El Equinoccio de Primavera acá
de Otoño
Los rituales de la iniciación masónica en sus tres grados
simbólicos constituyen una alegoría de la marcha aparente del Sol por los doce signos del Zodiaco y sus evoluciones en el ciclo de
uno año, así como sus efectos en la Naturaleza manifestados en la
Primavera, el Verano, el Otoño y el Invierno.
GRADO DE
APRENDIZ MASÓN
Esta primera etapa de la iniciación masónica representa
dramáticamente el origen, el nacimiento del Sol y tiene lugar en el periodo
comprendido del 21 de diciembre al 21 de marzo, del Solsticio de Invierno al Equinoccio
de Primavera.
Procedente de la oscuridad, que hace referencia a la constelación de Capricornio, el Sol
nace renovado y recorre los signos de Acuario, Piscis y Aries,
llegando al Norte o Septentrión.
Después de haber enfrentado la muerte aparente en las
profundidades del Cuarto de Reflexiones,
el candidato a Aprendiz de Masón ingresa a la Logia renacido y
purificado por el elemento Tierra.
Vendado, hundido en las tinieblas de la ignorancia, marcha
pobre y desvalido, acompañado por el Hermano Terrible quien lo guiará en los
tres viajes simbólicos o pruebas de purificación dentro del Taller: Aire, Agua y Fuego.
A partir de Aries o el Carnero al inicio de la primavera,
el Sol se desarrollará ante los ojos de la humanidad hasta llegar a su
virilidad.
Aries, conocido
también como el Cordero Reparador según los mitólogos, es el símbolo de la
fuerza porque al entrar en él es cuando el Sol empieza a ser más
fuerte y más caliente.
El Norte o Septentrión iluminado débilmente por la luz del
Sol, es lo que mejor se aviene a los ojos del nuevo Aprendiz, que débiles aún,
no podrían resistir la intensidad de sus fulgores.
En su defecto destella en la constelación de Tauro, una de
las estrellas más brillantes del cielo, Aldebarán, considerada como la Antorcha
de la Humanidad, para infiltrar en los noveles iniciados el amor que deben
sentir los francmasones por sus semejantes y los sentimientos más delicados que
inspiran la beneficencia y la abnegación.
Tauro, símbolo
del trabajo, es el sitial que constituye la piedra más nueva en el recinto
masónico. El iniciado Aprendiz como
la Naturaleza aún informe, estéril o muerta, es la Piedra Bruta que se va a desbastar. Es el hombre ignorante e
inculto, en su estado natural de barbarie y superstición.
Al integrarse nuevos miembros a la Logia irá avanzando hacia
el Poniente en su columna y según pase el tiempo avanzará hasta recibir más luz
y calor, cuando le den el premio a su constancia y al trabajo arduo que hizo en
la constelación de Tauro.
GRADO DE
COMPAÑERO MASÓN
Este grado representa el período del 21 de marzo al 21 de
septiembre, del Equinoccio de Primavera al Solsticio de Verano. Al igual
que el Sol que da forma y hermosura a la Naturaleza, el iniciado continúa
simbólicamente su progreso masónico por las constelaciones de Géminis, Cáncer, Leo y Virgo.
Con el empuje de su trabajo en Tauro, el iniciado llega a
Géminis para comprender que su ser que pensaba era uno, son dos, Materia y
Espíritu. Es el significado de los Gemelos.
En la constelación de Cáncer el masón recibe más luz de la
que obtuvo en los signos inferiores.
Es la imagen de la Piedra
Cúbica, de la Naturaleza formada, fértil, que produce espigas, trigo, vino.
La masonería tomó al candidato para civilizarle y
transformarlo en una piedra labrada, que es empleada en la construcción del
sublime Templo de la Ciencia y la Virtud a cuya conservación se le ha llamado
para que trabaje como en su momento lo hicieron hábiles operarios bienhechores
de la humanidad.
Al pasar por el Solsticio
de Verano recibe la plenitud de la luz, lo que lo convertirá en un cometa
con una cauda luminosa. Tal como ocurre en la Naturaleza, la luz que recibió el
iniciado hace que de los frutos anhelados.
