José María Leandro Gómez Calvo
13 de marzo de 1811
– 2 de enero de 1865
Montevideo - Paysandú
Discurso de clausura del primer
año de la Escuela Filantrópica Hiram,
la primera escuela laica del país, fundada por él en 1859:
Acabáis de presenciar en el acto de adjudicación de premios de esta
escuela la demostración práctica del resultado feliz que han tenido los
esfuerzos de la Comisión Central de la Sociedad Filantrópica, con sede en
Montevideo, en beneficio de la niñez de Salto, que tal vez sin la protección que
hoy se les trata de brindar germinaría a la vida en la más dolorosa de las
carencias: la carencia de una cultura, no sólo en lo que a letras se refiere,
sino una cultura ética y moral.
Esta pretende ser una cultura sin dogmas y de absoluta libertad de
conciencia, para brindar a esta niñez un futuro de luz y esperanza; a algunos
de estos niños, los más despojados, darles la base para concretar sus sueños e
ideales; y a los otros menos favorecidos por la ley natural, brindarles el
apoyo para que en su porvenir se defiendan con la base de la cultura y no
ingresen a formar parte de una sociedad servil, sin iniciativas, sino que,
conscientes de sus posibilidades, sepan valorarse a sí mismos.
Vean cómo, señoras y señores, la Filantropía de la Comisión Central da
una muestra patente de fraternidad, buscando orientar los pasos de estos niños
a su porvenir venturoso; cómo busca inquietar a esas mentes hacia un futuro
ilustrado con iguales derechos para todos, incrustando en sus pechos, junto con
la doctrina de una sana moral y el más profundo respeto por el libre albedrío y
con el único juez de sus conciencias, el elegir para sus vidas lo mejor, según
su leal saber y entender.
Buscarán, sin duda, los caminos que los conducirán a su Dios, que para
quien les habla es el Gran Arquitecto del Universo; para otros será Buda o
Mahoma, pero lo buscarán buenamente y con el cariño fraternal hacia sus
semejantes que no piensan igual y no buscarán por ninguna vía imponer sus
creencias, sino exponer las suyas; buscarán también su bienestar personal, pero
lo harán sin envidia ni ambición por lo que puede tener su hermano de camino en
su vida; buscarán, por fin, su verdad, sin por ello olvidarse de que no es ni
la única ni la verdadera, y buscarán, y esto es lo más importante, esa luz que
quisimos mostrarles aquí, en esta escuela, que es la búsqueda y la disposición
para el trabajo, que enaltece y eleva las almas.
Por esto no queremos solo que se diga que aquí formamos hombres de
letras, no, sino que el propósito es más ambicioso... y es el de formar
Hombres. Y de acuerdo a nuestras formas de pensar, que lo sean libres y de
buenas costumbres, con sus defectos, que los tendrán, pero con la suficiente hombría
como para conocerlos y combatirlos.
También es preocupación de esta Escuela Hiram de que si entre estos
niños surge una inteligencia que se destaque, el cultivarla haciendo los
esfuerzos que haya que hacer para su culminación en los centros de estudios
superiores en o fuera de nuestro país, sin perder de vista su dedicación a la misma
y que no le falte el bienestar imprescindible para estudiar, en la parte
material.
El informe presentado por las autoridades de la Escuela pone de
manifiesto al público de Salto, al que tanto favorece la acción de esta escuela
Hiram, que los elementos y el trabajo que se han utilizado en educar a estos
niños que ayer vagaban por nuestras calles, muchos de ellos sin destino y sin ningún
tipo de defensas, han sido un trabajo que sin lugar a dudas gratificará las
conciencias de quienes lo emprendieron, atreviéndolos a la convivencia y
haciendo menudear las filas de malhechores y delincuentes para atraerlos hacia
las filas de los libres y de buenas costumbres.
