Washington, DC. Alberga Almas Shrine, un subgrupo
de Shriner's International cuya sede se encuentra en Tampa,
Florida. El edificio es de estilo arquitectónico morisco y
presenta una elaborada fachada de terracota multicolor.
Siguen los símbolos.
Para pasar a tener momento de descifrar el mensaje se
realizara en la Casa del Templo, actualmente conocida como le Templo del Rito
Escocés, diseñada en 1911-1915 por John Russell Pope, ubicado en la calle 16
Noroeste. La obra se baso en la tumba de Halicarnaso, una de las siete
maravillas de la antigüedad.
"El señor Brown estuvo aquí, documentándose para su
libro", explica Arturo de Hoyos, Gran Archivero y Gran Historiador de la
logia. "El libro es, sin duda, una obra de ficción, y en eso se queda. No
hay parecido con lo que es la realidad de los masones. Somos una hermandad
nacida bajo los principios de la Ilustración".
Como demuestra este lugar, los masones gustan de recargar
sus templos y monumentos de símbolos tomados de muchas tradiciones, la del
Antiguo Egipto, sobre todo: las esfinges, las pirámides, los obeliscos.
"Enseñamos a través de los símbolos, creemos en la iluminación del alma a
través de estas alegorías", explica De Hoyos.[6]
El último capítulo de esta temporada no podía terminar sino
con el obelisco.
Admiradores de la arquitectura y el arte de la
antigüedad, los masones tomaron el símbolo del pilar como una representación de
su relación con la divinidad. Tal y como el experto masón Carl Claudy dijo en
su Introducción a la masonería, "los pilares son símbolos de
gran valor; el iniciado de la antigüedad veía en el obelisco el verdadero
espíritu del dios al que adoraba".
Se puede ascender hasta un mirador situado en la pirámide
que corona el monumento, a 169 metros de altura, con un ascensor. Para acceder a
él hay que retirar unas entradas gratuitas, muy preciadas en la ciudad, que se
reparten a las ocho y media de la mañana y se agotan en minutos, en un centro
de visitantes cercano.
Subir hasta esa pirámide significa estar en el punto más
elevado de la ciudad, en el nivel más elevado de cuantos se puede encontrar en
esta masónica ciudad. Dan Brown así lo entendió, y por eso le dio a este punto,
visible desde la Casa Blanca, el Capitolio y casi toda la ciudad, un
protagonismo merecido en su novela. Desde aquí se confirma lo que el escritor
observa en el libro: "Incluso desde el aire, Washington DC exuda un poder
casi místico".[7]
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