Discurso del Sr. Presidente de la República Oriental del
Uruguay Dr. Tabaré Vázquez Por invitación de la Confederación Masónica Interamericana
10 de agosto de 2018
VIOLENCIA Y SU INFLUENCIA EN LA SOCIEDAD ACTUAL
Permítanme comenzar con cuatro citas y una pregunta: Primera
cita: “Y aconteció que estando ellos en
el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel y le mató”. Libro del
Génesis, capítulo 4, versículo 8. Segunda cita: “La violencia es padre y rey de todo”. Heráclito (aprox. 500 años
antes de Cristo) Tercera cita: “La
violencia es la partera de toda sociedad vieja preñada de una nueva”. Karl
Marx, El Capital, Tomo 1, Cap. 24. Cuarta cita: “La violencia es la expresión más contundente del poder”. Hannah Arendt, Introducción a su ensayo “Sobre la violencia”, 1970. La pregunta
(que también es una cita): ¿Cómo puede ser entonces que se presente a la
violencia como un problema nuevo, surgido casi ayer? ((Jean Marie Domenach en “La violencia y sus causas”, publicación
colectiva de UNESCO, 1981)) Aunque las referencias son contundentes, no es mi
ánimo escudarme en ellas. Las mismas no son excusas ni atenuantes, pero
evidencian una realidad que nos acompaña desde siempre, más allá de cosmogonías,
mitologías y leyendas. Pero... ¿se trata de un acompañamiento, solamente? No;
la violencia no es una entidad ajena que nos acompaña; la violencia está en
nosotros, es inherente a la naturaleza humana como también lo son el amor, la
compasión, la esperanza, el desánimo, la razón, la pasión, la resignación o la
voluntad de cambio. Aceptar que la
violencia nos constituye, aunque nos duela, nos ayuda en la difícil tarea de
mitigarla. También es pertinente aceptar lo que podría denominarse la
ambigüedad de la violencia. Sé que la
expresión puede parecer polémica, pero lo cierto es que, a lo largo de la
historia, en diferentes momentos e incluso dentro de una misma época
dependiendo de las circunstancias, la violencia no siempre es condenada. Así,
por ejemplo, en las lenguas latinas no había distinción entre “fuerza” y “violencia” y en las tragedias griegas ésta es presentada como
producto de una desmesura o locura de inspiración divina. Allí la violencia
expresa y transgrede lo divino, por eso no se la condena en sí misma sino en
sus consecuencias. Recién a fines del siglo XVIII -es decir, apenas ayer…- la
civilización occidental comienza a acuñar el concepto de violencia desde tres
aspectos principales:
·
El (aspecto) psicológico: la violencia como
explosión o ejercicio de fuerza latente o inducida que cuenta con un componente
de insensatez y cuya intención es causar daño o perjuicio a personas o bienes.
·
El (aspecto) moral: la violencia como agresión a
la libertad y los bienes de otra persona.
·
El (aspecto) político: empleo de la fuerza para
conquistar el poder o dirigirlo hacia fines espurios.
Por razones de tiempo no profundizaré en estos
aspectos. Pero a modo de ejemplo de su
complejidad así como de la diversidad de
visiones existentes en cada uno de ellos digamos que en lo que refiere al
aspecto psicológico están desde quienes
sostienen que la violencia obedece a razones neurofisiológicas y bioquímicas
que condicionan el comportamiento humano
hasta quienes afirman que la violencia es resultado de un aprendizaje y
por lo tanto susceptible de ser transformado por la sociocultura, pasando por
quienes consideran la agresividad como una respuesta elemental a un estímulo
doloroso. Asimismo, basta agregar a los ya citados Karl Marx y Hannah Arendt, a
Friedrich Hegel que reconocía a la violencia como condición previa
indispensable para la humanización de las relaciones interpersonales e internacionales,
o a George Sorel, que entendía que la fuerza es burguesa y la violencia es
proletaria… Para tener una idea de la complejidad y diversidad del aspecto
moral de este concepto. ¿Qué decir sobre el aspecto político? También con su
multiplicidad de miradas (Ej: nazi/fascismo, foquismo, terrorismo, Khmer Rojo,
Brigadas Rojas, Sendero Luminoso, etc.) la visión política parece haber sido la
predominante en el siglo XX, como denota el Diccionario Filosófico de André
Lalande: “violencia: empleo ilegítimo o
por lo menos ilegal de la fuerza” ((André Lalande Francia, 1867/1963).