Me consta, señoras y señores, que tanto la Comisión Central como la
Comisión de esta Escuela Filantrópica Hiram cumplen con esta obra uno de sus
más caros anhelos y el más sagrado de sus deberes que se han impuesto, el que
llevan a cabo con perseverancia y con empeño, siendo el interés cada vez más
vivo por ver su obra encaminada, y en el que han puesto todo y donde la
intransigencia por verla culminada es positiva y muestra la determinación con
que ellos se han abocado a esta tarea de encaminar estas inteligencias por la
senda y la moral.
Dicho esto, digamos, señoras y señores, que la Escuela Hiram no es sino
una parte de esa gran asociación de hombres libres, que no se ve pero que
existe en el universo desde tiempos inmemoriales y cuyos resultados de su
inclaudicable tarea y útiles en bien de toda la humanidad se palpan en todos
los ámbitos.
También dejemos en claro que está muy distante en el ámbito de quienes
la integran considerar un mérito éstos y otros trabajos de igual mérito que
esta asociación de hombres libres se proponen y practican en bien de sus
semejantes, porque como no se vaciló en volcar a todos sus miembros en la
terrible epidemia que padecimos no hace mucho, así sigue hoy en la voluntad de
lograr lo mejor para todos los seres libres y a aquellos oprimidos darles la
luz y camino de sus vidas. Se ha fijado como meta el nada fácil trabajo de
mejorar la suerte de la condición humana, comprendiendo esto no solo la
obligación moral y material y el dejarlo todo por este ideal, incluso la propia
vida.
Y si conserva esta asociación algún pesar en su marcha hacia este
ideal, es el de ver a sus miembros aparecer a la luz, pues ella no aspira a la
gratitud ni a la vanidad de quienes gozan al recoger los beneficios de acciones
premeditadas que colmen su orgullo; no espera tampoco esa lisonja que tanto
gusta a los vanidosos, pero a quienes integramos esta asociación nos disgusta,
pues adulación y el sentirse poderoso corrompen al destinatario; por eso el
silencio y el malentendido secreto de sus acciones no hacen otra cosa que poner
un halo de humildad que tanta falta hace en las acciones humanas.
Por último, digamos que este honor que hoy me dispensa la Escuela
Filantrópica Hiram es un accidente y lo es por ser hoy su director, sabiendo de
hermanos más capaces que yo para el desempeño de esta tarea. No tengo dudas de
que los frutos que recogeremos serán los más dulces y que esta obra de
filantropía se coronará cuando tengamos frente a nosotros a alumnos salidos de
estas aulas que sean hombres libres, que es nuestro más caro anhelo y lo que
nos hará descansar con la dulce recompensa, que será la de tener la absoluta
tranquilidad de conciencia de nuestros actos.
Muchas gracias.”
CNEL. LEANDRO GÓMEZ
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En la Masonería nacional Leandro Gómez fue integrante
de la Logia Fe a la cual ingresó el 7
de noviembre de 1856 según libro de matrícula, foja 24 y ostentando el Grado 33
Miembro activo del Supremos Consejo del
Gran Oriente del Uruguay en el cual ocupó el cargo de Porta Espadas, símbolo del Honor del Caballero y del masón.
Fue miembro de la Escuela Laica y Gratuita Hiram, en el departamento de Salto en 1860
e integrante de la Comisión Ejecutiva de
la Sociedad Filantrópica en la cual demostró su profundo espíritu solidario
hacia sus semejantes.
Toda su vida estuvo al servicio de los
ideales de la masonería y su último acto de Paysandú lo demuestra como un masón
justo y perfecto que supo asumir la enorme responsabilidad de aquel instante
supremo, sucumbiendo en defensa de la heroica de la Patria en forma gallarda y
varonil. Su expediente en el Supremo
Consejo se cerró con estas palabras, quizás las más ajustadas a lo que fue
su vida y a lo que fue su muerte:
“Murrio en el cumplimiento de su deber”.[1]
[1] Gran Logia de la Masonería del Uruguay- Biografías masónicas orientales. Tomo I. Montevideo. 1991. pp. 72.
Removedor y vigente.
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