Después de pasar por la constelación de Leo, el Sol llega a
la de Virgo, o sea al sitio donde la virgen sostiene en su mano una espiga
floreciente, símbolo que anuncia el comienzo del tiempo de la cosecha.
Ahí la estrella más brillante de la constelación de Virgo se
llama Spica, o sea espiga y de ahí la
alegoría “como espigas de trigo”,
propia de los masones del Segundo Grado.
En su quinto y último viaje para recibir el grado de
Compañero, el iniciado será regresado de Virgo a Géminis porque a
semejanza del Sol que ha disminuido su fuerza él ha menguado la intensidad de
su progreso envanecido por los conocimientos adquiridos. En vez de seguir con
el progreso, cayó en el ocio y retrograda a la manera del Sol.
GRADO DE
MAESTRO MASÓN
En la alegoría solar, este grado representa el periodo del 21 de septiembre al 21 de diciembre, del Equinoccio
de Otoño al Solsticio de Invierno.
El recorrido aparente del Sol abarca de la constelación de Géminis a la de Capricornio.
En este grado la escena se obscurece porque el Sol baja en
efecto a Occidente, a la región de la tinieblas. Es el descenso a los infiernos
del que se hablaba en los Antiguos
Misterios, que debería preceder al ascenso a los cielos y el retorno a la
nueva vida.
El Sol declina hacia el ocaso para expresarnos en el
lenguaje figurado que es vencido por las tinieblas, representadas a
consecuencia de la misma alegoría, como el genio del mal, pero reapareciendo de
nuevo sobre nuestro hemisferio, se nos presenta como vencedor y resucitado.
Esta muerte y resurrección alegóricas son imagen de las
vicisitudes del día y de la noche; de la vida y la muerte; en fin, del combate
eterno de los principios del bien y del mal, que se encuentran en todas las
religiones bajo nombres y alegorías distintas.
Al final de las tres iniciaciones simbólicas, el masón llega
otra vez al Invierno con la decisión de transmutarse de nuevo y ser un ejemplo
con su cuerpo purificado que hace acciones cada día mejores en bien de todos
los que habitan el universo.
Así como al árbol le salen brotes, después de las primera
hojas en la Primavera, y para el Verano tendrá flores que en Otoño serán
jugosos frutos, así el iniciado pasará por esta muerte y resurrección, para aplicar
los conocimientos que vaya adquiriendo, no en provecho propio, sino de los
demás, sintiendo ser útil a su prójimo, con los atributos
del nacido dos veces.
En este grado, el Templo de la leyenda masónica, casi terminado,
representa al año que va a concluir y en el que el Sol recorrió ya las tres
cuartas partes de su curso anual.
Alegóricamente, los tres meses de Otoño, Septiembre, Octubre
y Noviembre, en los signos de Libra, Escorpión y Sagitario, conspiran en
contra del astro rey y le asestan los tres golpes mortales en los tres puntos
del cielo en que el Sol está más visible en su viaje diario: el Oriente, el Sur
y el Occidente, la mañana, el medio día y la tarde.
Los nueve Compañeros faltos de constancia y virtud que
inicialmente habían sido seducidos para la conspiración son los otros nueve
meses del año.
El Sol que representa la Vida ha perdido sus fuerzas
vivificantes y al ser asesinado precipita sus pasos hacia el Occidente.
La leyenda del Arquitecto del Templo es pues la alegoría de
la marcha del Sol en los signos astronómicos inferiores, durante los tres meses
que corren después del Equinoccio de
Otoño en que ocurre su muerte aparente y su resurrección en el Solsticio de
Invierno. Los tres meses sucesivos simbolizan a los tres Maestros que procuran
levantarle y no lo consiguen hasta que emplean sus esfuerzos combinados (orden,
ciencia y fuerza) al llegar la Primavera en el signo de Aries.
La marcha del Maestro
Masón figura la del Sol desde el Equinoccio
de Otoño, en que parece precipitarse de escollo en escollo, hasta el
término de su carrera.
Pero a final de cuentas el Sol nunca muere, pues renace al
término de su ciclo anual en la bóveda celeste.
La Palabra Perdida
siempre es reencontrada.
