Ponencias de la XX Asamblea de la
Conferencia Masónica Interamericana
PROPUESTA DE DESARROLLO EQUITATIVO
Gran Logia de la Masonería del Uruguay
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La sociedad occidental, que
ha tenido como contribución importante los principios universales de la
Masonería, está jaqueada por las consecuencias de adelantos científicos y
tecnológicos que podrían, si fueran utilizados de acuerdo a conductas éticas
elementales principios de solidaridad, convertirse en causa de la felicidad de
los pueblos.
En cambio, asistimos
impotentes a la acentuación de la brecha entre pobres y ricos dentro de las
sociedades, y entre sociedades ricas y sociedades pobres, como también a los
riesgos de manipulaciones genéticas, la destrucción del ecosistema, las armas
biológicas y otras de destrucción masiva, la violencia producto de la
marginación y de los fundamentalismos políticos y religiosos, la corrupción en
el ámbito público y el privado.
En el mundo hay
globalizadores y globalizados, y nuestros países están en la última categoría.
Los países desarrollados pregonan libertad de comercio para aquello en lo que
tienen ventajas y protección donde nosotros las tenemos. Podemos concluir
entonces que quizás no haya desarrollo sin estabilidad, como preconizan los
teóricos de la economía, pero que con seguridad no habrá estabilidad si no hay
desarrollo. Si no se satisfacen las necesidades básicas del ciudadano, como
está ocurriendo hoy en las naciones latinoamericanas, se produce un desencanto
social que atenta contra la propia subsistencia de la democracia que estamos
obligados a defender y fortalecer.
La Gran Logia de la Masonería
del Uruguay establece entonces que ha llegado el momento en que los masones de
los países en desarrollo trabajen unidos para convencer a los de los países
desarrollados que la paz mundial pasa porque la distribución de la riqueza en
el planeta se haga más equitativa, que haya menos préstamos imposibles de pagar
porque el proteccionismo impide que vendamos nuestra producción, y advierte que
los pueblos en desarrollo no necesitan caridad sino empleo. De esa forma, los
masones todos cumpliremos con nuestro deber de contribuir con la justicia
económica, social y cultural de todos los pueblos.
En nuestra opinión, deben
analizarse los escenarios posibles y definir el plan de trabajo a presentar
para que la Masonería en su conjunto, a través de su influencia benéfica en los
gobiernos respectivos, ayude a mejorar las actuales condiciones de intercambio
comercial entre los diferentes bloques de naciones de ambos hemisferios, de
forma que, haciendo realidad los valores de solidaridad, justicia y
fraternidad, pueda generarse una distribución de riqueza más equitativa entre
los países y al interior de los mismos. El presente trabajo tiene como objetivo
aportar elementos que sirvan para determinar esos escenarios y plan de trabajo
con un sentido pragmático, reconociendo que la búsqueda de lo ideal no debe
impedir la obtención de lo posible.
PROPUESTA DE DESARROLLO EQUITATIVO
Introducción.
La sociedad occidental, que
ha tenido como contribución importante los principios universales de la
Masonería, está jaqueada por las consecuencias de adelantos científicos y
tecnológicos que podrían, si fueran utilizados de acuerdo a conductas éticas y
elementales principios de solidaridad, convertirse en causa de la felicidad de
los pueblos.
En cambio, asistimos
impotentes a la acentuación de la brecha entre pobres y ricos dentro de las
sociedades, y entre sociedades ricas y sociedades pobres, como también
a los riesgos de
manipulaciones genéticas, la destrucción del ecosistema, las armas biológicas y
otras de destrucción masiva, la violencia producto de la marginación y de los
fundamentalismos políticos y religiosos, la corrupción en el ámbito público y
el privado.
En el mundo hay
globalizadores y globalizados, y nuestros países están en la última categoría.
