Claves para entender a los Maestros

26 enero 2019

Documentos CMI


Ponencias de la XX Asamblea de la Conferencia Masónica Interamericana
PROPUESTA DE DESARROLLO EQUITATIVO
Gran Logia de la Masonería del Uruguay
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La sociedad occidental, que ha tenido como contribución importante los principios universales de la Masonería, está jaqueada por las consecuencias de adelantos científicos y tecnológicos que podrían, si fueran utilizados de acuerdo a conductas éticas elementales principios de solidaridad, convertirse en causa de la felicidad de los pueblos. 
En cambio, asistimos impotentes a la acentuación de la brecha entre pobres y ricos dentro de las sociedades, y entre sociedades ricas y sociedades pobres, como también a los riesgos de manipulaciones genéticas, la destrucción del ecosistema, las armas biológicas y otras de destrucción masiva, la violencia producto de la marginación y de los fundamentalismos políticos y religiosos, la corrupción en el ámbito público y el privado. 
En el mundo hay globalizadores y globalizados, y nuestros países están en la última categoría. Los países desarrollados pregonan libertad de comercio para aquello en lo que tienen ventajas y protección donde nosotros las tenemos. Podemos concluir entonces que quizás no haya desarrollo sin estabilidad, como preconizan los teóricos de la economía, pero que con seguridad no habrá estabilidad si no hay desarrollo. Si no se satisfacen las necesidades básicas del ciudadano, como está ocurriendo hoy en las naciones latinoamericanas, se produce un desencanto social que atenta contra la propia subsistencia de la democracia que estamos obligados a defender y fortalecer. 
La Gran Logia de la Masonería del Uruguay establece entonces que ha llegado el momento en que los masones de los países en desarrollo trabajen unidos para convencer a los de los países desarrollados que la paz mundial pasa porque la distribución de la riqueza en el planeta se haga más equitativa, que haya menos préstamos imposibles de pagar porque el proteccionismo impide que vendamos nuestra producción, y advierte que los pueblos en desarrollo no necesitan caridad sino empleo. De esa forma, los masones todos cumpliremos con nuestro deber de contribuir con la justicia económica, social y cultural de todos los pueblos.
En nuestra opinión, deben analizarse los escenarios posibles y definir el plan de trabajo a presentar para que la Masonería en su conjunto, a través de su influencia benéfica en los gobiernos respectivos, ayude a mejorar las actuales condiciones de intercambio comercial entre los diferentes bloques de naciones de ambos hemisferios, de forma que, haciendo realidad los valores de solidaridad, justicia y fraternidad, pueda generarse una distribución de riqueza más equitativa entre los países y al interior de los mismos. El presente trabajo tiene como objetivo aportar elementos que sirvan para determinar esos escenarios y plan de trabajo con un sentido pragmático, reconociendo que la búsqueda de lo ideal no debe impedir la obtención de lo posible.

PROPUESTA DE DESARROLLO EQUITATIVO
Introducción.
La sociedad occidental, que ha tenido como contribución importante los principios universales de la Masonería, está jaqueada por las consecuencias de adelantos científicos y tecnológicos que podrían, si fueran utilizados de acuerdo a conductas éticas y elementales principios de solidaridad, convertirse en causa de la felicidad de los pueblos. 
En cambio, asistimos impotentes a la acentuación de la brecha entre pobres y ricos dentro de las sociedades, y entre sociedades ricas y sociedades pobres, como también
a los riesgos de manipulaciones genéticas, la destrucción del ecosistema, las armas biológicas y otras de destrucción masiva, la violencia producto de la marginación y de los fundamentalismos políticos y religiosos, la corrupción en el ámbito público y el privado. 
En el mundo hay globalizadores y globalizados, y nuestros países están en la última categoría. Los países desarrollados pregonan libertad de comercio para aquello en lo que tienen ventajas y protección donde nosotros las tenemos. Podemos concluir entonces que quizás no haya desarrollo sin estabilidad, como preconizan los teóricos de la economía, pero que con seguridad no habrá estabilidad si no hay desarrollo. Si no se satisfacen las necesidades básicas del ciudadano, como está ocurriendo hoy en las naciones latinoamericanas, se produce un desencanto social que atenta contra la propia subsistencia de la democracia que estamos obligados a defender y fortalecer. 
La Gran Logia de la Masonería del Uruguay establece entonces que ha llegado el momento en que los masones de los países en desarrollo trabajen unidos para convencer a los de los países desarrollados que la paz mundial pasa porque la distribución de la riqueza en el planeta se haga más equitativa, que haya menos préstamos imposibles de pagar porque el proteccionismo impide que vendamos nuestra producción, y advierte que los pueblos en desarrollo no necesitan caridad sino empleo. De esa forma, los masones todos cumpliremos con nuestro deber de contribuir con la justicia económica, social y cultural de todos los pueblos.
En nuestra opinión, deben analizarse los escenarios posibles y definir el plan de trabajo a presentar para que la Masonería en su conjunto, a través de su influencia benéfica en los gobiernos respectivos, ayude a mejorar las actuales condiciones de intercambio comercial entre los diferentes bloques de naciones de ambos hemisferios, de forma que, haciendo realidad los valores de solidaridad, justicia y fraternidad, pueda generarse una distribución de riqueza más equitativa entre los países y al interior de los mismos.
El presente trabajo tiene como objetivo aportar elementos que sirvan para determinar esos escenarios y plan de trabajo con un sentido pragmático, reconociendo que la búsqueda de lo ideal no debe impedir la obtención de lo posible.