El Bien siempre
triunfa sobre el Mal como la Luz sobre las Tinieblas.
El Maestro Masón muere para el vicio y la ignorancia, pero
renace a la Virtud y la Ciencia.
Sale del reino de la Ignorancia, de la Hipocresía y de la
Ambición y vuelve regenerado a la vida.
Es un hombre perfeccionado y como tal debe ser modelo para
los demás.
En lo esotérico, el Maestro Masón representa al Sol
deificado.
Asistimos estos días al nacimiento de la primavera, plenitud
y exhuberancia de las formas, florecimiento y derroche de luz. En la antigua
Grecia, tras el equinoccio se rendía culto a Dionisos y los iniciados se
abandonaban, como la naturaleza misma, a una jubilosa embriaguez, la cual era
considerada como un estado de auténtica posesión divina.
Esto contrasta radicalmente con la oscuridad y aparente lúgubres
de la Semana Santa cristiana, su
dramatismo y temporal abatimiento nos recuerdan las tinieblas que cubren
necesariamente cualquier cambio de estado.
El masón reconoce en ambos extremos la Vía, contempla su
complementariedad viendo en la pasión concentrada en un punto de máxima
contradicción, el reposo, y en la muerte una expansión gozosa.
La pascua, "el
paso", nos enseña el estrecho y a la vez inmensamente libre sendero
del Amor. La plenitud y la extinción son una misma cosa. Los misterios de la vida, la
muerte y la Resurrección un único misterio.
Pascua quiere
decir "pasaje o tránsito"
en hebreo, y es innegable la resonancia simbólica que estas palabras tienen
para nosotros, pues aluden claramente a la idea de pasar o ir de un lugar a
otro, que es el sentido que también tiene la iniciación, concebida como paso o
peregrinación de las "tinieblas a la
luz", o de la ignorancia de los principios y sus leyes universales al
conocimiento y conformidad a ellos. Esta idea también está presente en la
masonería, y los distintos grados iniciáticos que conforman su estructura
poseen "palabras de paso",
gracias a las cuales y del conocimiento de lo que ellas significan, podemos ir
"haciendo nuevos progresos"
en la orden, los que han de coincidir necesariamente con nuestra propia
realización interior.
En las tradiciones judía
y cristiana, tan presentes en la masonería,
la pascua constituye el rito por excelencia de la "renovación", tanto en lo que se refiere al ciclo anual y
cósmico (pues coincide con el equinoccio de Primavera y por tanto con la
regeneración de toda la naturaleza), como al espiritual, pues dicha "renovación" no es otra cosa que el
"paso" de un estado
condicionado a otro verdaderamente libre e incondicionado. Y esto se vive a
diferentes niveles de uno mismo durante el proceso iniciático (sometido a las
"disoluciones" y "coagulaciones" alquímicas), pero
siempre el resultado de ese "pasaje"
representará la liberación de ciertos condicionamientos y limitaciones, hasta
que se logre finalmente realizar la Unidad, y con ella la Liberación total y
permanente.
La Pascua
Pascua, en hebreo Pesah, significa
"pasar más allá". El pueblo
hebreo había heredado de los pueblos nómadas el rito de la pascua, mediante el
cual se actualizaba la renovación cíclica del cosmos y la partida de los
rebaños hacia los pastos de verano el día siguiente al plenilunio del primer
mes lunar después del equinoccio de primavera. Los primogénitos del rebaño eran
inmolados esa misma noche y su sangre esparcida sobre las cabañas, como acto de
purificación y salvaguarda contra los peligros que amenazaban a la comunidad.
Después en comida ritual se ingería la carne de los corderos y se danzaba
saltando ritualmente como figuración del "pasar más allá". Era una fiesta pues de "tránsito" y consiguientemente de
renovación cíclica del cosmos.
