Manuscrito de
Kells
Se hace referencia al mismo en el
Grado 7º. Los símbolos de
los cuatro evangelistas del manuscrito de Kells. Recordar la expresión de este grado:
«Cuatro
puntos y el quinto en el centro»
Abadía de Kells es un
antiguo monasterio localizado en Kells (Condado de Meath), a 60 km al norte de Dublín, Irlanda.
Su fundación se remonta a
principios de siglo IX en ese lugar será donde se conservó el Libro de Kells. Gran parte del Libro de Kells pudo haber sido creado
allí, aunque los historiadores no conocen la fecha exacta ni las circunstancias
de su creación.
Bien veamos en que consiste el Libro
de Kells, otra forma de nombrarlo es como Gran Evangeliario de San Columba, el mismo es un manuscrito ilustrado
con motivos ornamentales, realizado por monjes celtas hacia el año 800.
Es considerado la pieza principal
del cristianismo celta y del arte hiberno-sajón. Escrito en latín, contiene los
cuatro Evangelios del Nuevo Testamento, además de notas preliminares y
explicativas, y numerosas ilustraciones y miniaturas coloreadas.
En la actualidad el manuscrito
está expuesto permanentemente en la biblioteca del Trinity College de Dublín (Irlanda).
“Un escritor del siglo XII, Giraldus Cambrensis (Gerardo de Gales),
describe en un célebre pasaje de su Topographia Hibernica un gran libro
evangélico que habría admirado en Kildare, cerca de Kells, y que se supone sería
el Libro de Kells. La descripción, en todo caso, parece concordar:
«Este libro contiene la armonía de los cuatro evangelistas buscada por Jerónimo, con diferentes ilustraciones
casi en cada página que se distinguen por variados colores. Aquí podéis ver el
rostro de majestad, divinamente dibujado, aquí los símbolos místicos de los
evangelistas, cada uno con sus alas, a veces seis, a veces cuatro, a veces dos;
aquí el águila, allí el toro, allá el hombre y acullá el león, y otras formas
casi infinitas. Observadlas superficialmente con una mirada ordinaria, y
pensaréis que no son más que esbozos, y no un trabajo cuidadoso. La más
refinada habilidad está toda ella alrededor vuestro, pero podríais no
percibirla. Mirad con más atención y penetraréis en el corazón mismo del arte.
Discerniréis complejidades tan delicadas y sutiles, tan llenas de nudos y de
vínculos, con colores tan frescos y vivaces, que podríais deducir que todo esto
es obra de un ángel, y no de un hombre.»
Dado que Gerardo informa haber visto este libro en Kildare, podría ser
que se tratara de otra obra igual en calidad pero hoy perdida. Más
probablemente, Gerardo podría simplemente haber confundido Kells y Kildare.
La abadía de Kells fue disuelta tras las reformas eclesiásticas del siglo XII. La iglesia de la
abadía fue transformada entonces en iglesia parroquial, aunque conservó el Libro de
Kells”.[1]
El Libro de Kells permaneció en
Kells hasta 1654. Ese año, la caballería de Oliver Cromwell estableció una
guarnición en la iglesia local, y el gobernador de la villa envió el manuscrito
a Dublín para mayor seguridad. El libro fue presentado a los universitarios del
Trinity College en 1661 por un tal Henry
Jones, quien se convertiría en obispo de Meath bajo el reinado de Carlos II. Salvo contadas ocasiones como
exposiciones temporales, el Libro de Kells nunca más ha
abandonado el Trinity College. Desde
el siglo XIX es objeto de una exposición permanente y abierta al público en la Old
Library de la universidad.
Su contenido:
En su estado actual, el Libro de
Kells ofrece, después de algunos escritos introductorios, el texto integral de
los Evangelios según Mateo, según Marcos y según Lucas. El Evangelio
según Juan está reproducido hasta el versículo 17:13. El resto de
este Evangelio, así como una parte de escritos preliminares, son imposibles de
encontrar; probablemente se perdieron a causa del robo del manuscrito en el
siglo IX. Lo que queda de los escritos preliminares consta de dos fragmentos de
listas de nombres hebreos contenidos en los Evangelios, los Breves
causae y los Argumenta de los cuatro Evangelios y, finalmente, las tablas
canónicas de Eusebio de Cesarea. Es bastante probable, como
en el caso de los Evangelios de Lindisfarne o del Libro de Durrow, que una
parte de los textos perdidos incluyera la carta de San Jerónimo al papa Dámaso I,
llamada Novum opus, en la que Jerónimo justificaba
la traducción de la Biblia al latín. Puede suponerse también, aunque con mucha más
cautela, que los textos contenían la carta de Eusebio llamada Plures fuisse, donde el teólogo
enseña el uso correcto de las tablas canónicas.
