MANUSCRITO REGIUS
1390 e∴v∴
El manuscrito Regius data de alrededor del año
1390. Fue publicado en 1840 por James O. Halliwell, se hace mención a él en un
inventario de la biblioteca John Theyer realizado en 1670. Ésta biblioteca fue
vendida a Robert Scott, constando en un nuevo inventario realizado con tal
motivo en 1678. El manuscrito perteneció después a la Biblioteca Real hasta
1757, de donde tomó el nombre de “Regius” (Real), fecha en la que fue donado
por el rey Jorge II al Museo Británico, donde permanece.
El Manuscrito Regius se compone de las siguientes partes:
1.-
Fundación de la Masonería en Egipto por Euclides.
2.-
Introducción de la Masonería en Inglaterra bajo el reinado de Adelstonus (rey
sajón, 925-939).
3.-
Los Deberes: quince artículos.
4.-
Los Deberes: quince puntos.
5.-
Relato de los Cuatro Coronados.
6.-
Relato de la Torre de Babel.
7.-
Las siete artes liberales.
8.-
Exhortación sobre la misa y cómo conducirse en la iglesia.
9.-
Instrucción sobre las buenas maneras.
Aquí comienzan los Estatutos del Arte de la Geometría según
Euclides:
Quienquiera
que bien desee leer y buscar,
Podrá
hallar escrito en un viejo libro
De
grandes señores y damas la historia,
Que,
ciertamente, muchos hijos tenían;
Pero
no poseían tierras para vivir de ellas,
Ni
en la ciudad, ni en los campos o los bosques;
Un
consejo les dieron a todos ellos:
Para
decidir en bien de estos niños,
Acerca
de cómo podrían ganarse la vida
Sin
grandes penurias, cuitas ni luchas;
Y
también para la multitud que llegará,
Algunos
de ellos fueron enviados
A
buscar grandes clérigos,
Para que les enseñaran buenos oficios;
Y nos les
rogamos, por el amor de nuestro Señor,
Para que
nuestros hijos encontraran trabajo,
Y pudieran así
ganarse la vida,
De forma
honesta y muy segura.
Ya en aquellos
tiempos, por la buena geometría,
Este honesto
oficio que es la masonería
Fue ordenado y
creado de tal manera,
Concebido por
todos estos clérigos;
Gracias a sus
oraciones ellos inventaron
La geometría.
Y le dieron el
nombre de masonería
Al más honrado
de todos los oficios.
Los hijos de
estos señores se aplicaron
En el
aprendizaje del oficio de la geometría,
Lo cual
hicieron muy cuidadosamente;
La oración de
los padres, y también de las madres,
Les puso en
este honrado oficio,
Y aquel que
mejor lo aprendía, y era honesto,
Y superaba en
atención a sus compañeros,
Si en este
oficio les aventajaba,
Debía ser más
honrado que el último.
Este gran
clérigo se llamaba Euclides,
Su nombre era
conocido en todo el mundo.
Pero este gran
clérigo ordenó
A quien más
elevado estaba en este grado,
Que debía
enseñar a los más simples de espíritu
Para ser
perfecto en este honrado oficio;
Y así debían
instruirse el uno al otro,
Y amarse juntos
como hermano y hermana.
También ordenó
que
Maestro debía
ser llamado;
A fin de que
fuera más honrado,
Debía ser así
entonces tratado;
Pero jamás
masones deben llamar a otro,
En el seno del
oficio entre ellos,
Ni sujeto, ni
servidor, mi querido hermano,
Aunque sea
menos perfecto que otro;
Cada uno
llamará a los demás compañeros con amistad,
Pues de nobles
damas han nacido.
De
esta forma, por la buena ciencia de la geometría,
Comenzó
el oficio de la masonería;
Así
fundó el clérigo Euclides,
Este
oficio de geometría en tierras de Egipto.
En
Egipto a todos lo enseñó,
Y
en distintos países de todas partes,
Durante
muchos años, según he oído,
Antes
de que el oficio llegara a este país.
Este
oficio llegó a Inglaterra, como os he dicho,
En
los días del buen rey Adelstonus;
Hizo
entonces construir muchas casas en el bosque,
Y
altos templos de gran renombre,
Para
gozar de ellos día y noche.
Este
buen señor amaba mucho el oficio,
Y
quiso mejorar todas sus partes,
Por
las muchas faltas que en él encontró.
Envió
a través del país
Decir
a todos los masones del oficio,
Venir
a él sin tardanza,
Para
enmendar juntos tales defectos
Con
buenos consejos, si fuera posible.
