Leyenda del Maestro Hiram
La Biblia caracteriza
a Hiram como una persona llena de Sabiduría, conocimiento y habilidad para
trabajar el oro, la plata, el bronce, el hierro, la piedra, la madera, la
púrpura, el jacinto, el lino y la escarlata, y para grabar toda suerte de
figuras (1 Re. 7:13-14 y 2 Ch. 2:12-13), por lo que revela su total idoneidad
para ejecutar cualquier trabajo que estuviera relacionado con la construcción o
adorno del Templo.
Por ejemplo, Flavio Josefo destaca que Hiram era un artesano “experto en todo trabajo” (Ant. Jud. VIII, III,76). Nuestro personaje fue conceptuado pues como hábil edificador y artífice, aunque alguien ha destacado que Hiram era más artista que constructor o arquitecto. A Hiram también se atribuye la creación de los Mares de Bronce para el adorno el adorno del Templo y la confección de los instrumentos del culto (1 Re. 7:23-50 y 2 Ch. Caps. 3 y 4).
También se expresa que formó las Columnas J y B (1
Re. 7:15-22; 2 Ch. 3:15-17). Nada más dice la Biblia sobre Hiram.
La tradición esotérica considera a Hiram como un
descendiente o Hijo de Caín, que según la Leyenda es hijo de Eva y del demonio
Samael, a quien Dios lo apartó de Eva y por eso a Caín se lo
conoce como el primer “Hijo de la Viuda” (nombre con el que también se conoce
hoy a los Maestros., cuyo descendiente fue Tubalcaín que forjaba
los metales (Gen. 4:22), y ya vimos que Hiram era hijo de
una mujer viuda israelita y también artesano en metales, por lo que
estaba gobernado por el elemento de la Industria, que es el Fuego.
La Masonería considera a Hiram no sólo como un habilísimo
trabajador sino como una persona dotada de Sabiduría y Bondad espiritual,
por lo que une a la perfección operativa la perfección anímica.
La Leyenda de Hiram es por todos conocida, aunque posee
diversas variaciones según los Grandes Ritos o versiones.
https://www.diariomasonico.com/cultura/simbologia/el-m-hiram/
Si bien el arquitecto del Templo de Salomón es un
personaje bíblico que aparece en el Libro de los Reyes del Antiguo Testamento
con rasgos propios, la leyenda referida a su persona, a su obra y a su
simbolismo no aparece en la Biblia. Esto plantea ab initio la cucstión de las
fuentes de la leyenda de Hiram Abbi, hijo de una viuda de la tribu de Neftali,
que es mito central de la Masonería occidental y el núcleo de la leyenda
iniciática del Grado de Maestro. Recordemos que la palabra leyenda es un
término técnico propio del vocabulario iniciático y que, en su sentido
original, significa "lo que debe ser leído", y de ningún modo un
relato fabuloso o inventado.
Una de las versiones de la leyenda de Hiram Abbi que no
aparece en la Biblia fue recogida por el escritor Gerard de Nerval en el barrio
de los orfebres y fundidores de Estambul, y es expuesta en su libro Voyage en
Orient.
Básicamente, la leyenda relata que, ante la imposibilidad
de encontrar dentro del pueblo judío constructores (masones) capaces de
levantar el Templo de Jerusalén, el rey Salomón pidió ayuda al rey Hiram de Tiro,
quien fuera amigo de David, su padre. Hiram de Tiro complació al rey de Israel
enviando materiales y obreros de la construcción al mando del experto
arquitecto llamado Hiram Abbi. Para poder construir el Templo, Hiram organizo a
los albañiles en clases según sus conocimientos y habilidades, de las cuales la
Biblia recoge el nombre de dos de ellas: los Menatschim y los Harodim, que
designaban a los oficiales superiores y a los maestros de las logias.
Durante la construcción del Templo, tres malos Compañeros
impacientes por la demora en ser elevados a la maestría, pretenden arrancar los
secretos del arte a Hiram, por medio de violencia. Un viernes al mediodía,
cuando Hiram Abbi se caminaba al Templo para comenzar sus oraciones, uno de los
malos Compañeros lo asalta en la puerta de Oriente del Templo en construcción y
le exige que le comunique los secretos de la maestría. Ante la negativa de
Hiram, lo golpea fuertemente con una regla.
