Claves para entender a los Maestros

29 junio 2016

Pedro Figari Solari

Pedro Figari Solari
29 de junio de 1861 – 24 de julio de 1938
Montevideo

Hijo de Juan Figari de Lázaro y Paula Solari, ambos inmigrantes genoveses.
 
Caricatura realizada por Jaime Clara
Abogado, político y pintor.

A los 29 años asistió a clases de pintura con el maestro italiano Goffredo Sommavilla, pero no fue hasta 1918 que dio rienda a su vocación pictórica.



En 1885 se recibió de Doctor en Jurisprudencia en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de la República. Se publicó su tesis de grado, Ley Agraria. Al año siguiente se casó con María de Castro Caravia y viajó por primera vez a Europa.

En 1887 nació su primera hija, Isabel, que fallece a poco tiempo de nacer y luego vendrán María Elena, Mercedes, María Margarita, María Delia, Juan Carlos, María Isabel, Emma y Pedro. 

En 1893 comenzó su actividad periodística fundando y co-dirigiendo el diario liberal colorado El Deber

En 1895 emprendió la defensa del alférez Enrique Almeida, acusado falsamente de un asesinato cometido en la esquina de las calles Chaná y Arenal Grande. La causa le insumió cuatro años de trabajo, pero develó finalmente la inocencia de Almeida.

En 1896 publicó Causa célebre. El crimen de la calle Chaná, vindicación del Alférez Enrique Almeida, donde dejó al descubierto los intereses de la prensa obstinada en inculpar a Almeida.

En 1897 fue electo diputado del Partido Colorado por el departamento de Rocha y en 1900 y 1902 por Minas. En esos años presentó un proyecto de ley para la creación de una escuela de Bellas Artes, se desempeñó como Consejero de Estado, fue nombrado abogado asesor del Departamento Nacional de Ingenieros, integró del Consejo Penitenciario y presidió el Ateneo de Montevideo, desde donde impulsó proyectos culturales.

Durante la revolución de 1904 fue nombrado Presidente de la Junta Central de Auxilios creada por José Batlle y Ordóñez para proveer asistencia médica a los heridos luego de las batallas.

En 1905 publicó en el diario El Siglo veintidós artículos que fueron definitorios para la abolición de la pena de muerte en Uruguay en 1907. Entre 1910 y 1911 publicó en el diario La Razón diecinueve artículos bajo el título “El momento político”. Figari utilizó la prensa para dar a conocer y exponer públicamente su punto de vista sobre temas políticos, de educación y arte.

En 1912 publicó en Montevideo su ensayo filosófico a tres tomos Arte, estética, ideal que le insumió dos años de dedicación casi total, el mismo fue traducido al francés por Charles Lesca, publicado en París en 1920 con prólogo de Henri Delacroix y reeditado en 1926 prologado por Désiré Roustan.

En 1915, desde la dirección de la Escuela de Artes y Oficios, propuso nuevos talleres en régimen mixto, orientados a capacitar no solo en la técnica de los oficios sino a vincular la industria y el arte con una identidad americana, fomentando “la mentalidad nacional con criterio propio”. 

Fue recién a partir de 1918, luego del fracaso de su proyecto educativo y de separarse de su esposa, que decide dedicarse a la pintura. Tenía casi 60 años y unos pocos apuntes al óleo, retratos y acuarelas realizados en los ratos libres de su juventud. En poco tiempo afianzó su vocación artística y en 1921 partió con cinco de sus hijos a Buenos Aires para dedicarse exclusivamente a pintar. Encontró en Buenos Aires el ambiente propicio y el estímulo para desarrollar sus temas. Se vinculó al círculo de intelectuales que trabajaban en la revista porteña Martín Fierro, que le brindaron un apoyo incondicional. Entre otras personalidades del ambiente trabó amistad con Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Raúl Monsegur, Manuel Güiraldes y Ricardo Güiraldes.

Estrella de la Orden


En 1921 realizó su primera exposición en la Galería Müller junto con su hijo Juan Carlos Figari Castro.

En 1925 se trasladaron a París, expuso en la Galería Druet y pronto comenzó el reconocimiento que lo consagrara como uno de los más importantes pintores del Río de la Plata. En su taller de París lo visitaron los más ilustres artistas e intelectuales del momento, como los escritores Jules Supervielle, Paul Valéry, James Joyce, Jules Romains, Alejo Carpentier y los pintores Pierre Bonnard, Édouard Vuillard, Pablo Picasso, Joaquín Torres García, Ignacio Zuloaga y Fernand Léger.


En 1927 el Ministerio de Relaciones Exteriores lo nombró miembro de la misión especial ante el Rey Jorge V de Inglaterra con el rango de Ministro Plenipotenciario, poco después recibió la Orden del Imperio Británico en el Palacio de Buckingham.


En 1928, luego del prematuro fallecimiento de su hijo Juan Carlos, publicó el ensayo poético con acotaciones gráficas El Arquitecto, escribió una serie de cuentos y la novela utópica Historia Kiria que fue publicada en 1930 en París

En 1933 regresó a Montevideo con una enorme producción pictórica.

En 1938 realizó su última exposición en Buenos Aires y pocos días después falleció en Montevideo. Sus restos descansan en el Cementerio Central.

Su destacada labor como abogado, político, periodista, escritor, pedagogo y humanista hacen imposible disociar el contenido y la riqueza de sus pinturas de las demás facetas que nutrieron su acción y pensamiento.

Fue un ferviente defensor de la vida humana, para él el más preciado tesoro del hombre, bregando sin desmayo desde su banca de legislador por la abolición de la pena de muerte, ya que como masón, su alma se estremecía cada vez que una vida humana era segada por la mano del hombre.


Decía al respeto el Hermano Figari: “El cáncer social del crimen, como se llama rumbosamente a ese flagelo del cual solo nos acordamos cuando nos duele, no habrá de curarse a pesar de los buenos oficios del verdugo de ese conspicuo facultativo a quien se confía tan alta misión y a quien repudiamos tan cordialmente”.


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La Masonería nacional lo contó entre sus integrantes y a la cual honró con su presencia. Habiendo sido miembro activo de la Logia Caridad. [1]







Bibliografía:




[1] Gran Logia de la Masonería del Uruguay- Biografías masónicas orientales. Tomo I. Montevideo. 1991. p. 61.

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