Un
buen grupo reunió entonces
De
diversos señores, en su rango,
Duques,
condes y también barones,
Caballeros,
escuderos y muchos otros,
Y
los grandes burgueses de la ciudad,
Cada
uno en su propio rango;
Allí
estaban todos juntos,
Para
fundar el estatuto de los masones.
Con
todo su espíritu buscaban
Cómo
podrían ser gobernados;
Quince
artículos quisieron producir,
Y
otros quince puntos fueron creados.
AQUÍ COMIENZA EL ARTÍCULO PRIMERO:
El
primer artículo de esta geometría:
El
maestro masón debe ser digno de confianza
A
la vez constante, leal y sincero,
Y
jamás tendrá nada que lamentar;
Y
pagará a sus compañeros según el coste
De
las vituallas, que tú bien conoces;
Y págales justamente, y de buena fe,
Lo
que puedan merecer;
Y
evita, por amor o por temor,
Que
ninguna de las partes acepte ventajas,
Ni
del señor ni del compañero, sea cual sea,
De
ellos no aceptes ningún tipo de prebendas;
Y
como un juez mantente íntegro,
Y
entonces a ambos harás buen derecho;
Y
en verdad haz esto allá donde te encuentres,
Tu
honor, tu provecho, será el mejor.
ARTÍCULO SEGUNDO:
El
segundo artículo de buena masonería,
Como
vos debéis entender especialmente,
Que
todo maestro, que sea masón,
Debe
asistir a la asamblea general,
Para
lo cual le será comunicado
El
lugar en que se celebrará.
Y a
esta asamblea debe acudir,
Salvo
si hay una excusa razonable,
O
sea desobediente al oficio,
O
se abandone a la mentira,
O
esté tan gravemente enfermo
Que
no pueda venir a ella;
Ésta
es una excusa buena y válida,
Para
esta asamblea, si es sincera.
ARTÍCULO TERCERO:
En
verdad, el tercer artículo es
Que
el maestro no tome aprendiz,
Salvo
si puede asegurarle alojamiento
Con
él por siete años, como os digo,
Para
aprender su oficio, y que le sea de provecho;
En
menos tiempo no será apto
Ni
provechoso para su señor, ni para él,
Como
podéis comprender por buena razón.
ARTÍCULO CUARTO:
El
cuarto artículo éste debe ser,
Que
el maestro debe vigilar,
En
no tomar a un siervo como aprendiz,
Ni embaucarle por su propio bien;
Pues
el señor al que está ligado
Bien
puede buscar aprendiz donde quiera.
Si
en la logia fuera enseñado
Mucho
desorden podría causar,
Y
en tal caso podría ocurrir
Que
algunos se entristecieran, o todos.
Pues
todos los masones que serán
Todos
unidos estarán.
Si
un siervo en el oficio permaneciese,
De
diversos desórdenes os podría hablar:
Para
tener paz, y honestidad,
Tomad
un aprendiz de mejor condición.
En
un antiguo escrito encuentro
Que
el aprendiz debe ser de noble nacimiento;
Y
así, muchas veces, hijos de grandes señores
Han
adoptado esta geometría, que es muy buena.
ARTÍCULO QUINTO:
El
quinto artículo es muy bueno,
Que
el aprendiz sea de legítimo nacimiento;
El
maestro no debe, bajo ningún pretexto,
Tomar
un aprendiz que sea deforme;
Ello
significa, como veréis,
Que
todos sus miembros estén enteros;
Para
el oficio sería gran vergüenza,
Formar
a un hombre estropeado, o a un cojo,
Pues
un hombre imperfecto de nacimiento
Sería
poco útil al oficio.
Cada
uno puede comprenderlo,
El
oficio quiere hombres potentes,
Y
un hombre mutilado no tiene fuerza,
Como
sabéis desde hace tiempo.
ARTÍCULO SEXTO:
Al
sexto artículo no debéis faltar,
Que
el maestro no perjudique a su señor,
Tomando
del señor para el aprendiz,
Tanto
como reciben sus compañeros, en todo,
Pues
en este oficio se han perfeccionado,
Pero
aún no el aprendiz, como comprenderéis,
Así
que sería contrario a la buena razón
Dar igual salario a él y a los compañeros.
Este
mismo artículo, en tal caso,
Ordena
que el aprendiz gane menos
Que
sus compañeros, que son perfectos.
