Claves para entender a los Maestros

19 diciembre 2018

El espíritu masónico (V)




El espíritu masónico (V)
FARO ORIENTAL
Año I Núm. 7.
Julio de 1912.
Montevideo.


Si el Arte Real es una potencia determinante; si la profesión humanitaria de la Logia tiene un campo de aplicación y de actividad, si extraemos de la Logia sentimientos humanitarios, como ciudadanos estaremos inspirados en la vida por ideas masónicas v guiados en nuestros actos por principios masónicos. Vale decir, el masón será reconocido por sus acciones allí donde resida el bienestar o el sufrimiento de sus semejantes, o haya un interés público a ventilar; y esto no por signos exteriores, pero sí por las manifestaciones íntimas del espíritu masónico, por su concepción elevada de la vida, de la justicia, del amor, de la libertad, de la fraternidad, por su actitud tranquila y por su pensamiento exento de prejuicios. La neutralidad de la Logia con respecto a todas las arterías políticas o religiosas de los partidos, está impuesta y se justifica por el espíritu ideal que la domina, espíritu que sólo tiende al conocimiento de lo que es eterno e inmutable en la vida de la humanidad, y no abraza sino aquello que es común a todos los hombres. El ideal está sobre los partidos.

En la vida, donde se persigue la realización del ideal, malgrado lo maleable del carácter humano, y malgrado también la diversidad de intereses, sólo el hombre perverso o el individuo sin conciencia pueden permanecer indiferentes a ese influjo. Es preciso decidirse por el derecho contra la injusticia, poseer el sentimiento de que se forma parte de un todo armónico, para cumplir — recíprocamente los hombres entre sí, y dentro de sus respectivas esferas- con los deberes y obligaciones que les correspondan.

El hombre es hijo del combate, y su historia es la relación de una lucha dura y penosa.

En la historia de la humanidad, el progreso no se realiza siempre en el medio que más la dignifica; muy a menudo reina, asimismo, la perversidad, que se manifiesta bajo la forma del egoísmo y de la fuerza de inercia, que causa la ruina de aquel que no se baja a recoger más que su propio beneficio. Las multitudes que se vuelven indolentes y se dejan oprimir, concluyen por renunciar a los bienes intelectuales con tal de conservar los bienes materiales; no tienen en cuenta la idea ni el sentimiento por los bienes del espíritu que hacen de la humanidad un todo dotado de vida.

Pero, por grande que sea la acción de las fuerzas negativas sobre los elementos del bien en el hombre, ellas son impotentes para extirparlos, y sólo pueden paralizarlos temporariamente.

Después de mil derrotas, el principio elevado que existe en el corazón del hombre, levanta la cabeza y concluye por reconquistar victoriosamente lo que es bueno y lo que es grande.

El masón, verdaderamente animado del espíritu masónico, no tiene PREJUICIOS, es decir, opiniones preconcebidas, irreflexivas, adoptadas sin examen, o, como dice Voltaire, opiniones sin juzgamiento.

Siendo, por otra parte, la Ignorancia el origen de los prejuicios, a un masón no le es permitido ser ignorante, porque el hombre que ignora no puede juzgar las cosas, los hechos ni sus consecuencias.

El masón no admite nada que él no haya previamente sometido a la reflexión o al análisis. Y esto lo hace, no por temor a que se le considere un retardatario, que desea escapar a aquello que se denomina el compromiso de la tradición, sino que lo hace por convicción profunda.

Es por esa misma cualidad que puede un masón inclinarse con tolerancia ante ciertas ideas, más no admitirlas por su sola cuenta.

Existen hechos que actualmente están en absoluto demostrados, y que, sin embargo, un ser inteligente se resiste a aceptarlos.

La Masonería es el enemigo del fanatismo político y religioso. Los preconceptos, y los prejuicios de todas las religiones positivas, son por ella rechazados, de tal suerte que no es posible que un masón sea católico romano, atendiendo que no puede pertenecer a una sociedad que mantiene ideas tan erróneas como aquellas de declarar anatematizado al que diga que el hombre es libre de abrazar o de profesar la religión que considere verdadera; que anatematiza a quien diga que la voluntad del pueblo es soberana, a quien diga que los padres tienen el derecho de educar a sus hijos fuera de la religión católica, al que diga que la autoridad de la iglesia debe someterse al poder civil.

Un masón no puede ser católico-romano, porque sabe que será envuelto por la disciplina de la Iglesia; y, además, porque no ignora que seis Pontífices sucesivos han lanzado su ex-comunión contra la Masonería.

Las pretensiones del Papado, no son compatibles con nuestra época. Existe el necesario divorcio entre las teorías romanas v la ciencia. Toda conciliación es imposible. No existe, pues, más camino que la lucha, la lucha sin tregua, lucha que debe tender al triunfo de la ciencia y de la conciencia. Y, a este respecto, es inútil insistir: el Masón es un hombre libre, el católico-romano un esclavo, sometido a una disciplina forzada del espíritu, y, por consiguiente, nada más incompatible con el espíritu masónico.

Un verdadero masón, animado del espíritu masónico, está, pues, inspirado por un serio cariño hacia la verdad, y sinceramente decidido a no tutelar ningún prejuicio y a no dejarse dominar ni por el fanatismo ni por los propósitos preconcebidos.

El progreso es el inspirador del verdadero masón en todos los dominios de la actividad humana; por consiguiente, no debe practicar sino obras destinadas al bien y mejoramiento de la humanidad.

Por esencia, siente el Masón simpatía por todas las causas justas, su corazón late por todas las obras de justicia, de solidaridad y de fraternidad. Nada puede serle indiferente cuando se trate de hacer feliz a sus semejantes, de perfeccionar las relaciones sociales y de dar a la humanidad su respectivo sitio al sol, y con todo ello la ocasión de ganarse honestamente el pan, sin exceso de trabajo y de privaciones.

En. Quartiek-la-Tente.
(Continuará).

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