Fue, coincidiendo con la fiesta de la pesah, que el pueblo elegido de Dios, abandonó, por mandato de
Éste, Egipto. El acontecimiento se relata en el Éxodo con el anuncio de la décima plaga que sufrirá el pueblo de
Egipto como sigue:
"Dijo YHVH a
Moisés y Aarón en el país de Egipto: Este mes será para vosotros el comienzo de
los meses (...) el día diez de este mes tomará cada uno para sí una res de
ganado menor (...) el animal será sin defecto, macho, de un año (...) lo
guardaréis hasta el día catorce de este mes y toda la asamblea de la comunidad
de los israelitas lo inmolará entre dos luces. Luego tomarán la sangre y
untarán las dos jambas y el dintel de la casa donde lo coman. En aquella misma
noche tomarán la carne. La comerán asada, al fuego, con ázimos y con hierbas
amargas (...) no dejaréis nada para mañana, lo que sobre al amanecer lo
quemaréis (...) así lo habréis de comer: ceñidas vuestras cinturas, calzados
vuestros pies y el bastón en vuestras manos; y lo comeréis de prisa. Es pascua de
YHVH. Yo pasaré esta noche por la tierra de Egipto y heriré a todos los
primogénitos del país de Egipto (...) la sangre será vuestra señal en las casas
donde moráis, cuando yo vea la sangre pasaré de largo entre vosotros, y no
habrá entre vosotros plaga exterminadora (...) este será un día memorable para
vosotros, y lo celebraréis como fiesta en honor de YHVH de generación en
generación. Decretaréis que sea fiesta para siempre."
YHVH hizo caer la décima plaga sobre Egipto al permitir así
la salvación del pueblo de Israel en ocasión de la Pesah. Asimismo Cristo murió en ocasión de la Pesah. La Pascua judía preparaba así la Pascua Cristiana: Cristo,
Cordero de Dios, es inmolado en la Cruz y comido en la Cena en la Pascua Judía,
lo que es la Semana Santa. Trae así la salvación del mundo (su renovación
cíclica), y este acto de redención se convierte en el centro de la liturgia
cristiana y se torna en el dogma fundamental de la fe. Al igual que los
corderos inmolados en sacrificio, a los cuales no se les debía quebrantar
ningún hueso, sólo fue herido, y de la herida brotó sangre y agua, cumpliéndose
así las escrituras y la palabra de YHVH, como relata el Bautista quien también
dice "He aquí el Cordero de Dios, he
aquí el que quita los pecados del mundo."
Pero a diferencia del cordero hebreo el Cordero de Dios,
sacrificado en la Pascua Cristiana, resucita de la muerte y trae consigo la
salvación del mundo: Cristo es el maná: "... el pan de Dios que baja del cielo y da la vida al mundo";
es agua: "...quien tenga sed que
venga a mí y beba"; es luz: "...yo
soy la luz del mundo"; es vida, camino y verdad: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie
viene al Padre si no es por medio de Mí".
Recordemos que un Cordero se asienta en el centro de la
Jerusalén Celeste y que en el Apocalipsis a Cristo se le designa siempre como
el Cordero que con su sangre cumple la función salvadora. La acción del Cordero
es pues solar, y luminosa y es asimilado por Guénon al dios védico del
fuego Agni.
Pasión, muerte y resurrección son los estados sucesivos y a
la vez simultáneos del camino iniciático. Con el sacrificio se recrea el
mundo, en virtud de que sacrificado y sacrificador se identifican entre sí y
con el acto mismo del sacrificio. La sangre que surge del cuerpo sacrificado
fecunda la tierra, que podríamos ver aquí como el corazón. Todos los mitos que
hablan de un sacrificio en virtud del cual se recrea el mundo, como el mito de
Atis entre los latinos, el de Adonis entre los griegos, el de Tammuz en la
tradición de Oriente Medio, llamado el "Universalmente grande" y muchos otros hacen surgir de la
tierra fecundada por la sangre un dios de finita perfección que a su vez es
sacrificado y retornado así a la unidad primordial. En los mitos este
sacrificio toma forma de una castración de la parte viril de una diosa
hermafrodita, como Cibeles en el mito de Atis que al ser castrada por Dionisios
por orden del Olimpo emanó un chorro de sangre que fecundó la tierra de donde
brotó una granada que al posarse sobre el regazo de Nana la fecundó, y de esta
milagrosa concepción nació Atis, un ser de extraordinaria belleza que se castró
en un ataque de locura provocado por Cibeles retornando así a la Unidad
primordial de la cual había salido. La castración simboliza el dominio del
mundo yetsirático por Atsiluth cuya sangre fecunda Asiyah para que renazca o se
renueve cíclicamente lo manifestado. Pero todo ello no sería posible sin la
"voluntad divina",
designada en los mitos como "voluntad
del mundo olímpico" y en la Biblia en el sentido de que Cristo vino a
la tierra a cumplir la profecía, las Santas Escrituras, lo revelado por Dios,
Su Ley. En el esoterismo hindú este hecho es relatado mediante el sacrificio de
Purusha por los Devas que no son otra cosa que partes de él mismo. Es pues un
autosacrificio; Cristo va voluntariamente a la pasión y muerte porque en él
coinciden sacrificador y sacrificio pues es propio del Avatar descender al
orden de lo manifestado, asumir la forma humana y mediante sacrificio restaurar
el orden cíclico.