En
diversos puntos, sabed en cambio,
Que
el maestro puede instruir a su aprendiz,
Para
que su salario crezca rápidamente,
Y
antes de que haya terminado su aprendizaje
Su
salario habrá en mucho mejorado.
ARTÍCULO SÉPTIMO:
El
séptimo artículo, que ya está aquí,
Os
dirá a todos vosotros,
Que
ningún maestro, ni por favor ni por miedo,
Debe
vestir o alimentar a ningún ladrón.
Jamás
albergará a ninguno de ellos,
Ni
a quien haya matado a un hombre,
Ni
a quien tenga mala reputación,
Pues
traerá vergüenza al oficio.
ARTÍCULO OCTAVO:
El
octavo artículo nos muestra
Lo
que el maestro tiene derecho a hacer.
Si
emplea a un hombre del oficio,
Y
no es tan perfecto como debiera,
Puede
sin tardanza reemplazarlo,
Y
tomar en su lugar a un hombre más perfecto.
Por
imprudencia, un hombre así
Podría
deshonrar el oficio.
ARTÍCULO NOVENO:
Muy
bien muestra el noveno artículo
Que
el maestro debe ser fuerte y sabio;
Que
no emprenda ninguna obra
Que
no pueda acabar y realizar;
Y
que sea provechoso a sus señores,
Así
como a su oficio, allí donde vaya.
Y
que las obras estén bien construidas,
Para
que ni fisuras ni brechas haya.
ARTÍCULO DÉCIMO:
El décimo artículo sirve para hacer saber,
A
todos los del oficio, grandes o modestos,
Que
ningún maestro debe a otro suplantar,
Sino
estar juntos como hermana y hermano.
En
este oficio singular, todos, unos y otros,
Trabajan
para un maestro masón.
No
debe él suplantar a ningún hombre
Que
encargado esté de un trabajo.
El
castigo por ello es muy duro,
No
vale menos de diez libras,
A
menos que sea hallado culpable
Aquel
que primero tenía el trabajo.
Pues
ningún hombre en masonería
Debe
suplantar a otro impunemente,
Salvo
si de tal manera ha construido
Que
la obra se reduce a nada;
Puede
entonces un masón pedir este trabajo,
Para
no perjudicar al señor;
En
tal caso, si ocurriera,
Ningún
masón se opondría.
En
verdad, quien ha comenzado las obras,
Si
es un masón hábil y sólido,
Tiene
la seguridad en su espíritu
De
llevar la obra a buen fin.
ARTÍCULO DECIMOPRIMERO:
El
decimoprimero artículo, te lo digo yo,
Es
a la vez justo y libre;
Pues
enseña, con firmeza,
Que
ningún masón debe trabajar de noche,
A
menos de dedicarse al estudio,
Por
el cual podrá mejorar.
ARTÍCULO DECIMOSEGUNDO:
El
decimosegundo artículo es de gran honradez
Pues
todo masón, allá donde se encuentre,
No
debe despreciar el trabajo de sus compañeros
Si
quiere mantener su honor;
Con
honestas palabras lo aprobará,
Gracias
al espíritu que Dios le ha dado;
Pero
mejorándolo con todo tu poder,
Sin ninguna duda entre los dos.
ARTÍCULO DECIMOTERCERO:
El
artículo trece, que Dios me ayude,
Es
que si el maestro tiene un aprendiz,
Le
enseñará de manera completa,
Para
que muchas cosas pueda aprender
Y
así mejor conozca el oficio,
Allí
donde vaya bajo el sol.
ARTÍCULO DECIMOCUARTO:
El
artículo catorce, con buenas razones,
Muestra
al maestro cómo actuar;
No
debe tomar aprendiz
A
menos de tener diversas tareas por cumplir,
Para
que pueda, mientras duren,
Aprender
mucho de él.
ARTÍCULO DECIMOQUINTO:
El
decimoquinto artículo es el último;
Pues
para el maestro es un amigo;
Le
enseña que hacia ningún hombre
Debe
adoptar un falso comportamiento,
Ni
seguir a sus compañeros en el error,
Por
muchos bienes que pueda conseguir;
Ni
permitir que hagan falsos juramentos,
Por
cuidado de sus almas,
So
pena de atraer la vergüenza al oficio,
Y
sobre sí mismo una severa culpa.