Antecedentes técnicos.
Como en todos los órdenes de la vida, teoría y práctica se separan. De acuerdo a la primera, hay vigentes o en elaboración, instrumentos suficientes de comercio internacional para asegurar justicia distributiva a partir de la libertad de comercio y la integración. En Doha, la Organización Mundial de Comercio inició una nueva ronda comercial centrada en el desarrollo. En Monterrey, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Financiación para el Desarrollo subrayó la importancia de garantizar una financiación efectiva y predecible para los programas de desarrollo relacionados con el comercio. En Johannesburgo, la Cumbre Mundial de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible enunció la necesidad de un comercio, un desarrollo y unas políticas medioambientales que proporcionen un apoyo recíproco.
Pero, definamos en qué condiciones se desarrolla actualmente la economía internacional y los términos de intercambio entre países, fundamentalmente entre los países desarrollados y en desarrollo:

ESCENARIO INTERNACIONAL: El comercio internacional incorporó los cambios que se han venido produciendo en la estructura productiva de los países, a la luz del nuevo concepto de ventajas competitivas. Temas como los servicios, la propiedad intelectual, el trato nacional a la inversión extranjera, y algunos otros de participación incipiente como el medio ambiente y los aspectos laborales, relacionan al comercio con la agenda negociadora de los países desarrollados.  Por otra parte, los sectores agrícola y textil, tradicionalmente excluidos de las reglas generales del GATT, son parte de la agenda de la nueva Organización Mundial de Comercio, como resultado de la preocupación de los países en vías de desarrollo.  En el marco de un proceso de globalización, los aspectos multilaterales, regionales y nacionales en materia comercial han definido escenarios de negociación tan amplios como complejos.
Actualmente, las estrategias de los países van más allá de los aspectos comerciales puntuales y comienzan a ser parte de definiciones que demandan una gran profesionalidad de los equipos negociadores y, fundamentalmente, una percepción clara de los objetivos de los Estados miembro.  La globalización ha modificado la matriz competitiva de los países. La política de bloques comerciales responde a la formación de alianzas estratégicas en relación con las grandes zonas de prosperidad y seguridad a nivel planetario, mientras las áreas deprimidas acentúan su rezago por ausencia de participación en el nuevo y dinámico escenario.  A la lógica de la globalización se antepone la lógica de la exclusión. 