Los países desarrollados pregonan libertad de comercio para aquello en lo que
tienen ventajas y protección donde nosotros las tenemos. Podemos concluir entonces
que quizás no haya desarrollo sin estabilidad, como preconizan los teóricos de
la economía, pero que con seguridad no habrá estabilidad si no hay desarrollo.
Si no se satisfacen las necesidades básicas del ciudadano, como está ocurriendo
hoy en las naciones latinoamericanas, se produce un desencanto social que
atenta contra la propia subsistencia de la democracia que estamos obligados a
defender y fortalecer.
La Gran Logia de la Masonería
del Uruguay establece entonces que ha llegado el momento en que los masones de
los países en desarrollo trabajen unidos para convencer a los de los países
desarrollados que la paz mundial pasa porque la distribución de la riqueza en
el planeta se haga más equitativa, que haya menos préstamos imposibles de pagar
porque el proteccionismo impide que vendamos nuestra producción, y advierte que
los pueblos en desarrollo no necesitan caridad sino empleo. De esa forma, los
masones todos cumpliremos con nuestro deber de contribuir con la justicia
económica, social y cultural de todos los pueblos.
En nuestra opinión, deben
analizarse los escenarios posibles y definir el plan de trabajo a presentar
para que la Masonería en su conjunto, a través de su influencia benéfica en los
gobiernos respectivos, ayude a mejorar las actuales condiciones de intercambio
comercial entre los diferentes bloques de naciones de ambos hemisferios, de
forma que, haciendo realidad los valores de solidaridad, justicia y
fraternidad, pueda generarse una distribución de riqueza más equitativa entre
los países y al interior de los mismos.
El presente trabajo tiene
como objetivo aportar elementos que sirvan para determinar esos escenarios y
plan de trabajo con un sentido pragmático, reconociendo que la búsqueda de lo
ideal no debe impedir la obtención de lo posible.
Antecedentes técnicos.
Como en todos los órdenes de
la vida, teoría y práctica se separan. De acuerdo a la primera, hay vigentes o
en elaboración, instrumentos suficientes de comercio internacional para
asegurar justicia distributiva a partir de la libertad de comercio y la
integración. En Doha, la Organización Mundial de Comercio inició una nueva
ronda comercial centrada en el desarrollo. En Monterrey, la Conferencia de las
Naciones Unidas sobre Financiación para el Desarrollo subrayó la importancia de
garantizar una financiación efectiva y predecible para los programas de
desarrollo relacionados con el comercio. En Johannesburgo, la Cumbre Mundial de
las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible enunció la necesidad de un
comercio, un desarrollo y unas políticas medioambientales que proporcionen un
apoyo recíproco.
Pero, definamos en qué
condiciones se desarrolla actualmente la economía internacional y los términos
de intercambio entre países, fundamentalmente entre los países desarrollados y
en desarrollo:
ESCENARIO INTERNACIONAL: El comercio internacional incorporó los cambios que
se han venido produciendo en la estructura productiva de los países, a la luz
del nuevo concepto de ventajas competitivas. Temas como los servicios, la
propiedad intelectual, el trato nacional a la inversión extranjera, y algunos
otros de participación incipiente como el medio ambiente y los aspectos
laborales, relacionan al comercio con la agenda negociadora de los países
desarrollados. Por otra parte, los
sectores agrícola y textil, tradicionalmente excluidos de las reglas generales
del GATT, son parte de la agenda de la nueva Organización Mundial de Comercio,
como resultado de la preocupación de los países en vías de desarrollo. En el marco de un proceso de globalización,
los aspectos multilaterales, regionales y nacionales en materia comercial han
definido escenarios de negociación tan amplios como complejos.
Actualmente, las estrategias
de los países van más allá de los aspectos comerciales puntuales y comienzan a
ser parte de definiciones que demandan una gran profesionalidad de los equipos
negociadores y, fundamentalmente, una percepción clara de los objetivos de los
Estados miembro. La globalización ha
modificado la matriz competitiva de los países. La política de bloques
comerciales responde a la formación de alianzas estratégicas en relación con
las grandes zonas de prosperidad y seguridad a nivel planetario, mientras las
áreas deprimidas acentúan su rezago por ausencia de participación en el nuevo y
dinámico escenario. A la lógica de la
globalización se antepone la lógica de la exclusión.