DIVERSOS ESTATUTOS:
En
esta asamblea otros puntos fueron adoptados,
Por
grandes señores, y también maestros,
Que
el que quiera conocer este oficio y abrazarlo,
Debe
amar a Dios y a la santa Iglesia siempre,
Y a
su maestro también, por lo que es,
Allá
donde vaya, por campos y bosques,
Y
ama también a tus compañeros,
Pues
es lo que tu oficio quiere que hagas.
PUNTO SEGUNDO:
El segundo punto os voy a decir,
Que
el masón trabaje el día laborable
Tan
concienzudamente como pueda,
A
fin de merecer su salario el día de descanso,
Pues
quien verdaderamente ha hecho su trabajo
Merece
tener su recompensa.
PUNTO TERCERO:
El
tercer punto debe ser severo
Con
el aprendiz, sabedlo bien,
El
consejo de su maestro debe guardar y ocultar,
Y
el de sus compañeros, de buen talante;
De
los secretos de la cámara a nadie hablará,
Ni
de la logia, se haga lo que se haga;
Aunque
creas que debes hacerlo,
A
nadie digas dónde vas;
Las
palabras de la sala, y también las del bosque,
Guárdalas
bien, por tu honor,
De
lo contrario sobre ti el castigo caerá,
Y
al oficio grande vergüenza traerás.
PUNTO CUARTO:
El
cuarto punto nos enseña,
Que
ningún hombre a su oficio será infiel;
Error
alguno le entretendrá
Contra
el oficio, pues a él renunciará,
Y
ningún perjuicio causará
A
su maestro, ni a su compañero;
Y
aunque el aprendiz sea tratado con respeto,
Siempre
está sometido a la misma ley.
PUNTO QUINTO:
El
quinto punto es, sin duda,
Que
cuando el masón cobre su paga
Del
maestro, que él atribuya,
Humildemente
aceptada debe ser;
Sin
embargo justo es que el maestro,
Antes
del mediodía, le advierta formalmente
Si
no tiene intención de emplearle,
Como
antaño se acostumbraba hacer;
Contra
esta orden no puede rebelarse,
Si reflexiona bien, es en su interés.
PUNTO SEXTO:
El
sexto punto debe ser bien conocido,
De
todos, grandes y modestos,
Pues
un tal caso puede ocurrir;
Que
entre algunos masones, si no todos,
Por
envidia u odio mortal,
Estalle
una gran pelea.
Entonces
debe el masón, si puede,
Convocar
a ambas partes un día fijado;
Pero
este día no harán las paces,
Antes
de finalizar la jornada de trabajo;
Un
día de permiso debéis encontrar
Para
dar oportunidad a la reconciliación,
Por
temor a que siendo un día laborable
La
disputa les impida trabajar;
Haced
de manera que acabe la riña,
Para
que permanezcan en la ley de Dios.
PUNTO SÉPTIMO:
El
séptimo punto bien podría decir,
Como
tan larga es la vida que el Señor nos da,
Y
así claramente se reconoce,
Que
no yacerás con la mujer de tu maestro,
Ni
de tu compañero, de ninguna manera,
Bajo
pena de incurrir en el desprecio del oficio;
Ni
con la concubina de tu compañero,
Así
como no querrías que lo hiciera con la tuya.
El
castigo por ello, sábelo bien,
Es
permanecer de aprendiz por siete años completos,
Quien
falte a una de estas prescripciones
Debe
ser entonces castigado;
Pues
gran preocupación podrá nacer
De
tan odioso pecado mortal.
PUNTO OCTAVO:
El
octavo punto es, seguro,
Que
aunque algún cargo hayas recibido,
A
tu maestro queda fielmente sometido,
Pues
jamás lamentarás este punto;
Un
fiel mediador debes ser
Entre
tu maestro y tus compañeros libres;
Haz lealmente cuanto puedas
Hacia
ambas partes, y ésta es buena justicia.
PUNTO NOVENO:
El
noveno punto se dirige a aquel
Que
es el intendente de nuestra sala;
Si
os encontráis juntos en la cámara
Servios
uno al otro con calmada alegría;
Gentiles
compañeros, debéis saberlo,
Cada
uno ha de ser intendente por turnos,
Semana
tras semana, sin ninguna duda,
Todos
a su vez intendentes deben ser,
Para
servirse unos a otros, amablemente,
Como
si fueran hermano y hermana;
Nadie
se permitirá los gastos de otro,
Ni
se librará de ellos en su beneficio,
Pues
cada hombre tendrá la misma libertad
En
este cargo, como debe ser;
Mira
de pagar siempre a todo hombre
A
quien hayas comprado las vituallas,
A
fin de que no te haga ninguna reclamación,
Ni
a tus compañeros, en cualquier grado;
A
todo hombre o mujer, sea quien sea,
Paga
bien y honestamente, así lo queremos;
A
tus compañeros darás cuenta exacta
Del
buen pago que has hecho,
Por
temor a meterles en un aprieto,
Y
de exponerles a la vergüenza.
