Antonio Ceruelo
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25 de enero de 2020
Zaragoza
A Ceruelo tuve el gusto de poderlo entrevistar para mi obra
El Ojo que Todo lo Ve (2012), cuando se desempeñaba como Gran Maestre Adjunto
de la Orden y Representante del Supremo Consejo para la Federación Española,
que estuvo en el Uruguay los días 1º y 2 de noviembre de 2011, dicho encuentro
se realizó en Café Tribunales de la Plaza Cagancha (Mintevideo).
Adiós al fotógrafo zaragozano Antonio Ceruelo
Se especializó en arte y arquitectura, colaboró en 60
publicaciones, le apasionaba el paisaje y abrazó la masonería.
Antón Castro
“Ya sabes que la vida es algo etéreo e intangible, te lo
dice un experto, y hay que vivirla en todos sus instantes. En toda la plenitud
de su belleza”, decía de vez cuando, tocándose el sombrero, el fotógrafo
Antonio Ceruelo. La enfermedad lo había puesto a prueba con extrema severidad,
y él la iba burlando como podía, con una resistencia increíble, y con una
lección de vitalidad permanente. Resistió, con su corazón débil y sus pulmones
maltrechos, hasta la noche del viernes al sábado. Moría Antonio Vicente Ceruelo
Caro, zaragozano hasta la médula. Con su humor habitual, y sin perder la
serenidad, había dicho muchas veces: “Todos los segundos son un tesoro”. Y
él los aprovechaba como podía: viajando, volcándose con la masonería,
conversando con su mujer Ana Cásedas y cultivando la amistad.
En los últimos años, incluso cuando le faltaban las fuerzas
y pasaba períodos en el hospital, con la radioterapia y otras atenciones, se
entregó a un proyecto que le hacía muy feliz: retrataba a pintores (Pepe
Cerdá, Louisa Holecz, Sylvia Pennings, Asun Valet, Antonio Cásedas…),
escultores (Florencio de Pedro, Pedro Tramullas, Steve Gibson), maestros
serígrafos (Pepe Bofarull), comisarias (Lola Durán), escritores Cristina
Grande), científicas (Valeria Grazu), gentes de la música y el teatro (Luis
Felipe Alegre, Paco Cuenca, Javier Martínez), etc., en sus espacios de trabajo.
Como había hecho con la arquitectura, siempre encontraba “secretos que solo la
luz puede desvelar”, tal como dijo en 2009 tras dedicarle casi un año de su
vida a la catedral de Teruel y una monografía, con texto de Jerónimo Beltrán.
Antonio Ceruelo ha hecho muchas cosas. A veces evocaba su
infancia en la calle Obispo Covarrubias y García Sánchez, antes de que
estuviesen asfaltadas, estrenando una bicicleta. Luis Felipe Alegre ha
recordado en ocasiones que anduvo entre los jóvenes que fundaron con él El
Silbo Vulnerado. Poco a poco, se convirtió en un gran fotógrafo y durante años
trabajó con Andrés Ferrer en Foto Galería, un estudio profesional en Santiago
Lapuente. Más tarde, fundó Estudio Selenio, solo al principio y luego con su
hijo Héctor, en Valmadrid-La Cartuja Baja, y desarrollaron muchos encargos para
exposiciones, catálogos, publicaciones y publicidad. Antonio Ceruelo, que
era un excepcional fotógrafo de estudio, un maestro de los matices y de la elegancia,
participó en alrededor de 60 libros.
Colaboró muy activamente con la Fundación Santa María
de Albarracín con sus publicaciones e invirtió muchas horas en
encontrar los pequeños enigmas del Pórtico de la Gloria de la catedral de
Santiago. Uno de sus libros más queridos fue ‘Manufacturas del alma’, dos
volúmenes, sobre los artesanos de Aragón, diseñado por Samuel Aznar. Viajó por
Aragón y disfrutó de los talleres de los profesionales.
Además de esa veta más profesional, siempre gozosa, también
era un enamorado de la naturaleza, del mar y de las flores, de las montañas y
de los ríos, y deja muchas instantáneas llenas de hermosura. Le gustaban los
cielos de Zaragoza, tomaba una foto invadida de fuegos y decía: “El
escándalo de esta misma tarde”. Le encantaba conducir, mirar el mundo desde el
volante, pararse en cualquier sitio a tomar unas fotos, descubrir restaurantes
y tenía un sentido de la amistad excepcional. Era un gran narrador de historias
con su aspecto de comisario McCloud (Dennis Weaver), y andaba sobrado de
campechanía, humor y picardía.
Colaboró con muchos artistas y diseñadores (Ana Bendicho y
Samuel Aznar), con especialistas en arte (José Félix Méndez), y creía
firmemente en su opción masónica: era gran maestro adjunto de la Orden Masónica
Mixta Internacional ‘El Derecho Humano’. Deja muchos amigos, era un entusiasta
de la tertulia, y adoraba una cita del escritor Julio Cortázar: “Las palabras
nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma”. Quizá la frase la
podrían pronunciar muchos de sus amigos ante su pérdida ante este artista,
discreto y cómplice, que aún no llegaba a la edad de la jubilación.
Durante el domingo 26, su cuerpo podrá velarse en el
tanatorio de Torrero.
Para profundizar en su visión de la Masoneria:
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