Claves para entender a los Maestros

12 octubre 2015

Grado: Compañero

Grado:
Compañero


La tenida de iniciación del segundo grado está abierta sólo a miembros admitidos en el grado de compañero de oficio. El ritual si­gue procedimientos casi idénticos a los del aprendiz iniciado (ojos vendados, cuerda y circunambulación de la logia).
Desde el comienzo de este grado –escribe otro experto en el te­ma– el candidato debe tener claro que, aunque gran parte le resul­te familiar, también es muy diferente y algunos aspectos hasta pa­recen opuestos a los del grado anterior. Hay ciertos caminos de nueva exploración que se abren en este punto. En general, en varias conferencias se nos da una explicación de casi todas las partes del ritual”.


Las herramientas del grado de compañero de oficio son la escua­dra (símbolo de moral, veracidad y honestidad), el nivel (símbolo de igualdad) y la plomada (rectitud de conducta). Otros símbolos impor­tantes son los “pilares” (o columnas), que representan la fuerza y el orden establecido y, por extensión, el poder y el control. Recuerdan los pilares de la historia de Hiram Abiff y significan vigilancia del templo y conexión entre el cielo y la tierra. Algunos investigadores es­peculan que, antes del Templo de Salomón, estos pilares representa­ban el pilar de la nube y el pilar del fuego, que llevaron a los israeli­tas a través del desierto hasta la tierra prometida. Los dos pilares corresponden a las tres grandes columnas (o soportes) de la masone­ría: sabiduría, fuerza, y belleza/equilibrio.

El número tres es de gran influencia en la masonería. Hay tres grados, también hay tres grandes luces, las tres columnas, tres oficia­les, tres grandes maestres y tres principios básicos de la masonería. Este número se refiere asimismo a las tres virtudes teologales: fe, es­peranza y caridad. También el número siete es de importancia cen­tral: por ejemplo, los siete escalones de la escalera de caracol simbo­lizan las artes y ciencias liberales. Formuladas ya en 33o d.C., y adoptadas por los eruditos cristianos, se las consideraba un medio pa­ra alcanzar el conocimiento de Dios. Este principio se expresó en la construcción de la catedral gótica de Chartres, que fue la primera en incluir (en su puerta occidental) representaciones esculpidas de las siete artes liberales. Un historiador masónico escribe: “Los maestres de Chantres enseñaban que el apropiado estudio de las siete artes li­berales guiaba el intelecto para acercarse a la luz oculta detrás del mundo. La invisible estructura subyacente de la realidad, la verdad, podía aprehenderse de este modo”.


A mediados del siglo XIII, el humilde masón que había dominado las siete artes tenía derecho a la designación de “arquitecto” y “maes­tro de artes”. Por esto el compañero de oficio debe adquirir compe­tencia en las siete artes liberales, y se le exige el estudio de estos te­mas para ganar la admisión en la “Cámara del Medio”, proceso en el cual el compañero de oficio recibe el maíz, el vino y el aceite. El maíz representa el alimento y el sustento de la vida; el vino, el refrigerio, la salud, la espiritualidad y la paz; el aceite, la alegría, la dicha y la feli­cidad. Juntos, el maíz, el vino y el aceite representan las recompensas temporales de vivir una buena vida y son, como apunta un masón, “la compensación intangible, pero no menos real, por un uso leal e inte­ligente de las herramientas de trabajo”, la fidelidad a las obligaciones masónicas y el “interés inagotable por el estudio de la estructura, el propósito y las posibilidades de la hermandad”.

El maíz o cereal –a veces también se usa trigo– representa el con­cepto de resurrección. El vino simboliza los logros místicos y el éxta­sis. El aceite ha sido siempre uno de los elementos de la consagración o unción religiosa.

El candidato a compañero de oficio también recibe iluminación sobre el tema de la exhibición en la logia de la letra G. Un erudito en masonería escribe:

Como la esfinge ante las pirámides, [la letra G] se alza ante no­sotros en silencio y misterio. No se la exhibe en forma constante en todo el mundo masónico, y hay estudiosos masónicos que conside­ran que habría que dejarla de lado. La razón por la que se la mues­tra se da con claridad al candidato a este grado. Se nos dice que es la inicial de geometría, así como la inicial del nombre del ser supre­mo. Desde la época de los “antiguos deberes” y otros manuscritos hasta el presente, se ha establecido sin lugar a dudas la naturaleza sinónima de geometría y masonería. También es evidente que la “G” es la inicial de Dios. Esto podría ser razón suficiente para su presencia.

Hay otras consideraciones que debería tener en cuenta el estudiante masónico. La pregunta inmediata podría ser: ¿por qué se da a la geometría un status tan exaltado? Se podrá observar también que la palabra God (Dios) no es un nombre en sí, sino una categoría de ser, como “ser humano”. El nombre del ser supremo depende de la tradición que siga cada persona, y no sería incorrecto afirmar que el verdadero nombre del ser supremo no puede conocerse.

El candidato a compañero de oficio aprende la importancia de la geometría para alcanzar un pleno conocimiento de la masonería. Se le informa que la geometría es la base de la masonería. Esta conexión se remonta a los antiguos egipcios, que desarrollaron la agrimensura porque las crecidas anuales del río Nilo destruían las señales diviso­rias de los campos, por lo que debían calcularlas de nuevo cada año. Los griegos dieron el nombre de “geometría” a este modo de medir la tierra y lo extendieron a la ciencia teórica llamada razonamiento de­ductivo (lo cual se atribuye a Pitágoras). Más adelante, Platón elevó la geometría a la jerarquía de ciencia sagrada, destinada a descubrir la naturaleza de la realidad y, a través de ésta, a la deidad. Si se la abor­da de la manera debida —sostenía—, la geometría es el conocimiento de lo eterno y “debe siempre atraer el alma hacia la verdad”. En Ele­mentos de geometría —tratado que comenzaba con cinco postulados acerca de líneas, ángulos y figuras— Euclides usaba sólo el compás y líneas rectas para sus dibujos, pruebas y soluciones.

