Claves para entender a los Maestros

18 agosto 2025

PALACIO LEGISLATIVO (V)

 

PALACIO LEGISLATIVO (V)

1925 – 25 DE AGOSTO – 2025

Fachada NORTE

En la fachada posterior del Palacio Legislativo, sobre la Avenida General Flores, se destacan dos conjuntos escultóricos en relieve, obra del artista italiano Arístides Bassi. [1]

Estas composiciones no solo enriquecen el edificio desde el punto de vista ornamental, sino que articulan una poderosa narrativa alegórica centrada en los valores fundacionales de la República: el trabajo, la justicia y la institucionalidad.

El estilo neoclásico de Bassi, profundamente influenciado por la tradición escultórica italiana, establece un diálogo armónico con el lenguaje arquitectónico del Palacio, reforzando su carácter solemne y simbólico. A través de estas figuras, el arte se convierte en vehículo de expresión cívica, integrando estética y mensaje político en una síntesis visual de alto contenido simbólico.



En el centro del relieve, se representa la figura del Maestro en actitud didáctica frente a sus discípulos, configurando una alegoría elocuente de la educación como fundamento esencial de la ciudadanía y sustento de la institucionalidad democrática. La escena, cargada de simbolismo, evoca la transmisión del conocimiento como acto fundacional del orden republicano, donde la formación cívica se erige como garantía de cohesión social y participación consciente.

En el siglo XIX, la educación fue concebida como herramienta clave para formar ciudadanos ilustrados, capaces de sostener las instituciones republicanas. Figuras como José Pedro Varela impulsaron reformas educativas que vinculaban instrucción pública con democracia.

La representación del Maestro en actitud didáctica puede leerse como una visualización de ese ideal: el saber cómo patrimonio colectivo, y el docente como mediador entre el individuo y la nación.

El Palacio Legislativo, como sede del poder republicano, incorpora en su ornamentación visual una narrativa que refuerza los valores democráticos. La inclusión de la figura del Maestro en sus relieves no es casual: representa la centralidad de la educación en el proyecto nacional.

Esta iconografía puede vincularse con el discurso político de la época, que exaltaba la instrucción pública como base de la modernidad y el progreso.

 

 

En el centro del relieve medio, se representa a un adolescente dominando con firmeza a dos pumas, en una escena que simboliza el triunfo de la inteligencia sobre la fuerza bruta. Esta imagen, de fuerte carga alegórica, exalta la razón como principio ordenador de la vida republicana, donde el poder se legitima no por la violencia, sino por la capacidad reflexiva y el dominio ético.

Flanqueando al joven, se ubican las figuras de un hombre y una mujer, encarnaciones de la dualidad complementaria que sostiene el equilibrio institucional. Lejos de representar una oposición, ambos cuerpos expresan la armonía entre lo masculino y lo femenino como pilares simbólicos de la ciudadanía plena, en consonancia con los ideales de inclusión y justicia que estructuran el imaginario republicano.





En el último relieve se representa a la prensa, concebida como emblema de la libertad de expresión, la circulación crítica de ideas y el ejercicio del control ciudadano sobre el poder. Esta alegoría visualiza a los medios como instrumentos fundamentales de la vida democrática, capaces de articular el debate público, fiscalizar a las instituciones y garantizar la transparencia en el ejercicio del gobierno.

La inclusión de esta figura en el programa escultórico del Palacio Legislativo refuerza la centralidad del discurso libre en la arquitectura republicana, donde la palabra impresa se convierte en vehículo de participación, conciencia cívica y pluralismo político.

 

Si se leen los relieves en secuencia, de izquierda a derecha, se revela un proceso simbólico de profunda resonancia republicana: el conocimiento, antaño patrimonio de minorías ilustradas, transita hacia su democratización, convirtiéndose en bien común y fundamento de la ciudadanía. Esta progresión escultórica sugiere una evolución desde la enseñanza elitista hacia la circulación pública del saber, en sintonía con los principios de inclusión, transparencia y participación que estructuran el ideario republicano.

La narrativa visual propuesta por los relieves no solo acompaña el lenguaje arquitectónico del Palacio Legislativo, sino que lo amplifica, inscribiendo en piedra una pedagogía cívica que interpela al espectador y lo convoca a formar parte activa del proyecto democrático.

 

 

La idea de que el conocimiento debe ser patrimonio colectivo encuentra eco en el pensamiento de José Pedro Varela, figura clave de la reforma educativa uruguaya. En La educación del pueblo (1874), Varela afirma:

La instrucción pública no es un lujo de los pueblos ricos,

sino una necesidad de los pueblos libres.”

Esta afirmación sintetiza el espíritu que anima la secuencia escultórica: el saber cómo condición de libertad, y la educación como herramienta de emancipación ciudadana. La cita puede incorporarse como epígrafe o nota al pie para reforzar el vínculo entre el discurso visual del Palacio Legislativo y el ideario reformista del siglo XIX.

 


Los forjadores, absortos en su labor, encarnan una alquimia del esfuerzo: la transmutación del trabajo físico en progreso colectivo, del metal en emblema de civilización. Su gesto concentrado y su vínculo con la materia evocan no solo la técnica, sino también la voluntad transformadora que sustenta el proyecto republicano.