La globalización ha llegado
para quedarse, y si bien no es un fenómeno nuevo en la historia de la economía
y la política internacionales, muestra sus facetas diferenciales. Actualmente,
nos enfrentamos a una ruptura radical de la forma de sentir, pensar y
actuar. En otras palabras, cada sociedad
se enfrenta al desafío de encarar su política de desarrollo económico en un
contexto global. Por tanto, los países
en vías de desarrollo en particular (tomadores de decisiones políticas y de
precios internacionales) deben analizar qué grado de libertad de elección
disponen para llevar a cabo sus respectivos proyectos nacionales.
Para ello, deben tenerse en
cuenta las cuatros líneas básicas que integran el proceso de globalización a
nivel comercial: el comercio internacional, las corporaciones transnacionales,
las corrientes financieras y los marcos regulatorios.
Sin ingresar en el análisis de cada una de
ellas, basta mencionar por ejemplo que, a la inversa de lo que sucedía antes de
la Segunda Guerra Mundial, actualmente dos tercios del comercio internacional
responde al sector de manufacturas, de alto contenido tecnológico. Aproximadamente, el 70% del comercio mundial
se realiza entre Estados Unidos, Europa y Japón. Por su parte, Estados Unidos
ha descendido en el producto de las naciones industriales de un 60% a un
35%. En los últimos treinta años, Asia
(incluyendo Japón) ha aumentado su participación en el comercio mundial del 10%
al 30%, mientras que un 85% de sus exportaciones está compuesto por
manufacturas. En cambio, los países de
América Latina han disminuido el porcentaje de participación de sus
exportaciones en relación al mundo, de un 10% en 1950 a un 5% en la actualidad.
En consecuencia, aun
persistiendo los tres escenarios en forma simultánea (multilateral, regional y
nacional), la nueva visión de la "economía mundo" viene cambiando el
enfoque de historiadores y geógrafos para ingresar en realidades sociales que
trascienden el tradicional concepto de "Estado Nación". Puede afirmarse que ningún Estado, ni
siquiera el más poderoso, está en condiciones de manejarse con total autonomía. En otras palabras, la interdependencia ha
sustituido a la autarquía y por tanto, los procesos de comercialización de
bienes y servicios adquieren alcance global al impulso de los cambios
tecnológicos y la internacionalización de las corrientes financieras.
En suma, el principio de
soberanía del "Estado Nación" se ha venido modificando; con mayor
intensidad cuando se trata de países de ubicación periférica y sin mayores
posibilidades de incidir en las orientaciones de la economía y el comercio internacionales. Ello nos lleva a reconocer las ventajas que
los procesos de integración involucran.
Estos son parte de la respuesta de los países, ya que todos, los más
desarrollados y los menos desarrollados, se incorporan a bloques comerciales
para articular mecanismos ofensivos y defensivos que les permita posicionarse
mejor política y económicamente en el mundo globalizado.
Es importante referirse a la
brecha existente a nivel de productividad internacional, y en particular a las
razones que han determinado esa preocupante modificación de la estructura
productiva de la economía del mundo. En un estudio realizado por CEPAL surge
que entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo se
registra un mismo nivel de productividad en las áreas del petróleo y su
refinación. En minerales no ferrosos, los países de América Latina y el Caribe
alcanzan apenas el 64% de la productividad de los Estados Unidos; en caucho y
siderurgia el 50%; y en otros 24 sub-sectores industriales, que representan el
75% del valor industrial, la productividad es del 35% por debajo de los niveles
de los Estados Unidos y los países desarrollados.
Por otra parte, se comprueba
la existencia de una gran heterogeneidad productiva entre empresas del mismo
tamaño e incluso de similar rama industrial.