Catedrático de Filosofía en La Sorbonne. Su Diccionario Filosófico se publicó
en fascículos entre 1902 y 1923. Y a partir de 1926 se sucedieron decenas de
ediciones en distintos idiomas)). Lejos de ser casual o antojadizo, y aunque
parezca paradojal, el predominio de esta concepción política de la violencia se
vincula directamente al fortalecimiento -no sin sobresaltos, por cierto- de los
valores de libertad, democracia y ciudadanía a lo largo del siglo pasado. En
tanto, cada individuo es un ciudadano y sujeto de derechos, la violencia excede
el componente coactivo del Estado e incluso a la fuerza como tal; por lo que
debe ser combatida y superada. También han de ser combatidas y superadas “otras violencias” que surgieron o se
están visibilizando más recientemente. Sin pretender mencionarlas todas ni
desconocer a las que no nombraré,
menciono la violencia del terrorismo, la violencia del narcotráfico, la
violencia de la discriminación (étnica, religiosa, sexual, etc.), la violencia
doméstica (la de género, por cierto, pero también la de edad o capacidad), y
hasta la violencia institucional, la
violencia estructural, la marginación y
la pobreza… Denunciadas por una instancia
tan insospechable de anarquismo como la Asamblea General del Consejo Episcopal
Latinoamericano, celebrada hace (…apenas…) 50 años en Medellín: ((“América Latina se encuentra, en muchas
partes, en una situación de injusticia que puede llamarse de violencia
institucionalizada… No debe extrañarnos, pues, que nazca en América Latina la
tentación de la violencia. No hay que
abusar de la paciencia de un pueblo que soporta durante años una condición que
difícilmente aceptarían quienes tienen una mayor conciencia de los derechos
humanos”. Fragmento de la Declaración Final de la Conferencia Episcopal de
Medellín, setiembre 1968)) Hay que prevenir, combatir y superar la violencia.
Sobre esto no hay dudas y existe unanimidad de opiniones. Pero… ¿cómo? Sería
bueno traducir tal unanimidad en acuerdos estratégicos, políticas sustentables
y acciones con resultados tangibles. No
dudo que es un deseo también unánime, pero, así como las unanimidades no caen
del cielo, sino que se construyen desde el suelo, también creo necesario
construir esos acuerdos estratégicos a partir de los cuales diseñar políticas
sustentables e instrumentar acciones concretas. ¿Sobre qué bases
construirlos? Nadie tiene los planos
perfectos y definitivos para ello, pero hay algunas pistas que en mi opinión
podrían orientar a todos en esa tarea.
Referiré a ellas brevemente.
1. No entretenernos intentando comparar si hoy hay más o
menos violencia que en el pasado. Ello no nos lleva a ninguna parte porque,
entre otras razones y como ya hemos visto, aunque la violencia viene de lejos la
conciencia de la misma y su condena son novedades relativamente recientes en la
larga historia de la humanidad.
2. Asumir lo que anteriormente referimos como la “ambigüedad de la violencia”. O dicho de otra manera: tal es el grado y
diversidad de acciones catalogadas de violentas que en la actualidad es
pertinente hablar de violencias y no de violencia como lo hacían enfoques
tradicionales que se encargaban de estudiar el problema. En términos generales,
las violencias que se desarrollan en la sociedad tienen actores, formas y
móviles variados y multicausales. Cada una de ellas se gesta en escenarios
específicos –familia, barrio, localidad, región,… - que dan lugar a expresiones
que tienen un rostro común característico. De esa manera se presentan
violencias que podrían ser catalogadas de la siguiente forma ((Según: Rivera
Véez, Félix: “Violencia y seguridad
ciudadana”. Revista Iconos de
FLACSO/Ecuador, Nº 7)):
a) Violencias políticas que provienen de agentes sociales
organizados que buscan modificar, sustituir o alterar el orden institucional
vigente existente, o la generada por aquellas situaciones que restringen la
legitimidad, la representación y la participación de distintos componentes de
la población. Este tipo de violencias,
por lo general, están asociadas a regímenes autoritarios, democracias deficitarias
y excluyentes o segmentos de la sociedad que no han podido concretar sus
demandas de diverso cuño frente al Estado. En una sociedad existen normas,
leyes e instituciones que rigen nuestro relacionamiento. Este ordenamiento
implica necesariamente la existencia de derechos y obligaciones de los
individuos. Un binomio fundamental que nos permite, al mismo tiempo que
respetamos a quienes conviven con nosotros, ser respetados. ¿Cómo surge la
violencia en ese contexto? Surge cuando se rompe esta relación. Cuando solo
tenemos derechos y ninguna obligación, surge la violencia. Cuando solo tenemos
obligaciones, y ningún derecho, también sobreviene la misma. Este equilibrio
perfecto debe ser garantizado por el Estado y defendido por todos nosotros.