Herido, Hiram huye hacia la puerta del Mediodía, donde es
asaltado por otro de los malos Compañeros, quien nuevamente le demanda la comunicación
de los conocimientos secretos. Ante una nueva negativa, le aplica un fuerte golpe
con una escuadra.
Ya malherido, Hiram corre hacia la puerta de Occidente,
donde es enfrentado por el peor de los malos Compañeros. quien, ante una nueva
negativa, lo derriba muerto de un mazazo en la frente. Temerosos de que su
crimen sea descubierto, los tres asesinos esconden temporariamente el cadáver
en las afueras de Jerusalén y lo entierran a gran profundidad, colocando una
rama de acacia sobre la tumba, para poder reconocer el lugar
posteriormente.
Ante la ausencia del maestro arquitecto, el rey Salomón envía
a nueve maestros en su busca, en tres grupos de tres. Al cabo de un tiempo, los
maestros descubren el cuerpo de Hiram Abbi e intentan revivirlo, infructuosamente,
por medio del poder de la palabra secreta de los Aprendices. Ante el fracaso,
prueban reanimarlo con la palabra de los Compañeros, con el mismo resultado.
Finalmente, el maestro arquitecto renace a una nueva vida por medio del poder
de la palabra de los Maestros.
Fácilmente, se advertirán los elementos comunes que
aparecen, bajo formas distintas, en los ritos iniciáticos de las diversas
tradiciones ortodoxas que expresan siempre, en una forma u otra, la misma
doctrina subyacente: la muerte y el renacimiento en un estado superior,
previo paso recapitulatorio por los estados interiores, representados por un
descenso al mundo subterráneo, al Hades, al infierno, a una tumba, etc.
La equivalencia de algunos símbolos, a veces muy
diferentes entre sí, muestra la sutileza de la enseñanza iniciática para transmitir
los mismos conocimientos bajo diferentes apariencias. En efecto, el simbolismo
vegetal representado por la acacia alude al proceso de muerte y
renacimiento, pues dicho árbol tiene la particularidad de florecer en invierno
(nos referimos a la familia de las mimosas, representada entre nosotros
por el llamado "aromo", que florece en agosto, invierno en el
hemisferio sur, pero no a las llamadas "falsas acacias"), y tiene su
correlato con el símbolo cosmológico del "Sol de medianoche" de los
misterios egipcios: en ambos casos, se alude a una situación extrema y de
cierta manera "antinatural" que viola la normalidad del orden
exterior esperable, ya que generalmente los vegetales no florecen en invierno
ni el sol brilla durante la noche. Este simbolismo también aparece en el
Evangelio de san Juan cuando se afirma que "la Luz brillo en
medio de las tinieblas"...
Una de las variantes de esta leyenda masónica, citada
por Alec Mellor en su obra Practicas masónicas (Barcelona, AHR,
1 976), refiere que, durante la colada del bronce que se utilizaba para
la fundición de la inmensa pileta para abluciones que era conocida como el Mar
de Bronce, tres Compañeros envidiosos le arrojaron agua fría para que el metal
no fraguase. El contacto del bronce derretido con el agua fría produce un
terrible estallido, y en ese instante Hiram tiene la visión de su antepasado
Tubalcain, quien era también un fundidor de metales. Su ancestro
lo llama imperativamente, e Hiram se arroja dentro del metal hirviente y muere.
Tubalcain lo guía por el mundo subterráneo de los muertos y le revela los últimos
secretos de los orfebres y fundidores de metales. Luego lo regenera por medio
de un "bautismo de fuego" y, de este modo, provisto de sus nuevos
conocimientos y regenerada su naturaleza, Hiram retorna al mundo de los vivos y
logra fraguar el Mar de Bronce. Un apéndice de esta variante de la leyenda de Hiran
lo muestra como padre de un hijo nacido de su unión con Balkis, a reina
de Saba.
Jorge Francisco
Ferro
Las Sociedades
Secretas.
Lumen. Bs. As. 2008.
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