La Pascua celebra pues el misterio de la Redención en sus
dos aspectos, muerte y resurrección. La muerte pascual la vive cíclicamente
todo iniciado y forma parte de la simultaneidad en que acontecen los diferentes
estados del ser.
Significado
Espiritual del Equinoccio de Primavera
El hombre primitivo marcaba su ritmo diario, gracias a la
presencia del Sol, en el día, y la Luna, en la noche. Estos astros ya tenían
para él un poderoso significado. A través de la observación de los fenómenos
astrales y sus repercusiones en la vida del hombre, éste desarrolló un
conocimiento, una ciencia, una filosofía, que le permitió interpretar los
ciclos o periodos celestes, para conocer mejor los ciclos o períodos humanos,
los cuales han dado lugar a las Grandes Iniciaciones.
"Como Arriba es Abajo y Viceversa”
“El Hombre ha sido creado a imagen y semejanza de su Creador”
Partiendo de estos axiomas, diremos que nada en el
Macrocosmos, ni en el Microcosmos, sucede al azar. La Ley de Causa-Efecto, nos
enseña que toda semilla genera un fruto, por lo que cada movimiento planetario
responde a la Voluntad Superior.
Astrológicamente, el Sol representa la energía básica de
nuestro Ser, la Luz, la conciencia del individuo y la capacidad creadora. Es el
centro motor que regula y organiza nuestra existencia. Es el eje central de
nuestra vida. Cabalísticamente, el Sol representa los programas que debemos
integrar en nuestra conciencia, gracias a los cuales avanzaremos
evolutivamente. Igualmente nos indica, el nivel en el que debemos trabajar y
enfocar nuestra voluntad. Es un Centro de Iniciación.
No es casual que sea este planeta el que determine los
grandes cambios en la naturaleza, así como el ciclo vital día-noche.
Dos hechos muy importantes han quedado grabados en la
Memoria de la Naturaleza, como Arquetipos de Iniciación y que en la historia se
han dado a conocer, como la Pascua Antigua, representada por Moisés y la
liberación del Pueblo Elegido de Egipto, y la Pascua Cristiana, en la que se
celebra todos los años, la muerte y resurrección de Cristo.
La Pascua Antigua
en la que los “Elegidos” quedaron
salvos gracias a la sangre derramada del “Cordero–Aries”,
simboliza, astrológicamente, el paso de una Era a otra, la de Tauro, en la que
se adoraba al Becerro de Oro, para entrar en Aries, la Religión del Cordero, el
Purificador y Redentor. Desde ese día, se convirtió en idolatría, para aquellos
que se habían salvado por el Cordero, la adoración al Becerro, ya que las
viejas religiones del Toro, habían sido invalidadas por la nueva Religión del
Cordero.
Esto ocurrió cuando el Sol, por precesión de los equinoccios,
se encontraba a 7° de Aries, el Cristo vino al cuerpo físico de Jesús para
hacer un nuevo testamento bajo el sello y símbolo místico del Pan y el Agua de
vida.
¿Por qué es tan
importante ese tránsito o Precesión Solar por el signo de Aries – Equinoccio de
Primavera?