Siempre
cuentas debes dar
De
todos los bienes adquiridos,
De
los gastos que hagas en bien de tus compañeros,
Del
lugar, las circunstancias y el uso;
Estas
cuentas debes dar
Cuando
te lo pidan tus compañeros.
PUNTO DÉCIMO:
El
décimo punto muestra la buena vida,
Cómo
vivir sin preocupaciones ni peleas;
Si
el masón lleva una mala vida,
Y
en su trabajo no es honrado,
Y
busca malas excusas,
Injustamente
podrán a sus compañeros difamar,
Y
por tales infames calumnias
Atraer la vergüenza sobre el oficio.
Si
así a éste deshonra,
No
le debéis favor alguno,
Ni
mantenerle en su mala vida,
Por
miedo a caer en fracaso y conflicto;
Pero
no le deis plazo alguno
Hasta
no haberle citado
A
comparecer dónde bien os parezca;
En
el lugar acordado, de grado o por fuerza,
A
la próxima asamblea le convocaréis,
Para
comparecer ante sus compañeros;
Y
si rechaza allí acudir,
Se
le hará renunciar al oficio;
Castigado
será según la ley
Que
fue establecida en los tiempos antiguos.
PUNTO DECIMOPRIMERO:
El
decimoprimero punto es de buena discreción,
Como
podréis comprender por buena razón;
Un
masón que conoce bien su oficio,
Que
a su compañero ve tallar una piedra,
Y
que a punto está de romperla,
Ha
de cogerla tan pronto pueda,
Y
mostrarle cómo corregirla;
Para
que la obra del señor no se estropee,
Muéstrale
dulcemente cómo corregirla,
Con
buenas palabras, que Dios te guarde;
Por
el amor de quien mora en lo alto,
Con
dulces palabras nutre su amistad
PUNTO DECIMOSEGUNDO:
El
decimosegundo punto es de gran autoridad,
Allí
donde la asamblea se celebrará,
Habrá
maestros, y compañeros también,
Y otros
muchos grandes señores;
Estará
el juez de la comarca,
Y
también el alcalde de la villa,
Y
habrá caballeros y escuderos,
Y
además magistrados, como veréis;
Todas
las ordenanzas que allí se adopten
Se
han acordado para ser respetadas;
Contra
cualquier hombre, sea quien sea,
Que
pertenezca al oficio bello y libre,
Si alguna querella hace contra ellas,
Detenido
será y puesto a vigilar.
PUNTO DECIMOTERCERO:
El
decimotercero punto requiere de toda nuestra voluntad,
Él
jurará no robar jamás,
Ni
ayudar a quien trabaje en este mal oficio,
Por
ninguna parte de su botín,
Saberlo
debes, o pecarás,
Ni
por su bien, ni por el de su familia.
PUNTO DECIMOCUARTO:
El
decimocuarto punto es ley excelente
Para
aquel que bajo su temor esté;
Un
buen y verdadero juramento debe prestar,
A
su maestro y compañeros que aquí están;
También
fiel debe ser, y constante,
A
todas las ordenanzas, vaya donde vaya,
Y a
su señor leal al rey,
Por
encima de todo ha de ser fiel.
Sobre
todos estos puntos
Debes
tú prestar juramento;
Y
el mismo prestarán todos
Los
masones, por las buenas o por las malas,
Sobre
todos estos puntos,
Así
lo establece una excelente tradición.
Y
de cada hombre averiguaran
Si
los pone bien en práctica,
O
si alguien es reconocido culpable
Sobre
uno de estos puntos en particular;
Que
se le busque, sea quien sea,
Y
que sea llevado ante la asamblea.
PUNTO DECIMOQUINTO:
El
decimoquinto punto es excelente tradición,
Para
aquellos que han prestado juramento
A
esta ordenanza, llevada a la asamblea
De
grandes señores y maestros, como se ha dicho;
Para
los desobedientes, yo lo sé,
A
la presente constitución,
Y a
los artículos que han sido promulgados,
Por
grandes señores y masones juntos,
Y siendo sus faltas probadas
Ante
esta asamblea, con celeridad,
Y
si no quieren corregirse,
Deberán
entonces abandonar el oficio,
Y
jurar jamás volver a ejercerlo.
