Pedro Figari Solari
29 de junio de 1861 – 24 de julio de 1938
Montevideo
Hijo de Juan Figari de Lázaro y Paula Solari, ambos inmigrantes
genoveses.
Abogado, político y pintor.
A los 29 años asistió a clases de pintura con el maestro italiano
Goffredo Sommavilla, pero no fue hasta 1918 que dio rienda a su vocación
pictórica.
En 1885 se recibió de Doctor en Jurisprudencia en
la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de la
República. Se publicó su tesis de grado, Ley
Agraria. Al año siguiente se casó con María de Castro Caravia y viajó por
primera vez a Europa.
En 1887 nació su primera hija, Isabel, que fallece a poco
tiempo de nacer y luego vendrán María Elena, Mercedes, María Margarita, María
Delia, Juan Carlos, María Isabel, Emma y Pedro.
En 1893 comenzó su actividad periodística fundando y
co-dirigiendo el diario liberal colorado El Deber.
En 1895 emprendió la defensa del alférez Enrique Almeida,
acusado falsamente de un asesinato cometido en la esquina de las calles Chaná y
Arenal Grande. La causa le insumió cuatro años de trabajo, pero develó
finalmente la inocencia de Almeida.
En 1896 publicó Causa
célebre. El crimen de la calle Chaná, vindicación del Alférez Enrique Almeida,
donde dejó al descubierto los intereses de la prensa obstinada en inculpar a
Almeida.
En 1897 fue electo diputado del Partido Colorado por
el departamento de Rocha y en 1900 y 1902 por Minas. En esos
años presentó un proyecto de ley para la creación de una escuela de Bellas
Artes, se desempeñó como Consejero de Estado, fue nombrado abogado asesor del
Departamento Nacional de Ingenieros, integró del Consejo Penitenciario y
presidió el Ateneo de Montevideo,
desde donde impulsó proyectos culturales.
Durante la revolución de 1904 fue nombrado
Presidente de la Junta Central de Auxilios creada por José Batlle y
Ordóñez para proveer asistencia médica a los heridos luego de las
batallas.
En 1905 publicó en el diario El Siglo veintidós artículos que fueron definitorios para la
abolición de la pena de muerte en Uruguay en 1907. Entre 1910 y 1911
publicó en el diario La Razón diecinueve
artículos bajo el título “El momento
político”. Figari utilizó la prensa para dar a conocer y exponer
públicamente su punto de vista sobre temas políticos, de educación y arte.
En 1912 publicó en Montevideo su ensayo filosófico a tres
tomos Arte, estética, ideal que le insumió dos años de dedicación
casi total, el mismo fue traducido al francés por Charles Lesca, publicado en París en
1920 con prólogo de Henri Delacroix y reeditado en 1926 prologado por Désiré
Roustan.
En 1915, desde la dirección de la Escuela de Artes y Oficios, propuso nuevos talleres en régimen
mixto, orientados a capacitar no solo en la técnica de los oficios sino a vincular
la industria y el arte con una identidad americana,
fomentando “la mentalidad nacional con
criterio propio”.
Fue recién a partir de 1918, luego del fracaso de su
proyecto educativo y de separarse de su esposa, que decide dedicarse a la
pintura. Tenía casi 60 años y unos pocos apuntes al óleo, retratos y
acuarelas realizados en los ratos libres de su juventud. En poco tiempo afianzó
su vocación artística y en 1921 partió con cinco de sus hijos a Buenos
Aires para dedicarse exclusivamente a pintar. Encontró en Buenos Aires el
ambiente propicio y el estímulo para desarrollar sus temas. Se vinculó al
círculo de intelectuales que trabajaban en la revista porteña Martín
Fierro, que le brindaron un apoyo incondicional. Entre otras personalidades del
ambiente trabó amistad con Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Raúl
Monsegur, Manuel Güiraldes y Ricardo Güiraldes.
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En 1921 realizó su primera exposición en la Galería Müller junto con su hijo Juan
Carlos Figari Castro.
En 1925 se trasladaron a París, expuso en la Galería Druet y pronto comenzó el
reconocimiento que lo consagrara como uno de los más importantes pintores del Río
de la Plata. En su taller de París lo visitaron los más ilustres artistas e
intelectuales del momento, como los escritores Jules Supervielle, Paul
Valéry, James Joyce, Jules Romains, Alejo Carpentier y los
pintores Pierre Bonnard, Édouard Vuillard, Pablo Picasso, Joaquín
Torres García, Ignacio Zuloaga y Fernand Léger.
En 1927 el Ministerio de Relaciones Exteriores lo nombró
miembro de la misión especial ante el Rey Jorge V de Inglaterra con
el rango de Ministro Plenipotenciario, poco después recibió la Orden
del Imperio Británico en el Palacio de Buckingham.
En
1928, luego del prematuro fallecimiento de su hijo Juan Carlos, publicó el
ensayo poético con acotaciones gráficas El Arquitecto, escribió una serie de cuentos y la novela utópica Historia Kiria que fue publicada en
1930 en París.
En 1933 regresó a Montevideo con una enorme producción
pictórica.
En 1938 realizó su última exposición en Buenos Aires y pocos
días después falleció en Montevideo. Sus restos descansan en el Cementerio Central.
Su destacada labor como abogado, político, periodista,
escritor, pedagogo y humanista hacen imposible disociar el contenido y la
riqueza de sus pinturas de las demás facetas que nutrieron su acción y
pensamiento.
Fue un ferviente defensor de la vida humana, para él el más preciado
tesoro del hombre, bregando sin desmayo desde su banca de legislador por la
abolición de la pena de muerte, ya que como masón, su alma se estremecía cada
vez que una vida humana era segada por la mano del hombre.
Decía al respeto el Hermano Figari: “El cáncer social del crimen, como se llama rumbosamente a ese flagelo
del cual solo nos acordamos cuando nos duele, no habrá de curarse a pesar de
los buenos oficios del verdugo de ese conspicuo facultativo a quien se confía
tan alta misión y a quien repudiamos tan cordialmente”.
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La Masonería nacional lo contó entre sus integrantes y a la
cual honró con su presencia. Habiendo sido miembro activo de la Logia Caridad. [1]
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Bibliografía:
[1]
Gran Logia de la Masonería del Uruguay-
Biografías masónicas orientales. Tomo
I. Montevideo. 1991. p. 61.
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