Se cuenta entonces con dos
fragmentos de listas conteniendo nombres hebreos: uno se encuentra en el
anverso del primer folio, y el otro, en el folio 26, está de momento al final
de los textos de introducción al Evangelio de Juan. El primer fragmento
contiene el final de la lista destinada al Evangelio según Mateo, habida cuenta
de que el principio de la lista debía ocupar otras dos hojas, hoy pérdidas. El
segundo fragmento muestra la cuarta parte de la lista para el Evangelio de
Lucas; seguramente las tres cuartas partes restantes debían ocupar otras tres
hojas. Ahora bien, la estructura del cuaderno en cuestión hace altamente
improbable la idea de que puedan faltar tres hojas entre los folios 26 y 27, lo
que induce a pensar que el segundo fragmento no está en su sitio original. No
queda ningún rastro de las listas de los Evangelios de Marcos y Juan.
Al primer fragmento de lista le
siguen las tablas canónicas de Eusebio de Cesarea. Estas tablas, anteriores a
la traducción de la Biblia
en lengua latina (la Vulgata), se crearon para comparar y cruzar los cuatro
Evangelios. Eusebio procedió a la división de los Evangelios en capítulos y
creó las tablas, que debían permitir al lector situar un episodio dado de la vida de Cristo en cada uno de los cuatro
textos. Se extendió la costumbre de incluir las tablas canónicas en los textos
preliminares de la mayoría de las copias medievales de la Vulgata. Sin embargo,
las tablas del Libro de Kells se revelan inútiles puesto que el amanuense las condensó hasta el punto de hacer un amasijo confuso. Además, los números de
los capítulos nunca se consignaron en los márgenes del texto, lo que vuelve
imposible encontrar las secciones a las cuales las tablas hacen referencia. Los
motivos de este olvido permanecen oscuros: puede ser que los monjes hubieran
decidido no insertar los números hasta que las ilustraciones estuvieran terminadas,
con lo cual la no finalización del manuscrito tuvo como consecuencia posponer sine
die esta operación. La omisión bien pudiera haber sido deliberada, a fin de no
alterar la belleza de la obra.
Las Breves causae y los Argumenta
pertenecen a una tradición manuscrita anterior a la Vulgata. Las Breves
causae son, de hecho, resúmenes de antiguas traducciones de los Evangelios en
latín, y se dividen en capítulos numerados. Esta numeración, como en el caso de
las tablas canónicas, no se usa en el cuerpo del manuscrito. Se trata esta vez
de una elección muy comprensible, en la medida en que los números de los
capítulos correspondientes a viejas traducciones hubieran sido difíciles de
armonizar con el texto de la
Vulgata. En cuanto a los Argumenta, son colecciones de leyendas dedicadas a los cuatro Evangelistas. El conjunto de estos escritos está
dispuesto en un orden extraño: en primer lugar se encuentran las Breves causae
y los Argumenta sobre Mateo, seguidos de los de Marcos. Llegan entonces, de manera bastante
inesperada, los Argumenta de Lucas y Juan, seguidos a continuación de las Breves
causae de estos dos apóstoles. Este inhabitual orden es el mismo que el adoptado
en el Libro de Durrow. En otros manuscritos insulares, como los Evangelios de
Lindisfarne, el Libro de Armagh o los Evangelios de Echternach, cada Evangelio
se trata separadamente y se precede de todos sus escritos introductorios. Esta
repetición fiel del esquema del Libro de Durrow ha llevado al investigador T.
K. Abbot a concluir que el amanuense de Kells debía tener entre las manos el
manuscrito en cuestión, o al menos un esquema común.[2]
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Los
símbolos de los cuatro evangelistas del manuscrito de Kells. Recordar la expresión de este grado: «cuatro
puntos y el quinto en el centro».
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