El espíritu masónico (V)
FARO ORIENTAL
Año I Núm. 7.
Julio de 1912.
Montevideo.
Si el Arte Real es
una potencia determinante; si la profesión humanitaria de la Logia tiene un
campo de aplicación y de actividad, si extraemos de la Logia sentimientos humanitarios,
como ciudadanos estaremos inspirados en la vida por ideas masónicas v guiados
en nuestros actos por principios masónicos. Vale decir, el masón será reconocido
por sus acciones allí donde resida el bienestar o el sufrimiento de sus
semejantes, o haya un interés público a ventilar; y esto no por signos
exteriores, pero sí por las manifestaciones íntimas del espíritu masónico, por
su concepción elevada de la vida, de la justicia, del amor, de la libertad, de
la fraternidad, por su actitud tranquila y por su pensamiento exento de prejuicios.
La neutralidad de la Logia con respecto a todas las arterías políticas o
religiosas de los partidos, está impuesta y se justifica por el espíritu ideal que
la domina, espíritu que sólo tiende al conocimiento de lo que es eterno e
inmutable en la vida de la humanidad, y no abraza sino aquello que es común a
todos los hombres. El ideal está sobre los partidos.
En la vida, donde se persigue la realización del ideal,
malgrado lo maleable del carácter humano, y malgrado también la diversidad de
intereses, sólo el hombre perverso o el individuo sin conciencia pueden
permanecer indiferentes a ese influjo. Es preciso decidirse por el derecho
contra la injusticia, poseer el sentimiento de que se forma parte de un todo
armónico, para cumplir — recíprocamente los hombres entre sí, y dentro de sus
respectivas esferas- con los deberes y obligaciones que les correspondan.
El hombre es hijo del combate, y su historia es la relación
de una lucha dura y penosa.
En la historia de la humanidad, el progreso no se realiza
siempre en el medio que más la dignifica; muy a menudo reina, asimismo, la
perversidad, que se manifiesta bajo la forma del egoísmo y de la fuerza de
inercia, que causa la ruina de aquel que no se baja a recoger más que su propio
beneficio. Las multitudes que se vuelven indolentes y se dejan oprimir,
concluyen por renunciar a los bienes intelectuales con tal de conservar los
bienes materiales; no tienen en cuenta la idea ni el sentimiento por los bienes
del espíritu que hacen de la humanidad un todo dotado de vida.
Pero, por grande que sea la acción de las fuerzas negativas
sobre los elementos del bien en el hombre, ellas son impotentes para
extirparlos, y sólo pueden paralizarlos temporariamente.
Después de mil derrotas, el principio elevado que existe en
el corazón del hombre, levanta la cabeza y concluye por reconquistar victoriosamente lo que
es bueno y lo que es grande.
El masón, verdaderamente animado del espíritu masónico, no
tiene PREJUICIOS, es decir, opiniones preconcebidas, irreflexivas, adoptadas
sin examen, o, como dice Voltaire, opiniones sin juzgamiento.
Siendo, por otra parte, la Ignorancia el origen de los
prejuicios, a un masón no le es permitido ser ignorante, porque el hombre que
ignora no puede juzgar las cosas, los hechos ni sus consecuencias.
El masón no admite nada que él no haya previamente sometido
a la reflexión o al análisis. Y esto lo hace, no por temor a que se le
considere un retardatario, que desea escapar a aquello que se denomina el
compromiso de la tradición, sino que lo hace por convicción profunda.
Es por esa misma cualidad que puede un masón inclinarse con
tolerancia ante ciertas ideas, más no admitirlas por su sola cuenta.
Existen hechos que actualmente están en absoluto
demostrados, y que, sin embargo, un ser inteligente se resiste a aceptarlos.
La Masonería es el enemigo del fanatismo político y
religioso. Los preconceptos, y los prejuicios de todas las religiones
positivas, son por ella rechazados, de tal suerte que no es posible que un
masón sea católico romano, atendiendo que no puede pertenecer a una sociedad
que mantiene ideas tan erróneas como aquellas de declarar anatematizado al que
diga que el hombre es libre de abrazar o de profesar la religión que considere
verdadera; que anatematiza a quien diga que la voluntad del pueblo es soberana,
a quien diga que los padres tienen el derecho de educar a sus hijos fuera de la
religión católica, al que diga que la autoridad de la iglesia debe someterse al
poder civil.
Un masón no puede ser católico-romano, porque sabe que será
envuelto por la disciplina de la Iglesia; y, además, porque no ignora que seis
Pontífices sucesivos han lanzado su ex-comunión contra la Masonería.
Las pretensiones del Papado, no son compatibles con nuestra
época. Existe el necesario divorcio entre las teorías romanas v la ciencia.
Toda conciliación es imposible. No existe, pues, más camino que la lucha, la
lucha sin tregua, lucha que debe tender al triunfo de la ciencia y de la
conciencia. Y, a este respecto, es inútil insistir: el Masón es un hombre
libre, el católico-romano un esclavo, sometido a una disciplina forzada del
espíritu, y, por consiguiente, nada más incompatible con el espíritu masónico.
Un verdadero masón, animado del espíritu masónico, está,
pues, inspirado por un serio cariño hacia la verdad, y sinceramente decidido a
no tutelar ningún prejuicio y a no dejarse dominar ni por el fanatismo ni por
los propósitos preconcebidos.
El progreso es el inspirador del verdadero masón en todos
los dominios de la actividad humana; por consiguiente, no debe practicar sino
obras destinadas al bien y mejoramiento de la humanidad.
Por esencia, siente el Masón simpatía por todas las causas
justas, su corazón late por todas las obras de justicia, de solidaridad y de
fraternidad. Nada puede serle indiferente cuando se trate de hacer feliz a sus
semejantes, de perfeccionar las relaciones sociales y de dar a la humanidad su
respectivo sitio al sol, y con todo ello la ocasión de ganarse honestamente el
pan, sin exceso de trabajo y de privaciones.
En. Quartiek-la-Tente.
(Continuará).
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