Salvo
si aceptan enmendarse,
Jamás
tomarán parte en él;
Y
si se negaran a ello,
El
juez sin tardanza los detendrá,
Y
en un calabozo profundo los encerrará,
A
causa de su trasgresión,
Y
confiscará sus bienes y su ganado
En
provecho del rey, en su totalidad,
Y
tanto tiempo allí les dejará
Como
plazca a nuestro amado rey.
EL ARTE DE LOS CUATRO CORONADOS:
Oremos
ahora al Dios Omnipotente,
Y a
su radiante madre María,
A
fin de que podamos seguir estos artículos
Y
los puntos, todos juntos,
Como
hicieron los cuatro santos mártires,
Que
en este oficio tuvieron gran estima;
Fueron
ellos tan buenos masones
Como
pueda hallarse sobre la tierra,
Escultores
e imagineros también eran,
Por
ser de los obreros mejores,
Y
en gran estima el emperador los tenía;
Deseó
éste que hicieran una estatua
Que
en su honor se venerara;
Tales
monumentos en su tiempo poseía
Para
desviar al pueblo de la ley de Cristo.
Pero
ellos firmes permanecieron en la ley de Cristo,
Y
sin compromisos en su oficio;
Amaban
bien a Dios y a su enseñanza,
Y
se habían volcado a su servicio para siempre.
En
aquel tiempo fueron hombres de verdad,
Y
rectamente vivieron en la ley de Dios;
Ídolos
se negaron a erigir,
Y
por muchos beneficios que pudieran reunir;
No
tomaron a este ídolo por su Dios
Y
rechazaron su construcción, pese a su cólera;
Por
no renegar de su verdadera fe
Y creer en su falsa ley,
Sin demora el
emperador los hizo detener,
Y en una
profunda cárcel los encerró;
Más cruelmente
les castigaba,
Más en la
gracia de Dios se regocijaban.
Viendo entonces
que nada podía
Les dejó ir a
la muerte;
Quien lo desee,
en el libro puede leer
De la leyenda
de los santos,
Los nombres de
los cuatro coronados.
Su fiesta es
bien conocida por todos,
El octavo día
tras Todos los Santos.
Escuchad lo que
he leído,
Que muchos años
después, con gran espanto,
El diluvio de
Noé fue desencadenado,
La torre de
Babilonia comenzó a erigirse,
La más grande
obra de cal y piedra
Que jamás
hombre alguno haya visto;
Tan alta y
grande fue pensada
Que siete mil
su altura sombra arrojaba;
El rey
Nabucodonosor la hizo construir
Tan potente
para la defensa de sus hombres,
Que si un tal
diluvio ocurriera
La obra
sumergir no pudiera;
Pero tan fiero
orgullo tenían, y tanta jactancia,
Que todo el
trabajo se perdió;
Un ángel les
castigó sus lenguas dividiendo,
Y así nunca más
uno al otro se comprendieron.
Muchos años más
tarde, el buen clérigo Euclides
El oficio de
geometría enseñó por el mundo,
Y en este
tiempo hizo tambié
Diversos
oficios en gran número.
Por la alta
gracia del Cristo en el cielo.
Las siete
ciencias fundó;
Gramática es la
primera, lo sé,
Dialéctica la
segunda, me congratulo,
Retórica la
tercera, que no se niegue,
Música la
cuarta, os lo digo,
Astronomía es
la quinta, por mis barbas,
Aritmética la
sexta, sin duda alguna,
Geometría la
séptima, y cierra la lista,
Pues
es muy humilde y cortés.
En verdad, la
Gramática es la raíz,
Todos la
aprenden en el libro;
Pero el arte
supera este nivel,
Como del árbol
el fruto es mejor que la raíz;
La Retórica
mide un lenguaje esmerado,
Y la Música es
un suave canto;
La Astronomía
da el nombre, querido hermano,
La Aritmética
demuestra que una cosa es igual a otra,
La Geometría es
la ciencia séptima,
Y distingue la
verdad de la mentira, lo sé;
Quien de estas
siete ciencias se sirva,
Bien puede
ganar el cielo.
Ahora, mis
queridos hijos, tened buen espíritu
Para apartar el
orgullo y la codicia,
Y aplicaos a
bien juzgar,
Y a bien
conducíos, allá donde estéis.
Os pido ahora
mucha atención,
Pues esto
debéis saber,
Pero mucho
mejor aún
Que como aquí
está escrito.
