Federico Aberastury González
27 de junio de 1830 – 27 de marzo de 1884
Militar y hombre de empresa que tuviera una actuación
descollante en los sucesos que precedieron a la caída de Paysandú.
Era hijo de Eugenio Aberastury y Juana González, siendo sus
padrinos del bautismo católico don Benito Aberastury y doña Jacinta Salas.
Formado en uno de los mejores hogares de la época, actuó
desde muy joven en política con un temple condigno a la mejor tradición paterna
involucrada en las guerras civiles que enlutaron a nuestro país.
En el año 1855 es miembro de la Junta Económica
Administrativa en cuyas actas quedó impresa su altura de miras y conceptos poco
comunes para aquella época.
Con fecha 24 de enero de 1863 se le designa Defensor de
Menores. Al desencadenarse la revolución florista de 1863 se encontraba al
frente de un negocio de ramos generales en un edificio ubicado en la
intersección de las calles 8 de Octubre y Montevideo, a media cuadra de la
Jefatura.
En razón de sus antecedentes logrados como viejo veterano de
la Guardia Nacional en la cual había acreditado su valer en numerosas
comisiones reservadas, fue nombrado Comandante de dicho cuerpo en el mes de
marzo de 1864 ante la renuncia de su titular don Leopoldo de Arteaga.
Aberastury no defraudó a quienes le eligieron, en aquellos
momentos tan difíciles, demostrando ser dignos de tan elevado destino. “Disciplinado sin ser férreo, la franca
postura del hidalgo nato, el verbo seguro y convincente lograron el mejor efecto
donde las normas imperativas podrían chocar con el bisoño o el veterano hecho
en las tropas de línea y poco efecto a servir en las guardias ciudadanas”.
Producida la sorpresiva entrada del enemigo logró salvarse
de las tropas invasoras poniéndose bajo salvaguardia del Gral. Eduardo Flores
(hijo de Venancio Flores) quien lo mantuvo a su lado hasta que le facilitó los
medios para salir ileso de la ciudad ya convertida en escombros.
Interrogado durante el cautiverio, sobre el porqué de tan
heroica resistencia, manifestó que sólo el ver los pabellones imperiales daba
coraje y valor para combatir contra propios y extraños. Reunido con su esposa,
la abnegada matrona doña Adelina Ribero de Aberastury, que le había acompañado
durante todo el sitio, embarcó para Concepción del Uruguay con los últimos
oficiales sobrevivientes de aquel infierno de sangre y muerte, tocándole
redactar conforme a su jerarquía el último de la epopeya sanducera.
Nota de su puño y letra, con un trazo de esmerado perfil
caligráfico, configuró junto con la relación del valeroso Capitán Areta, el
documento postrero de una epopeya de sabor homérico.
En el año 1870 se hallaba afincado en la ciudad de Concordia
(Entre Ríos) en un Hotel de su propiedad llamado La Provincia que atendía personalmente y en donde se daba cita lo
más representativo de la sociedad lugareña.
Al producirse la Revolución de las Lanzas en el año 1870,
fiel a su partido, se incorporó al ejército de Timoteo Aparicio tocándole
actuar en la toma de Fray Bentos el 10 de enero de 1871.
Después de producida la Paz de Abril de 1872 se ocupó
algunos años en las faenas pecuarias que tuvo que abandonar como resultado de
una seria afección orgánica.
Reintegrado a la vida normal sobrevivió a sus necesidades
merced a un empleo en el Correo, dependencia fiscal que sólo abandonó el día de
su muerte, ocurrida el 27 de marzo de 1884, como consecuencia de los viejos
males cardíacos que lo aquejaban.
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En la Masonería nacional, fue miembro de la Logia Hiram de Paysandú a la cual
dignificó por sus altas dotes morales y por su alto sentido del honor y del
deber lo cual quedó demostrado entre los humeantes escombros de la heroica Paysandú.[1]
[1]
Gran Logia de la Masonería del Uruguay-
Biografías masónicas orientales. Tomo
I. Montevideo. 1991. pp. 9-10.
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