DÍA DE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN DE PENSAMIENTO
SE DECLARA EL 20 DE SETIEMBRE DE CADA AÑO
Ley 17.778
la libertad de conciencia, la
igualdad social, la solidaridad y el laicismo.
“Persuadidos de que es deber de todo hombre libre combatir por la
libertad donde quiera que asome la tiranía, sin distinción de tierras ni de
pueblos, porque la libertad es el patrimonio de la humanidad, no han seguido
sino la voz de su conciencia al ir a pedir un arma a los hijos de esta tierra
para dividir con ella los peligros que la amenazan”.[1]
El papel que cumplió Garibaldi en
la Unidad Italiana, lo lleva a ser una de las personas más queridas por estos
lares.
La figura de Garibaldi era
recordada todos los años, proponiendo grandes manifestaciones y festejos en
conmemoración del 20 de setiembre de 1870:
“...Garibaldi, el cruzado de la libertad en ambos continentes, caudillo
sin sombra del más abnegado patriotismo, dictador de la Italia Meridional,
brazo y acción del partido unitario proclamado por las multitudes y adorado por
el ejército, y que renuncia sin embargo a los ideales republicanos que lo
destinaban a las mayores alturas de los sucesos, para poner sus fuerzas al
servicio del que llama jefe del reino futuro y titula así el primer parlamento
general de Turín el año de 1861”.[2]
Fue uno de los héroes que
provocaron la caída de Roma:
“...día en que cayeron definitivamente del trono romano los jefes de la
iglesia temporal; de festejar el aniversario de la total redención y unidad
política de una nacionalidad despedazada, Italia ...la memoria augusta de José
Garibaldi, el sencillo héroe republicano, el grande y noble campeón de todas
las santas causas en este siglo de general descreimiento, ligado a la libertad de
su patria por acontecimientos trascendentales e imperecederos, ligado a
nuestra libertad por los azares gloriosos del sitio de Montevideo, relacionado
con la libertad universal por los ideales comunes a las agrupaciones
contemporáneas.
Garibaldi
ha sido la personificación más selecta, que ha podido concebir nuestra edad, de
los principios de la democracia; él, puede decirse, era el mismo principio
liberal en acción; el apóstol de una religión nueva, de la cual se constituyó
en cruzado, derramando su sangre por el espacio de dos continentes, hasta que
la vejez, obligándole al descanso que un día solicitan las almas más generosas,
lo hizo buscar el refugio de una isla apartada donde murió...”.[3]
Tanto Florencio Aragón y Etchart
como Julio María Sosa en setiembre de 1900 responderán al diario El País[4]
que atacaba el entusiasmo ante el levantamiento de una estatua de Garibaldi.
En Colonia.
Julio María Sosa defenderá a
Garibaldi en contraposición a la actitud del partido de Oribe:
“Salvo honrosísimas excepciones, los nacionalistas brillaron por su
ausencia en la manifestación popular que, en homenaje a la memoria del general
Garibaldi, realizóse el viernes. Era de esperarse, sin embargo, que esa
abstención se produjera, si se tiene en cuenta las opiniones vertidas por “El
País” en un artículo que sólo se distingue por su fraseismo rimbombante y por
el sello partidario que convierte cada uno de sus párrafos en un desahogo de
rabias importantes contra un héroe que no pertenece a su leyenda histórica y
que, por el contrario, es símbolo de glorias perdurables para los herederos de
los ideales de la libertad que irradiaron la luz de nuevas auroras desde lo
alto de las almenas improvisadas de la Nueva Troya Americana.
En Montevideo.
...La
libertad no necesita intérpretes: habla al alma más que a la inteligencia. Y
Garibaldi, que era todo corazón, todo sinceridad, todo entusiasmo altruista y
desinteresado, llevaba en sí mismo la integración de la libertad, que era su
culto en todas partes. … Vino a Montevideo, sabiendo que aquí peligraba la
libertad y que del otro lado del Plata la tiranía preparaba el malón definitivo
sobre nuestro país y sobre nuestra independencia. …. “Yo no daría mi título de
legionario ni por todo el oro del mundo”, exclamaba Garibaldi pocas horas
después del triunfo en San Antonio. Es que sabía que las glorias de la Defensa
eran las glorias de la libertad; es que profetizaba sus triunfos posteriores
usando la misma camiseta roja con que aprendió a ser héroe en la escuela
popular de la Defensa”.[5]
En Salto.
Sin
duda esa gesta del 20 de setiembre, marca un mojón dentro de la masonería, y es
una impronta que en el Uruguay laicista esta presente y es recordada con
diferentes actos.
Monumento en la
ciudad de Dolores-Soriano
La casa
de Garibaldi en Montevideo, hoy museo.
[1] Traversoni, Alfredo- Entre el liberalismo y el nacionalismo. En
Revista Reflexiones del batllismo.
Nº 5. pág. 12.
[2] 20 de setiembre. El Día. Setiembre, 19 de 1891.
[3] La manifestación de mañana. El Día. Setiembre, 24 de 1892.
[4]
No se debe de confundir el nombre de El
País, con el actual diario, ya que a lo largo del siglo pasado varios
fueron los órganos de prensa denominados de esa manera.
[5] La apoteosis a Garibaldi y el Partido
Nacional. El Día. Setiembre, 24
de 1900.
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