CENICIENTA
¿Qué no vemos?
“Un grave problema con
el que se encuentra el estudioso de estos materiales tiene que ver con las
malas o inexactas traducciones. Son adaptaciones pretendidamente "para niños",
donde se ha intentado quitarle crueldades al texto con el lamentable resultado
de tergiversarlo. Por ejemplo: hay una traducción inglesa de La Cenicienta,
en la cual se eliminó la parte final del relato, aquella en la cual se describe
el castigo sufrido por las dos hermanastras en manos de las palomas amigas de
Cenicienta. Este fragmento, que es decisivo, tiene que ver ni más ni menos con
las leyes cósmicas de Retribución y Castigo, eso que los hindúes llaman Karma.
Otro de los motivos
que explican la tergiversación de estos cuentos es su adaptación a la pantomima
en el siglo XVIII. Si a ello agregamos el toque Disney, tenemos ya un caso de
adulteración proyectada a públicos masivos. Si tomamos como ejemplo nuevamente La
Cenicienta: en la versión original no aparecen ni zapatitos de cristal, ni
calabaza, ni ratón (elementos que se agregaron para darle más brillo). Otro
detalle que se dejó de lado fue la escena en que las hermanastras aparecen
cortándose los dedos de los pies para poderlos hacer entrar en los zapatitos.
Hay elementos que se
reiteran, como la presencia del príncipe y la princesa; uno de ellos o ambos
han sido encantados, y el amor los libera. El casamiento final alude a la
"boda química" de los antiguos alquimistas, y a la unión del alma humana
y el espíritu presente en todas las antiguas enseñanzas. Los cuentos comienzan
en general con la expresión "Erase una vez..." lo que hace
referencia a que se trata de algo que puede volver a suceder una y otra vez, en
diferentes casos, lo que está vinculado a la ley de Recurrencia y también a la
ley cósmica del Eterno Retorno. Y suelen culminar los relatos con una frase
harto sugestiva: " y si no han muerto desde entonces, ellos están
todavía vivos".
Podríamos seguir con
la interpretación de elementos recurrentes en muchos de los relatos. Por
ejemplo, el viejo rey que muchas veces aparece, es tal vez la Eterna
Conciencia, el Anciano de los Días de los cabalistas. El número siete lo vemos
reiterado: los siete enanos de Blancanieves, los siete cabritos con el lobo.
Recordemos que entre los egipcios y los griegos, entre los pitagóricos y todos
los cultores del profundo simbolismo de los números, el siete fue altamente
significativo. No por casualidad se habla de siete planetas astrológicos, de
siete metales alquímicos, de siete cuerpos de la anatomía oculta del ser
humano, de siete cosmos en referencia al macrocosmos, y que sean siete los días
de la semana.
Las hermanastras de La
Cenicienta no eran, contra todo lo que se ha creído, feas —al menos no en
el cuento de los Grimm— pero sí "de corazón duro y negro". A quienes
se han acercado valiéndose de la lógica común a este relato, les ha sorprendido
la frialdad del padre, favoreciendo siempre a las que en definitiva no eran sus
hijas de sangre; aquí debemos recordar el sentido alegórico, e interpretar que
ese padre equivale al Ser interior de cada uno, nuestra Conciencia más profunda
en otros términos. Desde la perspectiva religiosa: ese Dios que en muchos casos
resulta duro, pero que en definitiva actúa como el perro pastor que muerde a
las ovejas para que no se desvíen de la buena ruta y se precipiten en un
barranco.
Las palomas y otras
aves ayudan a Cenicienta a separar el grano para poder ir al baile. Esto nos
habla de otra realidad oculta: la relación que puede darse entre un alma pura y
esas "ánimas" que son la parte espiritual de los animales.
Por tres veces
Cenicienta baila con el príncipe, y al llegar la noche (no la medianoche, que
es algo que agregaron versiones posteriores) se escapa para no ser reconocida.
El número 3, la acción realizada por tres veces, es un elemento también
constante en este tipo de historias tradicionales. Vale recordar el profundo
sentido Cabalístico del 3.
Culminando con la
peripecia de Cenicienta, la muchacha apela a su madre difunta; acude a su tumba
a la hora de la imposibilidad, y es allí donde aparece la solución. Aquí
percibimos dos elementos de inusitada hondura: el aspecto maternal-espiritual,
simbolizado en el catolicismo por la Virgen María, que puede prestar ayuda a
quien transita un camino de búsqueda trascendente; pero también está la tumba,
o sea —herméticamente hablando— la "muerte que nos da vida".[1]
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