La globalización ha llegado para quedarse, y si bien no es un fenómeno nuevo en la historia de la economía y la política internacionales, muestra sus facetas diferenciales. Actualmente, nos enfrentamos a una ruptura radical de la forma de sentir, pensar y actuar.  En otras palabras, cada sociedad se enfrenta al desafío de encarar su política de desarrollo económico en un contexto global.  Por tanto, los países en vías de desarrollo en particular (tomadores de decisiones políticas y de precios internacionales) deben analizar qué grado de libertad de elección disponen para llevar a cabo sus respectivos proyectos nacionales.
Para ello, deben tenerse en cuenta las cuatros líneas básicas que integran el proceso de globalización a nivel comercial: el comercio internacional, las corporaciones transnacionales, las corrientes financieras y los marcos regulatorios.
 Sin ingresar en el análisis de cada una de ellas, basta mencionar por ejemplo que, a la inversa de lo que sucedía antes de la Segunda Guerra Mundial, actualmente dos tercios del comercio internacional responde al sector de manufacturas, de alto contenido tecnológico.  Aproximadamente, el 70% del comercio mundial se realiza entre Estados Unidos, Europa y Japón. Por su parte, Estados Unidos ha descendido en el producto de las naciones industriales de un 60% a un 35%.  En los últimos treinta años, Asia (incluyendo Japón) ha aumentado su participación en el comercio mundial del 10% al 30%, mientras que un 85% de sus exportaciones está compuesto por manufacturas.  En cambio, los países de América Latina han disminuido el porcentaje de participación de sus exportaciones en relación al mundo, de un 10% en 1950 a un 5% en la actualidad.
En consecuencia, aun persistiendo los tres escenarios en forma simultánea (multilateral, regional y nacional), la nueva visión de la "economía mundo" viene cambiando el enfoque de historiadores y geógrafos para ingresar en realidades sociales que trascienden el tradicional concepto de "Estado Nación".  Puede afirmarse que ningún Estado, ni siquiera el más poderoso, está en condiciones de manejarse con total autonomía.  En otras palabras, la interdependencia ha sustituido a la autarquía y por tanto, los procesos de comercialización de bienes y servicios adquieren alcance global al impulso de los cambios tecnológicos y la internacionalización de las corrientes financieras.
En suma, el principio de soberanía del "Estado Nación" se ha venido modificando; con mayor intensidad cuando se trata de países de ubicación periférica y sin mayores posibilidades de incidir en las orientaciones de la economía y el comercio internacionales.  Ello nos lleva a reconocer las ventajas que los procesos de integración involucran.  Estos son parte de la respuesta de los países, ya que todos, los más desarrollados y los menos desarrollados, se incorporan a bloques comerciales para articular mecanismos ofensivos y defensivos que les permita posicionarse mejor política y económicamente en el mundo globalizado.
Es importante referirse a la brecha existente a nivel de productividad internacional, y en particular a las razones que han determinado esa preocupante modificación de la estructura productiva de la economía del mundo. En un estudio realizado por CEPAL surge que entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo se registra un mismo nivel de productividad en las áreas del petróleo y su refinación. En minerales no ferrosos, los países de América Latina y el Caribe alcanzan apenas el 64% de la productividad de los Estados Unidos; en caucho y siderurgia el 50%; y en otros 24 sub-sectores industriales, que representan el 75% del valor industrial, la productividad es del 35% por debajo de los niveles de los Estados Unidos y los países desarrollados.
Por otra parte, se comprueba la existencia de una gran heterogeneidad productiva entre empresas del mismo tamaño e incluso de similar rama industrial.  Esa brecha se profundiza al percibirse grandes diferencias en la incorporación de tecnología, en los métodos de organización gerencial, en el control de la calidad de la producción y finalmente de las estrategias de posicionamiento en el mercado.
En tal contexto, el mejor planteo debe orientarse a aumentar la productividad mediante la incorporación de tecnología, a fin de competir con mayores posibilidades en un mercado cada día más abierto.  El consumidor aumenta su exigencia como consecuencia de la globalización y la capacidad de acceso a distintos bienes y servicios a nivel internacional. Al desafío de la productividad, debe agregarse los aspectos relacionados con la competitividad.  No es lo mismo la productividad que la competitividad.  En otros términos, son variables complementarias que permiten posicionar mejor las líneas de producción de las empresas.  
De modo que los objetivos que los países persiguen también se vinculan con las políticas internas que aplican para ajustarse a la nueva realidad.  No se trata de una apertura ilimitada, sino de complementar la estrategia de cada país hacia afuera con sus políticas internas.  En resumen, se trata de valorar la inversión, invertir en educación, respetar al contribuyente, apostar a la calidad y a la excelencia, incorporar tecnología, preservar las relaciones laborales y acceder a insumos a precios internacionales.
Esta combinación de productividad y competitividad supone que los países deban desarrollar sus estrategias en una proyección de mediano plazo alcanzando un consenso político adecuado.  Los países pequeños, cuando se equivocan, se colocan al borde de su crisis existencial; en cambio, los países desarrollados siempre tienen el recurso del incumplimiento, cuando piensan que deben rectificar el rumbo. 
La estrategia debe tener en cuenta que los escenarios son todos diferentes y que cada país reúne condiciones particulares derivadas, tanto de una situación interna, como del contexto regional en que está ubicado. La geografía es la madre de la historia y aún en un proceso de globalización la mejor forma de incorporarse a él es administrar los rasgos diferenciales a través de esfuerzos regionales.
La integración es una prolongación del proceso de apertura que requiere tratamientos diferenciales y el reconocimiento de las asimetrías existentes.  Una mayor comprensión contribuye a consolidar un concepto menos ingenuo de solidaridad, sin desmedro de los que están intereses legítimos en juego.
Comercio Internacional: El nuevo relacionamiento comercial debe ser analizado en función de sus consecuencias, de manera que industriales, empresarios, comerciantes, ciudadanos y gobernantes participen adecuadamente en las decisiones de cada Estado, a fin de incidir en la definición de su estrategia. En tal sentido, la realidad no debe asumirse pasivamente, sino que debe administrarse para que, actuando sobre ella, se incida en la modificación de las estructuras productivas internas y se actúe con dinamismo por una presencia más activa en el mercado internacional.  
Las relaciones internacionales, a nivel económico y comercial, han cambiado también, como consecuencia de la globalización. Las corporaciones son las nuevas protagonistas; se cuentan cerca de 40.000 corporaciones transnacionales en el mundo, con 270.000 filiales distribuidoras, todas ellas con cadena de valor y concentradas básicamente en el sector manufacturero en ramas con mayor densidad en mano de obra.
La multinacionalidad empresarial se ha sustituido por la transnacionalidad.  Las empresas hoy participan de una trama de complementación en la producción, distribución y comercialización de bienes y servicios.  Los niveles de productividad y competitividad van reduciendo la participación de industrias nacionales, y en particular de las pequeñas y medianas empresas de los países en vías de desarrollo, que carecen de capital, capacitación y calidad adecuados. 
Corrientes Financieras: La globalización financiera es una de las manifestaciones más claras. Las operaciones financieras han crecido tres o cuatro veces más rápido que la inversión en activos reales y la producción mundial.  Los mercados financieros son protagonistas decisivos de este proceso de globalización, más allá del juicio de valor que pueda emitirse sobre la incidencia que tienen sus conductas.
Los operadores financieros pueden en horas montar ataques especulativos a cualquiermoneda, salvo las que aún se consideran más fuertes, como pueden ser el dólar, el euro, el yen o la libra.  Lo sucedido en México, Rusia, en Asia y en el Brasil demuestra la fragilidad de las economías cuando los capitales se manejan con criterios especulativos o no se han incorporado activamente a los sectores productivos de cada país.
Marcos Regulatorios: Se han venido determinando a nivel multilateral y regional. 
Por tanto, no es una tarea fácil, para empresarios o responsables de política públicas, vincular los distintos niveles normativos a la estrategia de cada Estado. 
La falta de comprensión de esta situación estimula muchas veces aspectos instrumentales y la implementación de políticas sectoriales disociadas de la realidad internacional. El esfuerzo más importante debe centrarse en vincular los nuevos marcos regulatorios con la estrategia de cada Estado.  La relación de la propiedad intelectual con el comercio, la importancia de las marcas y patentes en las políticas de transferencia de tecnología, la protección a la innovación y la defensa del inversor, integran la nueva agenda que se incorpora a las negociaciones internacionales bajo el peso de una preocupante relación asimétrica.

