EL TALLER. REVISTA DE ESTUDIOS MASÓNICOS Y SIMBÓLICOS
LOS "TRES GRANDES
MAESTROS" DE LA MASONERÍA
Francisco Ariza
Los tres Grandes Maestros de la Masonería. En el
centro el rey Salomón, a su izquierda el rey Hiram de Tiro, y a su derecha
Hiram Abif. Portada principal del Templo Masónico de Detroit, EE. UU.
La “idea” que inspiró la construcción del Templo de
Jerusalén se debe al rey David, quien a su vez la recibió del Señor,
indicándole sin embargo que no sería él quien lo levantaría, sino su hijo, el
rey Salomón: “Tu hijo, el que pondré yo en tu lugar sobre tu trono,
edificará casa a mi nombre”, 1 Reyes 5:5). El propio Salomón ya lo dejó
escrito también:
“Tú me ordenaste edificar un santuario en tu monte santo
y un altar en la ciudad donde habitas, imitación de la Tienda santa que habías
preparado desde el principio” (Sabiduría 9, 8).
Para esta ingente labor Salomón recibió la ayuda del rey
Hiram de Tiro, que le aportó los materiales y los artesanos necesarios,
dirigidos por Hiram Abif (el Maestro Hiram) quien pudo llevar a cabo la obra
porque conocía y sabía leer en los planos del modelo cósmico, al que
reproduciría en el conjunto de la estructura del Templo de Jerusalén, o de
Salomón, modelo a su vez de la Logia masónica.
En este sentido, es interesante advertir que Salomón, el rey
Hiram e Hiram Abif, constituyen los Tres Grandes Maestros de la Masonería, y
quienes los representan encarnan, simbólicamente al menos, las funciones
respectivas de cada uno de ellos. Salomón la puramente sapiencial (la autoridad
espiritual), el rey Hiram la regia (el poder temporal), e Hiram Abif la artesanal,
y más en concreto la relacionada con la construcción.
Señalaremos también que, hasta comienzos del siglo XVIII, en
los Old Charges (“Antiguos Deberes”) aparecía el nombre
egipcio de Amón como el tercero de los Tres Grandes Maestros. Solo
hay un Old Charges donde el nombre de Amón fue sustituido por el de
Hiram. Hablamos del Manuscrito Dumfries nº 4, escrito en 1710, o sea
pocos años antes del advenimiento de la Masonería especulativa. En él Hiram es
llamado “hijo de la Viuda” y “enviado de Egipto”. La influencia
de este manuscrito, de origen escocés, fue tal que a partir de ese momento el
nombre de Hiram, y no el de Amón, aparecería ya como el tercer Gran Maestro de
la Masonería. Acerca de esto último, René Guénon señala lo siguiente:
“esta palabra [Amón] tiene en hebreo el sentido de
artesano y arquitecto (...) Sea como sea, su raíz, de donde deriva también la
palabra amén, expresa, en hebreo como en árabe, las ideas de firmeza, de
constancia, de fe, de fidelidad, de sinceridad, de verdad, que se corresponden
perfectamente con el carácter atribuido por la leyenda masónica al Tercer Gran
Maestro”.[1]
Es decir, a Hiram, quien renace en cada nuevo maestro
infundiéndole virtualmente las virtudes antes nombradas, y que este deberá
actualizar como parte fundamental de su trabajo interior. Como podemos ver el
nombre fue sustituido, pero el espíritu permaneció vivo, y es esto lo que
realmente importa. Seguramente Amón (o Aymon) no sea (como
ocurre con Adoniram) sino otro de los nombres dados al maestro Hiram, y tal vez
con su presencia se quería conservar el recuerdo de ciertos elementos
simbólicos procedentes de la tradición egipcia.[2]
Por otro lado, los tres puntos dispuestos en triángulo
equilátero utilizados en la Masonería, y además de otros significados
simbólicos,[3] también podrían aludir a los Tres
Grandes Maestros. El punto superior simbolizaría a Salomón, y los dos puntos
que conforman la base del triángulo simbolizarían a su vez al rey Hiram y al
arquitecto Hiram, como se puede apreciar en la imagen de más arriba, en donde
Salomón, que no porta instrumento alguno, realiza con su índice derecho el
signo del silencio, en referencia al “secreto iniciático”.
De todo ello se extraen conclusiones muy interesantes. Por
ejemplo, que la función regia y artesanal, representadas por el rey Hiram e
Hiram Abif, están al mismo nivel en tanto que ambas se refieren a los misterios
de la cosmogonía,[4] mientras que Salomón (que como Primer
Gran Maestro “unifica” a los dos anteriores en él mismo, como la
dualidad se reabsorbe en la unidad) es la encarnación misma de la Sabiduría, la
que mora en el pináculo del templo cósmico, y a la que debe aspirar todo ser
humano siguiendo el ejemplo del propio Salomón, tal y como él mismo dejó
escrito: “Dame la Sabiduría que comparte tu trono y no me excluyas del
número de tus hijos” (Sabiduría, 9, 1-4).
[1] Estudios sobre la Franc-Masonería y el
Compañerazgo, tomo II, reseña de Abril-Mayo de 1950 de la revista “The
Speculative Mason”. Sobre la cuestión de Amón y de Hiram ver también Denys
Roman: René Guénon et les Destins de la Franc-Maçonnerie, cap. IV.
[2] A raíz de esto, y en relación con los Tres
Grandes Maestros, resulta interesante añadir lo que indica Guénon en la misma
reseña de “The Speculative Mason” acerca de las tres partes que conforman la
palabra sagrada de la Masonería del Royal Arch (Arco Real), las
cuales, dice Guénon, “representan los nombres divinos de las tradiciones
hebrea, caldea y egipcia, tradiciones que justamente en la Masonería operativa
se vinculaban respectivamente con Salomón, con Hiram Rey de Tiro, y con el
tercer Gran Maestro, lo que podría llevar a pensar que la conexión ‘egipcia’
sugerida por el antiguo nombre [es decir por Amón] posiblemente no sea
puramente accidental”.
Por otro lado, esa relación
del rey fenicio Hiram de Tiro con la tradición caldea proviene del hecho de que
los fenicios descendían de los caldeos, o babilonios, que junto con los
egipcios tenían una estrecha relación con Israel, especialmente en lo relativo
a la construcción de los templos.
[3] Por ejemplo cuando se los relaciona con las
tres yod hebraicas dispuestas en triángulo, que a veces sustituyen al
Tetragrama divino de cuatro letras inscrito en el Delta Luminoso.
[4] Recordemos que el “Arte Real” es una expresión
que se aplica tanto a la iniciación caballeresca como a la iniciación artesanal
y más concretamente a la Masonería, ambas iniciaciones muy relacionadas con la
Alquimia y por lo tanto con el Hermetismo, que también recibe la denominación
de "Arte Real", que trata en definitiva de hacer operativos en el
alma humana los misterios de la cosmogonía.
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