1925 – 25 DE AGOSTO – 2025
Fachada Sur (I)
Observemos esta imagen en secciones. En su remate superior se distingue una espada apoyada sobre lo que parece ser un libro -probablemente una alusión a la Carta Magna-, ambos sostenidos por dos águilas imperiales. El conjunto está enmarcado por una corona circular de laureles, símbolo tradicional del honor y la gloria.
La escena escultórica, coronada por una espada
y un libro -probablemente la Carta Magna-, sostenidos por águilas e inscrita en
una corona de laureles, condensa una arquitectura de poder con proyección
espiritual. La espada no es solo emblema del señorío y la justicia; al apoyarse
sobre el libro, sugiere que el ejercicio del poder debe estar sometido a la ley
y al principio rector de la razón institucional.
Las águilas, en tanto guardianas de esa
alianza entre fuerza y sabiduría, evocan un ascenso hacia lo trascendente. En
el imaginario griego, alcanzar la vertical de Delfos era tocar la región
sagrada del conocimiento oracular. Aquí no solo elevan los símbolos, sino que
los legitiman desde una perspectiva cósmica.
Esta representación está escoltada por cuatro
alegorías femeninas: Veneración y Amor (a la derecha), Generosidad y Fe (a la
izquierda). Juntas, configuran un espectro de virtudes públicas que sostienen
el ideal republicano, a la vez que proyectan una dimensión ética y afectiva del
poder.
A sus pies se encuentra el escudo nacional,
flanqueado por dos jóvenes: uno con espada y casco, simbolizando la tutela
militar de la Nación; el otro con martillo, evocando la labor y la
construcción, es decir, la glorificación del esfuerzo cívico. Esta tríada -República,
escudo y juventud armada- articula un relato visual de soberanía compartida
entre lo simbólico, lo espiritual y lo colectivo.
La escena central del tímpano no solo embellece el edificio: instruye. En ella se condensa un programa republicano de valores, proyectado en mármol, piedra o bronce, para que generaciones sucesivas lo lean más allá de las palabras. La figura de la República -asistida por la Patria, flanqueada por las virtudes y sostenida por emblemas como el escudo y la juventud armada- conforma un tríptico visual que educa sobre el ideal nacional.
La presencia de virtudes femeninas encarna el
aspecto ético del poder. No se trata solo de gobernar, sino de amar, venerar,
creer y compartir. La juventud al pie del escudo representa el relevo
generacional, la defensa activa y la construcción colectiva, elementos vitales
en la continuidad de la Nación.
Así, esta escena escultórica articula una
pedagogía de la memoria, donde cada símbolo transmite no solo belleza, sino
propósito y llamado. Es un monumento que interpela, una lección cívica
esculpida para durar más que los discursos.
En la escena final del tímpano aparece Hércules dominando a un león, imagen poderosa que encarna la lucha por la libertad. Esta figura remite al primero de los doce trabajos de Heracles -según los griegos; Hércules, para los romanos-, la derrota del león de Nemea, una criatura invulnerable que aterrorizaba a la población y cuyo pellejo solo pudo ser obtenido mediante su propia fuerza.
Integrada al resto del conjunto escultórico,
la imagen de Hércules completa la narrativa del tímpano como una pedagogía
monumental: allí donde la República se asienta sobre virtudes, trabajo y
espiritualidad, el héroe clásico aporta la dimensión moral del esfuerzo
heroico, necesario para sostener la libertad colectiva.
Atenea, diosa de la sabiduría y protectora de
las artes, se convierte aquí en puente entre creación estética y virtud
intelectual. La elección de esta estatuilla no es decorativa: apunta a la tradición
helénica como fuente de equilibrio, civilización y belleza.
Finalmente, la Poesía se manifiesta con un
instrumento musical entre las manos, quizás una lira o una flauta, emblema de
la armonía y del lenguaje sonoro que trasciende la palabra escrita. Su
presencia completa el tríptico, evocando que, además de la narración histórica
y la creación artística, es la sensibilidad lírica la que compone el alma
profunda de la Nación.
En el extremo del tímpano se encuentra un hombre sentado, acompañado por una lechuza: emblema ancestral de la prudencia y la sabiduría. Su pose grave, casi meditativa, y la presencia del ave que ve en la oscuridad refuerzan la idea de un saber que ilumina incluso los rincones más sombríos de la ignorancia.
La lechuza, vinculada tradicionalmente a
Atenea -que en tiempos antiguos fue concebida por algunos como una diosa-pájaro
o incluso como una lechuza misma-, trasciende aquí su función ornamental para
convertirse en símbolo de un conocimiento racional, minucioso y laborioso.
El conjunto escultórico presenta una
estructura ecléctica, de gran riqueza simbólica, que puede ser abordada en
forma dual desde sus extremos hacia el centro:
v De izquierda a derecha, se despliega la narrativa del dominio de la
naturaleza por medio del esfuerzo humano. El hombre, en relación directa con
los elementos, transforma la fuerza bruta en progreso: adquiere riqueza y logra
una civilización victoriosa. Esta evolución se traduce en imágenes de trabajo,
poder productivo y control sobre el entorno -una pedagogía visual del
desarrollo material como sustento del proyecto republicano.
v De derecha a izquierda, en cambio, el recorrido es más introspectivo y
espiritual. El hombre, desnudo -símbolo de su estado primordial y de verdad
desnuda- accede al conocimiento subliminal que brota de sí mismo. Ese saber,
representado por el libro cerrado, no es evidente ni popular, sino reservado
para los iniciados. A partir de esa introspección, florecen las artes y las
ciencias: dimensiones del alma que enriquecen la Nación desde su interior,
desde la sabiduría racional y simbólica.
Como juego adicional para los amantes de la
numerología, a cada lado de la República encontramos siete figuras humanas. El
número siete evoca ciclos completos y armonía universal: los siete días de la
semana, las siete notas musicales, los siete colores del arco iris. Este
detalle refuerza la idea de totalidad: el tímpano no representa una parte, sino
el conjunto del ser republicano en su despliegue histórico, ético y estético.
[1] Giannino
Castiglioni (Milán, 4 de mayo de 1884 - Lierna, 27 de agosto de 1971) fue
medallista, escultor, pintor. Estudió en la Academia
de Brera, donde se graduó en 1906 y participa en el mismo año en la Exposición Internacional de Milán. Estas
imágenes e igual que las cariátides fueron esculpidas por Pasquino Bacci.
[2] La República, así como está
representada tiene un aire a la Emperatriz
en el tarot, sosteniendo en su mano izquierda el cetro de poder, acá el
escultor nos deja una sensación de que algo iba a tener.
[3] En la mitología griega, es la diosa de la guerra, civilización, sabiduría, estrategia, de las artes, de la justicia y de la habilidad. Siendo una de las principales divinidades del
panteón griego y una de los doce dioses Olímpicos.
El escudo redondo
argólico en cuyo centro aparece el gorgóneo, la cabeza de la Medusa,
el sello distintivo del culto a la primitiva diosa en Grecia que recibió la
posición más alta en el vértice del frontispicio del Partenón –más
tarde se decía que su escudo era un regalo votivo de Perseo-.
Casualidad pero Medusa está presente en el Palacio.
Esta representación
no es la más típica, pero falta un cuerpo sin cabeza en la mano derecha, es
probable que el tiempo se encargara de hacerlo caer.