Si para ello te
falta inteligencia,
Pide a Dios que
te la conceda;
Pues el mismo
Cristo nos enseña
Que la santa
iglesia es la casa de Dios,
Y no para otra
cosa está hecha
Sino para orar,
como la Escritura nos dice;
Es allí donde
el pueblo debe congregarse
Para orar y
llorar sus pecados.
Trata de no
llegar tarde a la iglesia,
Por haber
tenido en la puerta palabras libertinas;
Cuando a ella
estés en camino
Ten en la mente
en todo instante
Venerar a tu
señor Dios día y noche,
Con todo tu
espíritu, y toda tu fuerza.
Al llegar a la
puerta de la iglesia
Tomarás un poco
de agua bendita,
Pues cada gota
que toques
Limpiará un
pecado venial, sábelo cierto.
Pero antes
debes descubrir tu cabeza,
Por
el amor de aquel que murió en la cruz.
Cuando entres
en la iglesia,
Eleva hacia
Cristo tu corazón;
Alza entonces
los ojos a la cruz,
Y arrodíllate
sobre las dos rodillas;
Ora entonces
para que Él te ayude a obrar
Según la ley de
la santa iglesia,
Y a guardar los
diez mandamientos
Que Dios a
todos los hombres legó.
Y ruégale con
voz dulce
Que te libre de
los siete pecados,
A fin de que en
esta vida puedas
Mantenerte
lejos de preocupaciones y querellas;
Y que te dé
además la gracia
Para un lugar
encontrar en la beatitud del cielo.
En la santa
iglesia abandona las palabras frívolas
Del lenguaje
lascivo, y las bromas obscenas,
Y deja de lado
toda vanidad,
Y di tu Padre
Nuestro y tu Ave;
Vigila de no
hacer ruido,
Más estate
siempre en oración;
Pero si no
quieres rezar,
No molestes al
prójimo de ninguna manera.
En este lugar
no estés ni de pie ni sentado,
Sino en el
suelo bien arrodillado,
Y cuando yo lea
el Evangelio,
Álzate, sin
apoyarte en los muros,
Y persígnate si
sabes hacerlo
Cuando se
entone el gloria tibi;
Y cuando acabe
la lectura,
De nuevo puedes
arrodillarte,
Y caer sobre
tus dos rodillas,
Por amor a
quien a todos nos ha redimido;
Y cuando oigas
sonar la campana
Que anuncia el
santo sacramento,
Debéis
arrodillaos, jóvenes y viejos,
Y elevar las
manos al cielo,
Para entonces
decir en esta actitud,
En voz baja y
sin hacer ruido:
“Señor Jesús,
sé bienvenido,
En forma de
pan, como te veo,
Ahora
Jesús, por tu santo nombre,
Protégeme del
pecado y de la culpa;
Dame la
absolución y la comunión,
Antes de que me
vaya de aquí,
Y sincero me
arrepiento de mis pecados,
A fin, Señor,
de que jamás muera en este estado;
Y tú, que de
una virgen has nacido,
No sufras
porque me haya perdido;
Más cuando de
este mundo haya partido,
Otórgame la
beatitud sin fin;
¡Amén! ¡Amén!
¡Así sea!
Y ahora, dulce
dama, orad por mí”.
He aquí lo que
has de decir, o algo parecido,
Cuando te
arrodilles ante el sacramento.
Si buscas tu
bien, no ahorres nada
Para venerar a
quien todo lo ha creado;
Pues para un
hombre es un día de alegría,
Que una vez ese
día pueda verle;
Es algo tan
precioso, en verdad,
Que nadie puede
ponerle precio,
Pues tanto bien
hace esta visión.
Como dijo san
Agustín muy justamente,
El día en que
veas el cuerpo de Dios,
Poseerás estas
cosas, con toda seguridad:
Comer y beber
lo suficiente,
Nada ese día te
faltará;
Los juramentos
y vanas palabras,
Dios también te
perdonará;
La muerte
sufrida ese mismo día
En absoluto la
has de temer;
Y tampoco ese
día, te lo prometo,
Perderás la
vista;
Y cada paso que
entonces des,
Para ver esta
santa visión,
Será contado a
tu favor,
Cuando de ello
tengas necesidad;
Este mensajero
que es el ángel Gabriel
Exactamente los
conservará.