Para ello, resulta de capital importancia el desarrollo de la educación;
educación para todos, educación en derechos… y también en obligaciones.
b) Violencias económicas que surgen de los mercados ilegales
donde se trafica y comercia todo tipo de productos –armas, drogas, vehículos, bienes,
obras de arte, electrónica, sexo,-; la industria del secuestro o del sicariato
–también vinculadas con las violencias políticas; así como las que se desprenden de la
aplicación de un modelo económico concentrador y excluyente de la riqueza que
deviene en una polarización socioeconómica entre la población de una sociedad
determinada.
c) Violencias intrafamiliares que se manifiestan por las
condiciones culturales, las relaciones asimétricas de poder y decisión, la
composición demográfica, entre otras cuestiones, al interior de un núcleo
familiar que tiene un cambio y dinámica aceleradas. En este tipo de violencias existe una fuerte
relación entre condiciones económicas mínimas de sobrevivencia y el factor
cultural.
d) Violencias sociales, llamadas comunes o internalizadas,
que dan cuenta de la descomposición de los niveles mínimos de convivencia
ciudadana y que se expresa en la pérdida de valores que cohesionan a la
sociedad en distintos ámbitos cotidianos. Este tipo de violencias, aunque son
menos sustentadas en la fuerza y la coerción, representan actos constantes que
vulneran a las instituciones y su gestión dentro de la sociedad. La corrupción en distintos grados, el acoso
sexual, la segregación, la discriminación y el racismo son un tipo de
violencias, unas más simbólicas que otras, pero que en definitiva merman la
capacidad de desenvolvimiento de los individuos en el colectivo.
e) Las violencias que aún no visualizamos como tales, pues
recordemos que hasta no hace mucho tiempo y para muchos, la venganza, el
castigo ejemplarizante, el racismo, o el maltrato verbal no eran manifestaciones
de violencia. El tiempo pasa y las cosas
cambian. Todos los tipos de violencia presentan diversos grados de interacción
en distintos ámbitos de la vida social ya que no son aislados. Por ese motivo es
necesario diseñar un sistema de políticas públicas que combata a la
violencia/las violencias en varios frentes, aspecto importante que se presenta
como una tarea prioritaria a ser desarrollada en las agendas de diversos
organismos, públicos y privados, para lograr mejores niveles de convivencia
ciudadana y de respeto a los derechos en tanto factores de dignidad y
convivencia humana y ética de la democracia.
En eso estamos, porque asumir la violencia como entidad diversa no
significa resignarse a ninguna de sus modalidades. Por el contrario. Y en eso
seguiremos, porque creemos que en esta opción radica el mejor futuro posible.
Vuelvo a las pistas para instrumentar acciones concretas. 3. la violencia es
una relación social particular. Debe ser entendida más allá del comportamiento
patológico de las conductas individuales y ser concebida a partir de un tipo
particular de relación social cuya sustancia es, al fin y al cabo, cómo y sobre
quiénes se manifiesta el poder. Una concepción de este tipo permite conocer la
organización del delito, las distintas formas y tipos de violencias, las
motivaciones delictivas, el proceso o ciclo de la violencia y, por sobre todo,
servir de sustento para diseñar políticas públicas que abarquen todas las fases
del proceso. Pero también entender que hay una cultura de la violencia que
tiende a profundizarse en contextos donde prevalece la inequidad, la
concentración de la riqueza, la corrupción, la impunidad y un sistema social
deficitario en términos de democracia.
4. La violencia es un proceso. No es un hecho puntual que
concluye con una víctima y un victimario, porque hay etapas anteriores y
posteriores que son parte de ese proceso.
Esto significa que se debe tener en cuenta los niveles que se establecen
para todas y cada una de las fases del proceso de las violencias: por ejemplo,
a. para el nivel perceptivo, disponer de equipamientos,
servicios, criterios éticos y disposiciones legales coadyuvantes a prevenir la
violencia. Por ejemplo: un espacio público debidamente iluminado y vigilado,
ayuda a prevenir la violencia. Que los medios de comunicación masiva no hagan
de la violencia un espectáculo ni un negocio, también ayuda en el mismo
sentido.
b. para el nivel preventivo es necesario investigar si el
Estado ha diseñado jornadas educativas continuas en distintos segmentos
poblacionales y centros educativos;
c. para el nivel de control, estimar si existe eficiencia en
la policía nacional y otras instituciones a través de la ejecución de programas
de modernización y capacitación de sus elementos en áreas sensibles como los
derechos humanos. En el sistema judicial, investigar si este organismo se
desempeña con una adecuada tecnificación y transparencia de sus distintas
instancias;
d. y para el nivel de rehabilitación, establecer si los
mecanismos de supervisión de las actividades de los detenidos dentro de los
centros de rehabilitación social son procedentes y están de acuerdo a una
verdadera política de inserción laboral y social. De esa forma, la comprensión
del problema de la seguridad ciudadana deberá versar sobre el conjunto del
proceso y ciclos de la violencia. Esto significa que todas y cada una de las
etapas y niveles tienen que ser entendidas, pero teniendo en cuenta que la
percepción y la prevención son un dique para las posteriores.