ESCENARIO MULTILATERAL: La Conferencia de Doha ha incorporado los mandatos de la Ronda Uruguay y expone con claridad las diferentes estrategias existentes.  Los Estados no pueden sustraerse a la globalización de los intereses económicos, por lo que los conceptos de solidaridad y comprensión no están necesariamente presentes en los nuevos negociadores.
Los Acuerdos sobre Propiedad Intelectual (Derechos de Autor, Patentes, Marcas), se vinculan directamente a la capacidad de investigación que cada Estado pueda desarrollar en acuerdo con su sector privado.  Los servicios, de mano de la tecnología, hacen la diferencia en competitividad y el trato nacional hacia la Inversión Extranjera es el instrumento más eficaz para facilitar el proceso de transnacionalización de la economía.  Las cláusulas ambientales y sociales son miradas desde ángulos diferentes, según la realidad de cada economía involucrada.
Por otra parte, los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea quieren mantener - más allá de los compromisos ya asumidos - la aplicación de determinadas políticas proteccionistas reñidas con las normas y el espíritu que inspira la filosofía y el funcionamiento de la actual OMC.  Han agregado además el nuevo concepto de la multifuncionalidad, en el entendido de que la agricultura es más que la simple producción de bienes y, por tanto, temas externos de difícil cuantificación económica deben ser tenidos en cuenta para justificar el mantenimiento y la aplicación de subsidios al sector.  Se agrega también el concepto de seguridad alimentaria relacionado con productos genéticamente alterados y aspectos como la comercialización de carnes con hormonas y otros temas. Con un enfoque de esta naturaleza se intenta argumentar a favor de la preservación de los valores culturales agrarios, del empleo rural y de la conservación del medio ambiente. Por otra parte, la agricultura es apenas la punta de un iceberg que se relaciona con intereses industriales como los que representa el sector químico o el de la maquinaria, así como la administración y manejo de los stocks.