Como los filósofos de la Antigüedad creían que la geometría tenía el poder de elevar la mente desde el mundo de las apariencias hacia la contemplación del orden divino, las enseñanzas del grado de com­pañero de oficio subrayan la importancia del estudio de números, or­den, simetría y proporción. Estas leyes se descubren en la práctica de las siete artes liberales, así denominadas porque su práctica liberaba la mente.

Presentado ante el venerable maestre por un primer diácono, el candidato debe hincarse sobre la rodilla derecha, con el pie izquierdo formando una escuadra, el cuerpo erguido, la mano derecha en el vo­lumen sagrado y la izquierda sostenida por el compás para formar una escuadra. Se le hace repetir este juramento:

Yo,__________, en presencia del gran geómetra del universo, y en esta venerable y aprobada logia de masones compañeros del ofi­cio, debida y regularmente constituida, por mi propia voluntad y consentimiento prometo y juro en forma solemne, por la presente y de aquí en adelante, que siempre acogeré, ocultaré y jamás revelaré ninguno de los secretos o misterios del, o pertenecientes al, segun­do grado de la masonería, que se conoce con el nombre de compa­ñero de oficio; ni al que no es más que un aprendiz iniciado, ni a ninguno de los no iniciados ni al mundo popular de los que no son masones. Me comprometo a actuar como verdadero y leal artesano, obedecer las señas y mantener los principios inculcados en el pri­mer grado. Todos estos puntos juro obedecer sin evasión, subterfu­gio o reserva mental de ningún tipo, so pena no menor que, de vio­lar algunos de ellos —además de mis anteriores obligaciones—, se me abra la parte izquierda del pecho, se me arranque el corazón y se lo arroje como presa a las voraces aves del aire o a las bestias devora­doras del campo. Ayúdame, Dios todopoderoso, y mantenme inque­brantable en ésta, mi grande y solemne obligación como masón compañero de oficio.

Luego se le encomienda no sólo ajustarse a los principios de la or­den y “perseverar, constante, en la práctica de toda virtud encomia­ble”, sino también consagrarse al “estudio de las artes liberales, esa valiosa rama de la educación que de manera tan eficaz tiende a pulir y adornar la mente. Debe estudiar en especial la ciencia de la geome­tría —o masonería, puesto que en su origen eran sinónimos—, [que] es de naturaleza divina y moral y enriquece el conocimiento más útil, demuestra las maravillosas propiedades de la naturaleza [y] manifies­ta la verdad de la moral”. Al igual que en el primer grado, se narra en un discurso la historia del Templo de Salomón, el asesinato de Hiram Abiff y el destino de los tres “rufianes”. El discurso incluye preguntas del venerable maestre, que el compañero de oficio debe responder. Entre ellas figura la siguiente: “¿Por qué medio se extendió el sistema de la masonería?”. El compañero debe responder: “Nuestro gran maestre Salomón, al observar los efectos producidos por la estricta or­den adoptada por los masones empleados en sus obras, concibió la gran idea de unir lo sabio y bueno de toda nación en el vínculo de amor fraternal y en la búsqueda de conocimientos científicos”.

En un coloquio que remonta la masonería hasta Pitágoras, el ve­nerable maestre pregunta: “¿Qué observaciones masónicas encontra­mos en las instrucciones de Pitágoras?”. El compañero de oficio res­ponde: “Él imponía a sus discípulos un largo período de prueba de secreto y riguroso amor y fidelidad entre ellos. Los distinguía con se­ñas secretas, y los dividía en dos clases, según sus habilidades y cono­cimientos”.

La culminación de la iniciación del segundo grado es señalada con el agregado de escarapelas al mandil masónico; estas simbolizan el progreso alcanzado en la “ciencia de la regeneración”, y la evolu­ción espiritual en que el candidato se encuentra. El azul (el cielo) se relaciona con la devoción a los intereses espirituales.

Al cerrarse la logia, el venerable maestre exhorta a los hermanos a recordar que “dondequiera que estemos, y hagamos lo que hiciére­mos”, el “ojo que todo lo ve” del gran geómetra del universo “nos con­templa, y mientras continuemos actuando como compañeros maso­nes, jamás dejemos de cumplir nuestros deberes para con él [Dios] con fervor y celo”. A lo cual se responde con una expresión masónica tradicional (“Amén” o “Así sea”), que denota conclusión y aceptación.

Acerca del simbolismo de la escalera de caracol en el ritual del grado de compañero de oficio, W.M. Wilmhurst encuentra una com­paración en la parábola, relatada por Jesús, del hijo pródigo que se ha­bía marchado a la buena ventura a una comarca lejana. Escribe: “Has bajado y bajado, como en un movimiento en espiral por una escalera de caracol, hacia este mundo inferior y esta forma imperfecta de existencia. Ahora, al fin te han llegado la hora y el impulso de volver a ese mundo interior [de tu verdadera naturaleza y la naturaleza de la vida verdadera]. Por lo tanto, revierte tus pasos. Ya no mires hacia afuera, sino hacia adentro. Vuelve a subir por esa escalera de caracol. Te lle­vará al centro de la vida y al sanctasanctórum del cual te has apartado”.

Tras haber progresado de aprendiz a compañero, el masón en­frenta lo que Wilmhurst denomina “la última y gran prueba de su for­taleza y fidelidad”.

Jeffers, H. Paul- La masonería. Historia de una sociedad secreta. Editorial El Ateneo. Buenos Aires. 2007. pp. 174-179.


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