Esa brecha se profundiza al percibirse grandes diferencias en la incorporación
de tecnología, en los métodos de organización gerencial, en el control de la
calidad de la producción y finalmente de las estrategias de posicionamiento en
el mercado.
En tal contexto, el mejor
planteo debe orientarse a aumentar la productividad mediante la incorporación
de tecnología, a fin de competir con mayores posibilidades en un mercado cada
día más abierto. El consumidor aumenta
su exigencia como consecuencia de la globalización y la capacidad de acceso a
distintos bienes y servicios a nivel internacional. Al desafío de la
productividad, debe agregarse los aspectos relacionados con la
competitividad. No es lo mismo la
productividad que la competitividad. En
otros términos, son variables complementarias que permiten posicionar mejor las
líneas de producción de las empresas.
De modo que los objetivos que
los países persiguen también se vinculan con las políticas internas que aplican
para ajustarse a la nueva realidad. No
se trata de una apertura ilimitada, sino de complementar la estrategia de cada
país hacia afuera con sus políticas internas.
En resumen, se trata de valorar la inversión, invertir en educación,
respetar al contribuyente, apostar a la calidad y a la excelencia, incorporar tecnología,
preservar las relaciones laborales y acceder a insumos a precios
internacionales.
Esta combinación de
productividad y competitividad supone que los países deban desarrollar sus
estrategias en una proyección de mediano plazo alcanzando un consenso político
adecuado. Los países pequeños, cuando se
equivocan, se colocan al borde de su crisis existencial; en cambio, los países
desarrollados siempre tienen el recurso del incumplimiento, cuando piensan que
deben rectificar el rumbo.
La estrategia debe tener en
cuenta que los escenarios son todos diferentes y que cada país reúne
condiciones particulares derivadas, tanto de una situación interna, como del
contexto regional en que está ubicado. La geografía es la madre de la historia
y aún en un proceso de globalización la mejor forma de incorporarse a él es
administrar los rasgos diferenciales a través de esfuerzos regionales.
La integración es una
prolongación del proceso de apertura que requiere tratamientos diferenciales y
el reconocimiento de las asimetrías existentes.
Una mayor comprensión contribuye a consolidar un concepto menos ingenuo
de solidaridad, sin desmedro de los que están intereses legítimos en juego.
Comercio Internacional: El
nuevo relacionamiento comercial debe ser analizado en función de sus
consecuencias, de manera que industriales, empresarios, comerciantes, ciudadanos
y gobernantes participen adecuadamente en las decisiones de cada Estado, a fin
de incidir en la definición de su estrategia. En tal sentido, la realidad no
debe asumirse pasivamente, sino que debe administrarse para que, actuando sobre
ella, se incida en la modificación de las estructuras productivas internas y se
actúe con dinamismo por una presencia más activa en el mercado
internacional.
Las relaciones
internacionales, a nivel económico y comercial, han cambiado también, como
consecuencia de la globalización. Las corporaciones son las nuevas protagonistas;
se cuentan cerca de 40.000 corporaciones transnacionales en el mundo, con
270.000 filiales distribuidoras, todas ellas con cadena de valor y concentradas
básicamente en el sector manufacturero en ramas con mayor densidad en mano de
obra.
La multinacionalidad
empresarial se ha sustituido por la transnacionalidad. Las empresas hoy participan de una trama de
complementación en la producción, distribución y comercialización de bienes y
servicios. Los niveles de productividad y
competitividad van reduciendo la participación de industrias nacionales, y en
particular de las pequeñas y medianas empresas de los países en vías de
desarrollo, que carecen de capital, capacitación y calidad adecuados.
Corrientes Financieras: La
globalización financiera es una de las manifestaciones más claras. Las
operaciones financieras han crecido tres o cuatro veces más rápido que la
inversión en activos reales y la producción mundial. Los mercados financieros son protagonistas
decisivos de este proceso de globalización, más allá del juicio de valor que
pueda emitirse sobre la incidencia que tienen sus conductas.