En esta escena, el trabajo deja de ser mera actividad productiva para convertirse en símbolo de dignidad, construcción social y modernidad, en sintonía con los valores que el Palacio Legislativo busca consagrar en su lenguaje escultórico.



Aunque el relieve central reproduce en gran medida la escena anterior, presenta sutiles variaciones que modifican su carga simbólica. Los pumas, ahora sin objetos en sus fauces, sugieren una transformación en la representación de la fuerza: ya no como amenaza contenida, sino como potencia neutralizada y subordinada al dominio racional. Esta omisión, aparentemente menor, introduce una lectura más depurada del vínculo entre poder físico e inteligencia, desplazando el énfasis desde la confrontación hacia el equilibrio.



En el tercer relieve, los fundidores son representados en plena faena, encarnando la dimensión artesanal del saber técnico. A la izquierda, el modelista retoca con precisión el rostro de una medalla que ostenta la figura de un centauro —símbolo clásico de la tensión entre lo instintivo y lo racional—, aludiendo a la necesidad de armonizar pulsiones y pensamiento en la construcción del orden republicano. A la derecha, el escultor sostiene un busto de Minerva, diosa tutelar de las artes, los oficios y la sabiduría, reafirmando el vínculo entre creación material y conocimiento simbólico.

La escena condensa una alegoría del trabajo como acto intelectual y cultural, donde la técnica no se limita a la producción, sino que se proyecta como forma de pensamiento y expresión cívica.[2]

 

 

Una vez más, el relieve nos propone una lectura en clave de transformación: la fundición se presenta como metáfora del trabajo colectivo, cuyo resultado es la conformación simbólica de la vida nacional. Esta operación visual, que convierte la materia en significado, revela la mano de un verdadero alquimista escultórico.

Al regresar a las imágenes centrales de la fachada, observamos al joven que domina los pumas —figuras que evocan la “vía seca” de la alquimia, aquella espiritual, rápida y ascendente— flanqueado por las representaciones de una mujer y un hombre. Curiosamente, no son las figuras las que se invierten, sino las columnas que las acompañan, lo que sugiere una alteración deliberada en el orden simbólico.

El hombre aparece desnudo, sin herramientas ni armas: es el ser que llega por sí mismo, despojado, en estado puro. Su presencia remite a una idea de iniciación, de retorno a la esencia. Las rosas que adornan la escena refuerzan esta lectura alquímica: símbolo de transformación, belleza interior y conocimiento oculto, la rosa opera aquí como emblema del tránsito espiritual.

Como en otras composiciones del conjunto, se reitera la presencia de los números 3 y 7, claves en la simbología esotérica y alquímica. Ambos están asociados al equilibrio, la perfección y los ciclos de iniciación, reforzando la idea de que el conjunto escultórico no solo comunica valores republicanos, sino también una cosmovisión más profunda, donde el arte se convierte en vehículo de sabiduría cifrada.

El conjunto de relieves de Arístides Bassi en la fachada posterior del Palacio Legislativo no se limita a una función ornamental: constituye un discurso visual complejo, donde se entrelazan alegorías republicanas, referencias esotéricas y símbolos de transformación. Cada escena, cuidadosamente compuesta, articula valores fundacionales –educación, trabajo, justicia, libertad de expresión- con elementos de una cosmovisión más profunda, en la que el arte opera como mediador entre lo material y lo espiritual.

La secuencia escultórica propone una pedagogía cívica en piedra, que guía al espectador a través de un proceso de iniciación simbólica: desde la transmisión del conocimiento hasta su democratización; desde la fuerza bruta hasta su sublimación racional; desde el oficio técnico hasta la creación consciente. En este recorrido, el Palacio Legislativo se convierte no solo en sede del poder institucional, sino en espacio de memoria, reflexión y formación ciudadana.

Así, la obra de Bassi trasciende su tiempo y su función decorativa, inscribiéndose como parte integral del imaginario republicano uruguayo. Su lenguaje escultórico, cargado de significados visibles y ocultos, nos recuerda que la nación no se construye solo con leyes, sino también con símbolos, relatos y formas que interpelan la sensibilidad colectiva.

Palacio Legislativo IV                                                                                               Palacio Legislativo VI


[1] Arístides Bassi- Nación en Italia en 1875, se establece en Montevideo en 1914. Uno de los autores al monumento de los inmigrantes en Nueva Helvecia. Otras obras están por ejemplo en la casa del Partido Colorado: un Hermes de mármol con el retrato de José Batlle y Ordóñez, busto del Dr. Alfredo Vidal y Fuentes (Ministerio de Salud Pública), retrato de Madame Curie; mausoleo de Gustavo Saint Bois (Cementerio del Buceo) y mausoleo de Scanavino Brena (Cementerio Central). Fallece en Montevideo en 1942.

[2] En la mitología romana Minerva es la diosa de la sabiduría, las artes, las técnicas de la guerra, además de la protectora de Roma y la patrona de los artesanos. Se corresponde con Palas Atenea en la mitología griega, con notorias vinculaciones con el esoterismo.

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