CARTA ENCÍCLICA
NON ABBIAMO
BISOGNO
DEL SUMO PONTÍFICE
PÍO XI
ACERCA DEL FASCISMO Y LA ACCIÓN CATÓLICA
A LOS VENERABLES HERMANOS PATRIARCAS, PRIMADOS,
ARZOBISPOS, OBISPOS DEMÁS ORDINARIOS EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA SEDE APOSTÓLICA
Venerables hermanos: salud y bendición apostólica
En presencia y bajo la presión de estos acontecimientos
hemos sentido Nosotros la necesidad y el deber de dirigirnos a vosotros, y por
decirlo así, llegar en espíritu a cada uno de vosotros, venerables hermanos, en
primer lugar, para cumplir un grave y urgente deber de reconocimiento
fraternal; en segundo lugar, para satisfacer un deber, no menos grave y no
menos urgente, de defender la verdad y la justicia en una materia que, como se
refiere a los intereses y a los derechos vitales de la Iglesia, os interesa
también a todos y cada uno de vosotros en particular en todas las partes en que
el Espíritu Santo os ha colocado para gobernarla en unión con Nosotros; en
tercer lugar, Nos queremos exponeros las conclusiones y reflexiones que los
acontecimientos parecen imponer; en cuarto lugar, confiaros Nuestras
preocupaciones para el porvenir; y, finalmente, os invitaremos a compartir
Nuestras esperanzas y a rogar con Nos y con el mundo católico por su
realización.
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14. No queremos omitir esta otra garantía de la religiosidad
apolítica de la Acción Católica, religiosidad bien conocida de vosotros,
venerables hermanos, Obispos de Italia: la garantía consiste y consistirá
siempre en la absoluta dependencia de la Acción Católica del Episcopado, al
cual pertenece siempre la elección de sacerdotes asistentes y el
nombramiento de los Presidentes de las Juntas diocesanas; de donde
claramente se deduce que al poner en vuestras manos y al recomendaros las
Asociaciones indicadas, Nos no hemos ordenado ni dispuesto nada nuevo
substancialmente. Después de la disolución y desaparición del Partido Popular,
los que pertenecían ya a la Acción Católica, continuarían perteneciendo a ella,
sometiéndose con perfecta disciplina a su ley fundamental, es decir,
absteniéndose de toda actividad política; y esto es lo que hicieron también los
que entonces solicitaron su admisión.
¿Con qué justicia y con qué caridad hubiéramos podido
excluirlos, ya que se presentaban con las cualidades referidas, sometiéndose
voluntariamente a esta ley de apoliticidad? El régimen y el partido, que
parecen atribuir una fuerza tan temible y tan temida a los miembros del Partido
Popular en el terreno político, deberían mostrarse agradecidos a la Acción
Católica, que ha sabido retirarlos de este terreno y los ha obligado a prometer
no ejercitar ninguna actividad política, sino exclusivamente una actividad
religiosa.
Nosotros, por el contrario, Nosotros, la Iglesia, la
religión, los fieles católicos (y no solamente el Romano Pontífice), no podemos
estar agradecidos a quien después de haber disuelto el socialismo y la masonería, nuestros enemigos declarados (pero no
sólo de Nosotros), les ha abierto una amplia entrada, como todo el mundo lo ve
y lo deplora, y ha permitido que lleguen a ser tanto más fuertes y peligrosos
cuanto más disimulados y más favorecidos por el nuevo uniforme.
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32. Nos creemos, por otra parte, que hemos hecho una obra
útil a la vez al partido mismo y al régimen. ¿Qué interés puede tener, en
efecto, el partido en un país católico como Italia en mantener en su programa
ideas, máximas y prácticas inconciliables con la conciencia católica? La
conciencia de los pueblos, como la de los individuos, acaba siempre por volver
a sí misma y buscar las vías perdidas de vista y abandonadas por un tiempo más
o menos largo.
Y que no se diga que Italia es católica, pero anticlerical,
aunque lo entendemos solamente en una medida digna de particular atención.
Vosotros, venerables hermanos, que vivís en las grandes y pequeñas diócesis de
Italia en contacto continuo con las buenas poblaciones de todo el país, sabéis
y veis todos los días de qué manera son, si no se las engaña y no se las
extravía, y cuán lejos están de todo anticlericalismo. Todo el que conoce un
poco íntimamente la historia de la Nación sabe que el anticlericalismo ha
tenido en Italia la importancia y la fuerza que le confirieron la masonería y el liberalismo que la gobernaban. En
nuestros días, por lo demás, el entusiasmo unánime que unió y transportó de
alegría a todo el país hasta un extremo jamás conocido en los días de los
convenios de Letrán, no hubiera dejado al anticlericalismo medios de levantar
la cabeza, si al día siguiente de estos convenios no se le hubiera evocado y
alentado. En los últimos acontecimientos, disposiciones y órdenes se le ha
hecho entrar en acción y se le ha hecho cesar, como todos han podido ver y
comprobar. Y sin duda alguna hubiera bastado y bastaría siempre para
conservarle la centésima o la milésima parte de las medidas aplicadas a la
Acción Católica y coronadas recientemente de la manera que todo el mundo sabe.
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Roma, en el Vaticano, en la solemnidad de los Santos
Apóstoles San Pedro y San Pablo, 29 de junio de 1931.
PÍO PP. XI
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