Los operadores financieros
pueden en horas montar ataques especulativos a cualquiermoneda, salvo las que
aún se consideran más fuertes, como pueden ser el dólar, el euro, el yen o la
libra. Lo sucedido en México, Rusia, en
Asia y en el Brasil demuestra la fragilidad de las economías cuando los
capitales se manejan con criterios especulativos o no se han incorporado
activamente a los sectores productivos de cada país.
Marcos Regulatorios: Se han
venido determinando a nivel multilateral y regional.
Por tanto, no es una tarea
fácil, para empresarios o responsables de política públicas, vincular los
distintos niveles normativos a la estrategia de cada Estado.
La falta de comprensión de
esta situación estimula muchas veces aspectos instrumentales y la
implementación de políticas sectoriales disociadas de la realidad
internacional. El esfuerzo más importante debe centrarse en vincular los nuevos
marcos regulatorios con la estrategia de cada Estado. La relación de la propiedad intelectual con
el comercio, la importancia de las marcas y patentes en las políticas de transferencia
de tecnología, la protección a la innovación y la defensa del inversor,
integran la nueva agenda que se incorpora a las negociaciones internacionales
bajo el peso de una preocupante relación asimétrica.
ESCENARIO MULTILATERAL: La Conferencia de Doha ha incorporado los mandatos de
la Ronda Uruguay y expone con claridad las diferentes estrategias
existentes. Los Estados no pueden
sustraerse a la globalización de los intereses económicos, por lo que los
conceptos de solidaridad y comprensión no están necesariamente presentes en los
nuevos negociadores.
Los Acuerdos sobre Propiedad
Intelectual (Derechos de Autor, Patentes, Marcas), se vinculan directamente a
la capacidad de investigación que cada Estado pueda desarrollar en acuerdo con
su sector privado. Los servicios, de
mano de la tecnología, hacen la diferencia en competitividad y el trato
nacional hacia la Inversión Extranjera es el instrumento más eficaz para
facilitar el proceso de transnacionalización de la economía. Las cláusulas ambientales y sociales son
miradas desde ángulos diferentes, según la realidad de cada economía
involucrada.
Por otra parte, los Estados
Unidos, Japón y la Unión Europea quieren mantener - más allá de los compromisos
ya asumidos - la aplicación de determinadas políticas proteccionistas reñidas
con las normas y el espíritu que inspira la filosofía y el funcionamiento de la
actual OMC. Han agregado además el nuevo
concepto de la multifuncionalidad, en el entendido de que la agricultura es más
que la simple producción de bienes y, por tanto, temas externos de difícil
cuantificación económica deben ser tenidos en cuenta para justificar el
mantenimiento y la aplicación de subsidios al sector. Se agrega también el concepto de seguridad
alimentaria relacionado con productos genéticamente alterados y aspectos como
la comercialización de carnes con hormonas y otros temas. Con un enfoque de
esta naturaleza se intenta argumentar a favor de la preservación de los valores
culturales agrarios, del empleo rural y de la conservación del medio ambiente.
Por otra parte, la agricultura es apenas la punta de un iceberg que se
relaciona con intereses industriales como los que representa el sector químico
o el de la maquinaria, así como la administración y manejo de los stocks.
Propuesta.
Para alcanzar un Acuerdo
deben realizarse concesiones recíprocas; en otras palabras, que las partes
negociadoras culminen su negociación bajo un sentimiento de insatisfacciones
compartidas. Para ello, lo fundamental en estos temas no es manejarse con un
criterio estrictamente técnico, sino tomar el proceso negociador como un
instrumento político, al servicio de un entendimiento que favorezca a todas las
partes intervinientes. Si se deja a los
técnicos llevar a cabo las negociaciones en soledad, se producirán
enfrentamientos insalvables, por la inflexibilidad en las posiciones. Los
criterios comunes que deberán presidir las negociaciones son de naturaleza
política, y por tanto, dotados de una adecuada interpretación de la realidad.
