Claves para entender a los Maestros

17 julio 2015

Primera declaración de Jacques de Molay Gran Maestre del Templo


Primera declaración de Jacques de Molay 
Gran Maestre del Templo

ante la comisión pontificia de la investigación de París, 26 de noviembre de 1309.

A continuación el miércoles antedicho, que fue el 26 de noviembre, los dichos señores comisarios se reunieron en la cámara situada detrás del aula episcopal con el preboste de Poitiers y Jean de Janville, y fue llevado ante la presencia de los mismos señores comisarios el hermano Jacques de Molay, Gran Maestre de la susodicha Orden de los Templarios, el cual, habiéndole hecho leer el edicto de citación del obispo de Paris, como está ordenado previamente en el proceso, ha respondido que él quena venir en presencia de los dichos señores comisarios.
Requerido por los mismos señores comisarios de declarar si él quería defender la Orden susodicha o decir alguna cosa por su defensa, respondió que la orden estaba confirmada y privilegiada por la sede apostólica y que le parecía completamente sorprendente que la Iglesia romana quisiese súbitamente proceder a la destrucción de la Orden susodicha, en tanto que la sentencia de deposición contra el emperador Federico había sido diferida treinta y dos años.
Dijo también que él no era tan sabio como hubiese convenido ni tenía tanto consejo para poder defender dicha Orden por sí mismo; no obstante, él estaba listo para defender dicha Orden según su capacidad; pues, de otra forma, él se estimaría vil y miserable y podría ser reputado de tal por otros si no defendía dicha Orden, en donde él había recibido tantos beneficios y honores, aunque le parece difícil presentar una defensa conveniente, pues está prisionero de los señores Papa y Rey, que él no poseía nada, ni aun cuatro dineros para dispensar para la dicha defensa ni para otra cosa, a excepción de lo que fue concedido personalmente. También demandó que, para ejecutar su proyecto, se le dé ayuda y consejo diciendo que su intención era que la verdad, tocante a lo que fuera imputado a la Orden, fuera conocida no solamente por los miembros de la dicha Orden sino también en todas partes del mundo por los reyes, los príncipes, los prelados, los duques, los condes, los barones, aunque con muchos de esos prelados los de su Orden hayan mostrado demasiada dureza en la defensa de sus derechos. Y el dicho Maestre está listo para presenciar las declaraciones de los reyes, príncipes, prelados, condes, duques, barones y otras gentes honestas.
Pero, puesto que el asunto es arduo y que el dicho Maestre no tenía con él más que un solo hermano sirviente del cual pudiera tomar consejo, los dichos señores comisarios dicen al dicho Maestre de deliberar bien y plenamente sobre dicha defensa a la cual él se ofrecía y de prestar atención a lo que él ya había confesado en su cargo y en cargo de toda la Orden. De todas formas, ellos se ofrecen y se declaran listos a recibirle la dicha defensa si; como la razón lo indicaba, él persistía en dichas defensas, y acordarle un plazo si él quería deliberar más ampliamente. De todas formas, ellos quedan que él supiese que en una causa tocante a la herejía y a la fe se procedía simplemente, "de plano", sin ruido ni en forma de proceso.
Los susodichos señores comisarios, para que el Maestre pudiera deliberar plenamente, le hicieron leer con cuidado y traducir en francés las cartas apostólicas de comisión a ellos otorgadas y la obligación de hacer una investigación contra dicha Orden del Templo, cuatro otras cartas apostólicas relativas al asunto y aun la carta por la cual el maestre Guillermo Agarni, preboste de Aix, daba una excusa legitima por su ausencia, y también el edicto de citación publicado por los dichos señores comisarios, por medio del cual ellos habían citado a la Orden del Templo, los hermanos de dicha Orden y otros que él tenía lugar a convocar, cartas apostólicas y el edicto cuyo tenor se insertaba, más arriba, en el proceso.

Durante la lectura de dichas cartas apostólicas, sobre todo cuando se leyó lo que el Maestre había confesado en presencia de Reverendos Padres, por la gracia de Dios, como Berenguer, entonces obispo de Tusculum, ahora cardenal de titulo de los santos Nereo y Aquiles; Etienne, cardenal de título de san Ciriaco de Thermes, y Landolf cardenal-diácono de San Ange, a estos delegados y enviados por el dicho señor nuestro soberano pontífice, el dicho Maestre, haciendo dos veces el signo de la cruz delante su rostro y por otros signos, parecía pretender que él estaba completamente estupefacto de lo que estaba contenido en dichas confesiones y cartas apostólicas, diciendo, entre otras cosas, que dichos señores comisarios eran otras personas de las que él podría dirigirse como correspondía. Y como le fue respondido que los dichos señores comisarios no estaban allí para ser retados a duelo, dicho Maestre agrega que él no hablaba de tal cosa, pero que él pedía a Dios que lo que hartan los sarracenos y los tártaros sea observado en el presente caso contra tales perversos, pues los sarracenos y los tártaros cortaban las cabezas de los perversos que encontraban o bien los cortaban por la mitad. Y entonces los dichos señores comisarios agregan que la Iglesia juzgaba heréticos a los que ella encontraba heréticos y que ella remitía a los obstinados a la corte secular.
Y el dicho Maestre demandó al noble hombre señor Guillermo de Plaisians, caballero real, que había allí ido (pero no bajo la orden de los dichos comisarios, según lo dijeron ellos mismos), de querer a bien conversar con él, y el susodicho señor Guillermo habló aparte con el Maestre, al que amaba y había amado, y le dijo, puesto que los dos eran caballeros y puesto que, como él declara, el dicho Molay debía tener cuidado de no perderse sin causa, el dicho Maestre declara que él veía bien, a menos de deliberar, él podía "encabestrarse" rápidamente y que, a causa de ello, él quería deliberar, suplicaba a los señores comisarios acordarle una prórroga hasta el viernes próximo para tal fin, prórroga que le es acordada, ofreciéndole aún darle una más larga si le placía y deseaba.
Hecho esto, el alguacil hubo de invitar; como en los días precedentes y bajo las órdenes de los comisarios, a aquellos que hubiese que quisieran defender la Orden a comparecer ante ellos, como no compareció ninguna persona, los dichos comisarios, por benevolencia, que esperarían hasta el jueves siguiente, a la hora prima, no queriendo con eso revocar la prórroga dada al dicho Maestre, sino proceder en las otras cosas tocantes al asunto dicho como fuese conveniente. De todas las cosas, etc. (como arriba).

L’AFFAIRE DES TEMPLIERS
GEORGES LIZERAND


PARIS LIBRAIRIE ANCIENNE HONORE CHAMPION EDITEUR 1923

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