Claves para entender a los Maestros

15 agosto 2020

Oraciones masónicas V

 

Oraciones masónicas V 

Oración hecha por el capellán de la Logia · en sesión dedicada a San Juan Evangelista

 

A.·. U.·., la confianza que vuestra bondad y prudencia me inspiran y la necesidad de cumplir con la obligación que esta respetable L.·. me ha impuesto, honrándome con el Título de su capellán, me animan a encender mi pequeña luz, no para aumentar los resplandores de las grandes luces de nuestra L.·. sino para llenar mi deber y contribuir al regocijo y solemnidad de esta pequeña, aunque muy augusta función dedicada al Restaurador de la antigua M.·. nuestro Patrón S. Juan


Evangelista; bajo cuya tutela, según la constante tradición y fidedignos documentos M.·. trabajaron desde el principio y consagraron sus L.·. los verdaderos M.·., digo verdaderos, porque no todos los que se cubren con tan respetable manto contribuyen a la reedificación del gran templo del Supremo Arquitecto del Universo, ni al engrandecimiento de aquella nueva y hermosa ciudad, que nuestro tutelar vio en la Isla de Patmos, la cual no necesita de los resplandores del sol ni de la luna, porque es mayor la luz que la ilumina por cuyas puertas no entra nada manchado y hasta los Reyes de la tierra reciben honor y gloria cuando cruzan sus umbrales.

Nosotros A.·. U.·. reunidos para llevar al cabo tan grande obra, debemos trabajar con actividad constancia y fortaleza, para reunir abundantes y escogidos materiales, cuidando de su mejor colocación, que es para lo que nos hemos revestido de los adornos M.·. y no para una vana ostentación, teniendo presente que la joya más preciosa del M.·. es la virtud, verdadera y única fuente de la alegría, de la paz, de la unión, de la gloria y de la felicidad terrena y celestial, y sin la que es imposible mantener ni la armonía M.·. ni civil. Por esto están cerradas nuestras puertas para el vicio y para el crimen que siempre traen consigo el desconsuelo, la pena la desunión, la discordia y la anarquía, y lo que es más la reprobación del supremo Arquitecto del Universo. Por esto los gloriosos H.·. que nos han precedido, pintaron la virtud con símbolos tan bellos e interesantes, como horribles y espantosos los del vicio; sigamos pues sus huellas, y sobre todo las de nuestro tutelar Patrono, que después de haber empleado su larga vida en enseñar a los hombres a vivir en paz y armonía, ilustrándolos y comunicándolos la luz; nonagenario ya en Éfeso solía repetir diariamente a sus discípulos estas memorables palabras, que deben estar grabadas en el corazón de todos los M.·.: Hijos míos amaos unos a otros. Amémonos, pues, mutuamente guiados por nuestra fe, esperanza y caridad, y veremos con santo jubilo crecer y elevarse esta obra grandiosa, y descender sobre nuestros inocentes trabajos las bendiciones del Supremo Arquitecto del Universo. Amen.

 

Fuente: A. G. P., Papeles reservados de Fernando VII, t. 67, fol. 286-287 vto.

 

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