Las características de los
espacios de libre comercio deberán ser las siguientes:
Flexibilidad. Los acuerdos alcanzados deberán ser lo
suficientemente flexibles, como para que sus resultados se incorporen a un
Tratado de Derecho Internacional que consoliden una integración efectiva.
Transparencia. Las etapas negociadoras y la implementación
de las decisiones deberán ser claramente explicitadas para partes y terceros,
para permitir la evaluación desde el primer momento de los probables efectos de
los acuerdos sobre la economía en general y el comercio en particular.
Asimetría. Para trasmitir credibilidad hacia la interna
de cada país, debe tenerse en cuenta la situación asimétrica de los
socios. Por tanto, un tratamiento
diferenciado ayudará a compensar asimetrías y a evitar expresiones de
escapismo; esto es, la búsqueda por encontrar solamente en la fuerza de los
demás el origen de las debilidades.
Celeridad. Los acuerdos comerciales deben concretarse lo
antes posible, a fin de dotar de credibilidad al proceso de integración y
mostrar oportunidades concretas a los empresarios de los países miembros; en
especial, aquellos países de menor desarrollo.
Intereses y objetivos de las
partes.
Hasta aquí el funcionamiento
teórico, desde un punto de vista técnico. Es obvio que los objetivos fijados,
como en todos los acuerdos internacionales realizados, existen metas que todos
los países involucrados consideran deseables. Pero aparte de ellos, para una
comprensión del proceso negociador hay que establecer los intereses de las
partes, porque allí se centran las dificultades.
La forma en que se encare la
negociación y las concesiones que recíprocamente se realicen entre los socios,
van a rescatar la credibilidad del proceso de integración. Por tanto, el espíritu que debe presidir las
negociaciones, debe tener un alto contenido de solidaridad y fraternidad
-actitudes difíciles de encontrar -porque de otra manera, los magros resultados
comerciales agravados por las crisis sociales, determinarán un nuevo fracaso en
la integración.
Un cambio de actitud necesario.
Es claro que el reclamo de
tener una relación en términos de justicia y equidad es decente y digno, pero
en las condiciones actuales carece de fuerza. Sin embargo, y allí es donde los
latinoamericanos y americanos del norte junto a los europeos, deben lograr un
cambio de actitud imprescindible para lograr acuerdos, quizás no ideales pero
sí posibles, siguiendo algunas ideas entre las que podemos destacar las
siguientes: a) disminuir (no terminar con) los subsidios a la agricultura, que
nos dejan fuera de competencia; b) otorgar a las economías más pequeñas el
trato especial y diferenciado que tiene incorporado la OMC y a lo cual se
niegan sistemáticamente; c) disminuir las barreras no arancelarias a los
productos de los países que intentan entrar a los mercados desarrollados; d)
aceptar que el proceso de desgravación arancelaria debe ser asimétrico, como lo
son las economías, pues de lo contrario va a ser muy difícil desarrollar
tecnología en la región o alguna industria un poco avanzada, y por lo tanto
generar crecimiento y mayor calidad de vida, ya que va a ser más fácil y
conveniente importarla de los países desarrollados.
La gran pregunta que se
plantea en este escenario es saber cuál será el resultado económico, comercial
y social sobre los países menos desarrollados de la región.
¿Hay una verdadera
comprensión de los problemas que existen?
¿Se compensan las estrategias comerciales con sensibilidad sobre la
realidad social y política de todos los países? ¿Los intereses económicos, aun
siendo respetables, no estarán condicionando la estabilidad política de muchos
países, incluso su propia democracia que tanto cuesta y han costado preservar?
No habrá solución si no hay
comercio libre, pero libre en ambos sentidos. Desde los propios centros
financieros, aún del Fondo Monetario Internacional, se habla hoy de la
imposibilidad de varios países de la región de cumplir con sus compromisos de
pago de la deuda externa. En la estructura actual de comercio, eso es cierto.