Ya hemos visto que representan dos pasajes de liberación: La
salida de Egipto (Tauro) para entrar en la Tierra Prometida (Aries), y la
Purificación de las almas humanas gracias a la muerte del Cristo y su
liberación de los planos materiales.
Esta parte nos narra un proceso evolutivo, un sendero
iniciático que todos debemos pasar, pues la vida del Maestro nos traza el
camino que debemos recorrer para alcanzar el trono del Padre, nuestra verdadera
Patria.
¿Hay alguna relación
entre la muerte del Salvador sobre la cruz en Pascua y la Vida – Energía, que
se expresa tan pródigamente en Primavera, cuando la naturaleza da comienzo
a la vida de un nuevo año?
Para poder contestar esta cuestión, establezcamos una
relación entre las estaciones y el impulso Crístico.
En la -noche más oscura- del año, cuando la tierra duerme
profundamente en manos del frío invierno, cuando las actividades materiales
están adormecidas, una ola de energía espiritual nace en la Mística Navidad. Como una nube luminosa,
ese impulso espiritual se cierne sobre el mundo; ¿quién no experimenta esa
alegría interna, ese júbilo contagioso característico de estas fechas? Es el
nacimiento de Cristo en el seno de nuestra tierra humana.
¿Por qué Jesús nace en la "noche más oscura"?
Esta noche está representada por Capricornio, signo que da vida al Elemento Tierra, donde la luz del
Espíritu se encuentra tan alejada de su patria celestial -Aries- que se oscurece, olvidándose de su estirpe, es decir, se
materializa y queda prisionero de todos los placeres que la materia le
dispensa.
Es por ello, que este impulso espiritual traía una misión:
salvar al mundo y dar su vida por el mundo.
Por necesidad, debe sacrificar -Capricornio- su Vida
-Aries-, a fin de lograr el rejuvenecimiento de la naturaleza. Este sacrificio
está totalmente consumado en el momento en que el Sol cruza su nodo Este -Pascual- en el Equinoccio de Primavera.
En la Primavera, la naturaleza experimenta un hecho notable,
las pequeñas semillas en el seno de la madre tierra comienzan a germinar y
brotar, con renovadoras fuerzas, en todas direcciones. Igualmente, el Fuego de
Aries, genera un fuego interno que nos revive, nos impulsa a crear, a inseminar
vida en el mundo que nos rodea. Generación y Multiplicación son las palabras
claves.
Para aquellos que trabajan conscientemente con las leyes
Cósmicas, la Pascua tiene un gran significado, es la liberación anual del
Espíritu Crístico de los estrechos confines de la tierra y su gozosa ascensión
hasta su verdadero mundo-hogar. Se toma conciencia de que la verdadera patria
se encuentra en el Reino del Padre, y se produce un abandono de nuestra
personalidad arcaica, de los hábitos que nos mantienen prisionero de los falsos
valores -período cuaresmal-, para dar paso a la verdadera personalidad, a nuestro
Ego. La conciencia de los mundos espirituales puede alcanzarse en este período
místico.
¿Está la Humanidad siguiendo los Patrones Cósmicos?
¿Estamos derramando nuestra Sangre-Deseos Purificados con el propósito de
aliviar la carga del prójimo?
Verdad es que la gran mayoría de la humanidad, recorre la
vida con ojos que no ven y oídos que no oyen, enfrascados en sus asuntos
materiales, viviendo para la satisfacción de los sentidos, sin un adecuado
entendimiento de los propósitos de la existencia.
En definitiva, el Equinoccio
de Primavera, la Pascua, marca la
resurrección y liberación del Espíritu
Crístico de los reinos inferiores, y esta liberación debería recordamos,
que debemos mirar hacia el amanecer del día que nos libere, permanentemente, de
las redes de la materia, del vehículo inferior -el cuerpo físico- y de la
muerte, conjuntamente con todos nuestros hermanos en “cautiverio”, ya que
ningún aspirante verdadero podría concebir una liberación que no incluya a
todos los que están en igualdad de condición, a sus compañeros de ruta.
FELIZ EQUINOCCIO DE MARZO QQ.·.HH.·.!
Que la igualdad justa y perfecta reine para
todos!
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