Tras esto,
ahora puedo pasar
A hablar de
otros beneficios de la misa;
Ven entonces a
la iglesia, si puedes,
Y
oye misa cada día;
Si no puedes
acudir a la iglesia,
Allí donde
estás trabajando,
Cuando oigas
sonar la misa,
Ora a Dios en
el silencio de tu corazón,
Para que te dé
parte en este servicio
Que en la
iglesia se celebra.
Quiero además
enseñarte,
Y a tus
compañeros, oíd esto,
Cuando ante un
señor te presentes,
En una casa, en
el bosque o en la mesa,
La capucha o el
gorro debes quitarte,
Antes de estar
frente a él;
Dos o tres
veces, sin duda,
Ante el señor
debes inclinarte;
Doblarás
también la rodilla,
Y tendrás así
salvo tu honor.
No te pongas el
gorro o la capucha
Hasta que te dé
permiso.
Todo el tiempo
que hables con él
El mentón alto
con franqueza y amabilidad mantén;
Así, como el
libro te enseña,
Mírale a la
cara con gentileza.
Tus pies y
manos ten tranquilos,
Sin rascarte,
ni tropezar, sé hábil;
Evita también
escupir y sonarte la nariz,
Espera a estar solo
para ello,
Y si quieres
ser sabio y discreto,
Gran necesidad
tienes de gobernarte.
Cuando entres
en la sala,
Entre personas
bien nacidas, buenos y corteses,
No presumas de
nada,
Ni de
nacimiento, ni de tu saber,
Ni te sientes
ni te apoyes,
Es el signo de
una buena y apropiada educación.
No te dejes
llevar en tu conducta,
En verdad la
buena educación salvará la situación.
Padre y madre,
sean quienes sean,
Digno es el
hijo que actúa dignamente,
En la sala, en
la cámara, donde te encuentres;
Las
buenas maneras hacen al hombre.
Presta atención
al rango de tu prójimo,
Para dirigirle
la reverencia que conviene;
Evita saludar a
todos a la vez,
Excepto si les
conoces.
Cuando a la
mesa sentado estés,
Come con gracia
y decoro;
Vigila que tus
manos estén limpias,
Y que tu
cuchillo sea cortante y afilado,
Y no cortes más
pan para la vianda
Que aquel que
puedas comer;
Si así actúas
junto a un hombre de rango superior,
Bien entonces
harás.
Déjale que se
sirva primero la comida,
Antes de
tocarla tú.
No cojas el
mejor trozo,
Aunque él te lo
indique;
Mantén las
manos limpias y decentes,
Para no tener
que usar la servilleta;
No la uses para
sonarte las narices,
Ni te limpies
los dientes en la mesa;
Ni mojes mucho
los labios en la copa,
Aunque tengas
mucha sed;
Esto te haría
lagrimear,
Lo cual no es
demasiado cortés.
Mira de no
tener la boca llena
Cuando vayas a
hablar o a beber;
Si ves que
alguien bebe
Escuchando tus
palabras,
Interrumpe
pronto tu historia,
Para que beba
el vino o la cerveza.
Vigila además
de no ofender a nadie,
Por achispado
que esté;
Y de ninguno
murmures
Si quieres
salvar tu honor;
Pues lanzar
tales palabras
En molesta
situación te pondrían.
Retén tu mano
en el puño
Para evitar
decir: “si lo hubiera sabido”,
En un salón
entre bellas damas,
Ata tu lengua y
sé todo ojos;
No
rompas en carcajadas,
Ni armes jaleo
como un bellaco.
No bromees si
no es con tus semejantes,
Y no cuentes a
todos lo que has oído;
Ni te
vanaglories de tus actos,
En broma o por
interés;
Con bellos
discursos puedes realizar tus deseos,
Pero también
los puedes echar a perder.
Cuando te
encuentres a un hombre de valor,
No debes llevar
gorro o capuchón;
En la iglesia,
el mercado o el pórtico,
Salúdale según
su rango.
Si andas con
alguien de un rango
Superior al tuyo,
Ves por detrás
de él,
Pues esto es de
buena educación y sin falta;
Cuando él
hable, estate tranquilo,
Cuando acabe,
di lo que quieras,
En tus palabras
sé discreto,
Y a lo que diga
presta atención;
Pero no
interrumpas su historia,
Aunque sea
debida al vino, o a la cerveza.
Que Cristo
entonces, por su gracia celestial,
Os conceda el
espíritu y el tiempo,
Para comprender
y leer este libro,
A fin de
obtener en recompensa el cielo.
¡Amén! ¡Amén!
¡Así sea!.
Digamos
todos, por caridad.
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