Los países no podrán pagar si no aumentan sus exportaciones y comprometen parte
de ese incremento a pagar su deuda con los países ricos y los organismos
internacionales.
Son ellos que terminarán por
tener un interés legítimo en que nuestros países salgan adelante.
No se trata de
sentimentalismos. Lo básico es que se
asuman las asimetrías para dar un tratamiento desigual a las desigualdades y se
exorcicen las hipocresías que impulsan el doble discurso y por tanto la
desconfianza. Todos los países son realidades diferentes, aunque puedan
incluirse en categorías similares. Las negociaciones a veces reflejan una falta
de conocimiento de los actores y tienden a simplificar, sin tener en cuenta sus
peculiaridades. La pobreza en América Latina es angustiante. Por razones éticas
(ni siquiera ideológicas si aún persistieran esas diferencias), debe hacerse un
esfuerzo para evitar que se confirme aquello de que los países "no tienen
amigos permanentes, sino intereses permanentes". Para ello, los valores humanistas deben
prevalecer sin que eso signifique ingresar en una ingenuidad de pensamiento
respecto de la importancia de los intereses económicos y comerciales.
Conclusiones.
Los años próximos serán de
una muy intensa negociación externa, quizás la más importante que nuestros
países han tenido en los últimos treinta o cuarenta años, porque no culminará,
como otras, en instrumentos relativos a la paz y seguridad internacional (que
hoy tan fácilmente se desmoronan), ni en instrumentos relacionados a la lucha
contra la droga, contra el terrorismo, o dirigidos a la preservación del medio
ambiente. En caso de que, como naciones, tengamos éxito, culminará en
instrumentos dirigidos a establecer reglas de comercio internacional más
justas, y con ellas podremos tener, en los próximos veinte o treinta años,
mejores posibilidades de desarrollo y incremento de la calidad de vida de
nuestros pueblos.
Mientras tanto, casi la mitad
de la población mundial, tres mil millones de personas, continúan viviendo con
ingresos inferiores a dos dólares diarios, cifra similar a la que recibe
diariamente como subsidio una vaca en los países europeos. Y seamos realistas,
llegar a un acuerdo para que los países desarrollados acepten recortar sus
subsidios agrícolas es crucial para que tenga éxito la ronda de negociaciones
iniciada en Doha a fines de 2001, pero las negociaciones reales ni siquiera han
comenzado, y todos mantienen aún sus posiciones iniciales. Por lo tanto,
Hermanos, pragmatismo para buscar la solución posible, recordando que la
solución perfecta es generalmente enemiga de la solución posible. Debemos tener
la lista mínima de cuáles son los intereses fundamentales a satisfacer en una
negociación, pero con una agenda realista que primero, genere los necesarios
acuerdos internos a los países latinoamericanos, y luego, internalice las
dificultades de los países desarrollados. Si como latinoamericanos no tenemos
en cuenta las dificultades internas que tienen nuestras contrapartes y
planteamos peticiones y condiciones políticamente irrealizables en las internas
de esos países, quizás no debamos iniciar siquiera el proceso negociador, dado
que éste no tendrá éxito.
La Masonería tiene como
objetivo primordial hacer progresar la sociedad. Para lograrlo, en nuestra
opinión, el momento requiere que se decida formar un grupo, integrado por
Grandes Logias representativas de las diferentes realidades, que con sentido
pragmático definan la agenda posible para los referidos acuerdos, y a partir de
ella, busque desarrollar un proceso de concientización de que la elección entre
la paz real producida por el mantenimiento de los regímenes democráticos y el
logro de un nivel de vida digno (como contraposición a la paz basada en la
punta de los misiles), sumado a la posibilidad del repago de las deudas que los
países en desarrollo tienen con los desarrollados, pasa por condiciones más
equitativas en el comercio internacional.[1]
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