Propuesta.
Para alcanzar un Acuerdo deben realizarse concesiones recíprocas; en otras palabras, que las partes negociadoras culminen su negociación bajo un sentimiento de insatisfacciones compartidas. Para ello, lo fundamental en estos temas no es manejarse con un criterio estrictamente técnico, sino tomar el proceso negociador como un instrumento político, al servicio de un entendimiento que favorezca a todas las partes intervinientes.  Si se deja a los técnicos llevar a cabo las negociaciones en soledad, se producirán enfrentamientos insalvables, por la inflexibilidad en las posiciones. Los criterios comunes que deberán presidir las negociaciones son de naturaleza política, y por tanto, dotados de una adecuada interpretación de la realidad.
Las características de los espacios de libre comercio deberán ser las siguientes:
Flexibilidad.  Los acuerdos alcanzados deberán ser lo suficientemente flexibles, como para que sus resultados se incorporen a un Tratado de Derecho Internacional que consoliden una integración efectiva.
Transparencia.  Las etapas negociadoras y la implementación de las decisiones deberán ser claramente explicitadas para partes y terceros, para permitir la evaluación desde el primer momento de los probables efectos de los acuerdos sobre la economía en general y el comercio en particular.  
Asimetría.  Para trasmitir credibilidad hacia la interna de cada país, debe tenerse en cuenta la situación asimétrica de los socios.  Por tanto, un tratamiento diferenciado ayudará a compensar asimetrías y a evitar expresiones de escapismo; esto es, la búsqueda por encontrar solamente en la fuerza de los demás el origen de las debilidades.
Celeridad.  Los acuerdos comerciales deben concretarse lo antes posible, a fin de dotar de credibilidad al proceso de integración y mostrar oportunidades concretas a los empresarios de los países miembros; en especial, aquellos países de menor desarrollo.
Intereses y objetivos de las partes.
Hasta aquí el funcionamiento teórico, desde un punto de vista técnico. Es obvio que los objetivos fijados, como en todos los acuerdos internacionales realizados, existen metas que todos los países involucrados consideran deseables. Pero aparte de ellos, para una comprensión del proceso negociador hay que establecer los intereses de las partes, porque allí se centran las dificultades.
La forma en que se encare la negociación y las concesiones que recíprocamente se realicen entre los socios, van a rescatar la credibilidad del proceso de integración.  Por tanto, el espíritu que debe presidir las negociaciones, debe tener un alto contenido de solidaridad y fraternidad -actitudes difíciles de encontrar -porque de otra manera, los magros resultados comerciales agravados por las crisis sociales, determinarán un nuevo fracaso en la integración.

Un cambio de actitud necesario.
Es claro que el reclamo de tener una relación en términos de justicia y equidad es decente y digno, pero en las condiciones actuales carece de fuerza. Sin embargo, y allí es donde los latinoamericanos y americanos del norte junto a los europeos, deben lograr un cambio de actitud imprescindible para lograr acuerdos, quizás no ideales pero sí posibles, siguiendo algunas ideas entre las que podemos destacar las siguientes: a) disminuir (no terminar con) los subsidios a la agricultura, que nos dejan fuera de competencia; b) otorgar a las economías más pequeñas el trato especial y diferenciado que tiene incorporado la OMC y a lo cual se niegan sistemáticamente; c) disminuir las barreras no arancelarias a los productos de los países que intentan entrar a los mercados desarrollados; d) aceptar que el proceso de desgravación arancelaria debe ser asimétrico, como lo son las economías, pues de lo contrario va a ser muy difícil desarrollar tecnología en la región o alguna industria un poco avanzada, y por lo tanto generar crecimiento y mayor calidad de vida, ya que va a ser más fácil y conveniente importarla de los países desarrollados. 