5. Así como promover la
salud no es asunto de médicos solamente, prevenir y erradicar la
violencia no es asunto exclusivo de policías y cuerpos de seguridad. La
sociedad en su conjunto ha de involucrarse en esa tarea, y ha de hacerlo en clave
de equidad social, cultura ciudadana, participación y concertación social. O lo
que es lo mismo: igualdad de oportunidades ante la ley y ante la vida,
educación, trabajo, bienestar, ciudadanía (como sistema de derechos y también
de responsabilidades), justicia y democracia. Sé que por ser tan repetidos estos conceptos a
veces pierden fuerza y contenido, pero
ni la democracia, ni la ciudadanía, ni la justicia, ni los derechos, ni el
trabajo decente, ni la integración social, ni la educación de calidad, ni la
vida saludable, ni el hábitat decoroso
son palabras solamente. Son causas concretas y factores necesarios para
dignificar la vida humana!!
6. Me referí a la violencia/s y a los medios de comunicación
masiva. En esta penúltima consideración quiero volver a esa referencia. Existen
numerosas investigaciones sobre las consecuencias de la violencia en los medios
de comunicación de masas, especialmente el cine y la televisión, y sobre las
tendencias de los espectadores a la violencia. Los resultados son unánimes y
podrían sintetizarse en la tan manida frase (atribuida al dramaturgo griego
Esquilo, siglo V a.C.) “la violencia
engendra violencia”. Es verdad: el bombardeo de imágenes, escenas, alusiones e
informaciones que recibimos día a día desde los medios de comunicación masiva
es terrible, por no decir obsceno y contribuye a generar inseguridad y,
seguramente, más violencia. Pero también
es cierto que los medios de comunicación reflejan actitudes ya dominantes ante
la violencia, una auténtica subcultura de la misma. Entonces: ¿causa o síntoma
de violencia? No culpemos a los medios de comunicación de lo que es
responsabilidad de la sociedad en su conjunto. Ello, por supuesto, no exime a
los medios de sus responsabilidades. Los medios de comunicación social
contribuyen a establecer agendas en sus aspectos social y político.
Seleccionan, organizan, destacan, definen y amplían. Comunican significados y
perspectivas, ofrecen soluciones, relacionan a ciertos grupos con ciertos tipos
de valores y de conducta, crean ansiedad y legitiman o justifican el status quo
y los sistemas de mantenimiento del orden social. Hace algunos años el sociólogo estadounidense
Marchall Clinard, al escribir sobre la prensa y la delincuencia sostenía que: “al prestar una constante atención a la criminalidad,
es probable que los periódicos contribuyan de manera importante a centrar
nuestra cultura en el crimen. Como consecuencia, muchas veces parece que
hubiera más delitos que los que hay en realidad” ((Halloran, James, et.
al.: “Los medios de comunicación social: ¿causa o síntoma de la violencia? Publicación colectiva de UNESCO, 1981)). En
efecto: no hay que descartar la hipótesis que lo que se lee en los periódicos,
se oye por la radio y se ve en la televisión pueda influir en las ideas del
público sobre la índole y la extensión de la violencia en nuestra sociedad.
Dicho académico británico, consultor de UNESCO y director del Centro de
Investigaciones sobre Medios de Comunicación –señala: “Hace algunos años unos estudios realizados en los Estados Unidos
indicaban que las ideas del público sobre la frecuencia y el tipo de
criminalidad en la comunidad dependían más de las informaciones periodísticas
que del número real de delitos, según las estadísticas de la policía”.
¿Solamente en Estados Unidos? No es una excusa ni un atenuante, es una pregunta
que amerita una respuesta seria y objetiva que muy probablemente nos conduciría
a otra pregunta exigente y cuya respuesta podría resultar incómoda: ¿por qué y
para qué?.... Séptima y última consideración: superar la violencia no es
suficiente para alcanzar la paz social. Así como la salud no es solamente la
ausencia de enfermedad, “estar en línea”
o “sentirse bien”, la paz es bastante más que la ausencia de violencia,
“tolerar” o “coexistir” con los demás.
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