La gran pregunta que se plantea en este escenario es saber cuál será el resultado económico, comercial y social sobre los países menos desarrollados de la región. 
¿Hay una verdadera comprensión de los problemas que existen?  ¿Se compensan las estrategias comerciales con sensibilidad sobre la realidad social y política de todos los países? ¿Los intereses económicos, aun siendo respetables, no estarán condicionando la estabilidad política de muchos países, incluso su propia democracia que tanto cuesta y han costado preservar?
No habrá solución si no hay comercio libre, pero libre en ambos sentidos. Desde los propios centros financieros, aún del Fondo Monetario Internacional, se habla hoy de la imposibilidad de varios países de la región de cumplir con sus compromisos de pago de la deuda externa. En la estructura actual de comercio, eso es cierto. Los países no podrán pagar si no aumentan sus exportaciones y comprometen parte de ese incremento a pagar su deuda con los países ricos y los organismos internacionales.
Son ellos que terminarán por tener un interés legítimo en que nuestros países salgan adelante.
No se trata de sentimentalismos.  Lo básico es que se asuman las asimetrías para dar un tratamiento desigual a las desigualdades y se exorcicen las hipocresías que impulsan el doble discurso y por tanto la desconfianza. Todos los países son realidades diferentes, aunque puedan incluirse en categorías similares. Las negociaciones a veces reflejan una falta de conocimiento de los actores y tienden a simplificar, sin tener en cuenta sus peculiaridades. La pobreza en América Latina es angustiante. Por razones éticas (ni siquiera ideológicas si aún persistieran esas diferencias), debe hacerse un esfuerzo para evitar que se confirme aquello de que los países "no tienen amigos permanentes, sino intereses permanentes".  Para ello, los valores humanistas deben prevalecer sin que eso signifique ingresar en una ingenuidad de pensamiento respecto de la importancia de los intereses económicos y comerciales.

Conclusiones.
Los años próximos serán de una muy intensa negociación externa, quizás la más importante que nuestros países han tenido en los últimos treinta o cuarenta años, porque no culminará, como otras, en instrumentos relativos a la paz y seguridad internacional (que hoy tan fácilmente se desmoronan), ni en instrumentos relacionados a la lucha contra la droga, contra el terrorismo, o dirigidos a la preservación del medio ambiente. En caso de que, como naciones, tengamos éxito, culminará en instrumentos dirigidos a establecer reglas de comercio internacional más justas, y con ellas podremos tener, en los próximos veinte o treinta años, mejores posibilidades de desarrollo y incremento de la calidad de vida de nuestros pueblos.
Mientras tanto, casi la mitad de la población mundial, tres mil millones de personas, continúan viviendo con ingresos inferiores a dos dólares diarios, cifra similar a la que recibe diariamente como subsidio una vaca en los países europeos. Y seamos realistas, llegar a un acuerdo para que los países desarrollados acepten recortar sus subsidios agrícolas es crucial para que tenga éxito la ronda de negociaciones iniciada en Doha a fines de 2001, pero las negociaciones reales ni siquiera han comenzado, y todos mantienen aún sus posiciones iniciales. Por lo tanto, Hermanos, pragmatismo para buscar la solución posible, recordando que la solución perfecta es generalmente enemiga de la solución posible. Debemos tener la lista mínima de cuáles son los intereses fundamentales a satisfacer en una negociación, pero con una agenda realista que primero, genere los necesarios acuerdos internos a los países latinoamericanos, y luego, internalice las dificultades de los países desarrollados. Si como latinoamericanos no tenemos en cuenta las dificultades internas que tienen nuestras contrapartes y planteamos peticiones y condiciones políticamente irrealizables en las internas de esos países, quizás no debamos iniciar siquiera el proceso negociador, dado que éste no tendrá éxito.
La Masonería tiene como objetivo primordial hacer progresar la sociedad. Para lograrlo, en nuestra opinión, el momento requiere que se decida formar un grupo, integrado por Grandes Logias representativas de las diferentes realidades, que con sentido pragmático definan la agenda posible para los referidos acuerdos, y a partir de ella, busque desarrollar un proceso de concientización de que la elección entre la paz real producida por el mantenimiento de los regímenes democráticos y el logro de un nivel de vida digno (como contraposición a la paz basada en la punta de los misiles), sumado a la posibilidad del repago de las deudas que los países en desarrollo tienen con los desarrollados, pasa por condiciones más equitativas en el comercio internacional.[1]


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