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14 diciembre 2018

El espíritu masónico (IV)


El espíritu masónico (IV)

FARO ORIENTAL
Año I Núm. 6.
Junio de 1912.
Montevideo.

La tolerancia es la benevolencia que ofrecemos a las personas que no pueden pensar como nosotros. Cuando se juzga su ciencia más interesante que su carácter, sus ideas les son admitidas en consideración de su elevación moral”.

Pero es que esta deferencia hacia las ideas contrarias a las nuestras, procede también de un caudal de saber más extendido. Sabe el hombre instruido que es difícil posesionarse de la verdad, y sabe también que los progresos conquistados por la humanidad, son la resultancia de haber dirigido con tolerancia los elementos contradictorios que se mantenían en lucha, para concluir por aproximarlos hasta lograr que se comprendiesen bajo este lema: No haya aversión hacia aquellos que no están del lado de la luz!!

Pues bien: la Masonería llega a la misma conclusión por otros métodos.

La imagen de la Logia, donde se condensan todas las opiniones con el fin de crear un pensamiento único, hace comprender cuán útil es formar una armonía de conjunto con la diversidad de esas voces.

Y de ahí nace la tolerancia que crea la fraternidad, y de ahí también la costumbre de no ver las Logias sino Hermanos, — costumbre que procuran estos expandir rápidamente por la humanidad, sin pararse en distingos de clase ni de opiniones.

Penetradas estas tendencias en la conciencia de cada individuo, lo inclinan hacia la investigación de la verdad, vale decir, de las fuerzas útiles que realizan el ideal común, procurando el bienestar social.

La Franc Masonería no separa las cuestiones especulativas y morales de las cuestiones económicas. Entiende que su misión no se circunscribe á dictar reglas para ser feliz, sino que debe enseñar a luchar para hacer posible la aplicación de esas leyes.

Se preocupa la Masonería de las cuestiones sociales, porque ellas son relativas a la felicidad del género humano, y a ese fin, aporta su competencia particular, que está por sobre las ambiciones de todos los partidos.

La moral masónica es evolucionista. Siempre de acuerdo con las necesidades sociales presentes, se inspira en el progreso de la ciencia, para que su ideal sea más racional.

Radica en ella una fuerza activa que no le permite detenerse; logrado un fin, nuevos problemas más elevados reclaman su atención.

Pero, se pregunta: ¿no existirá en este ideal, que cambia constantemente, alguna cosa demasiado movida y desconcertante para el espíritu? No, porque lo que varía no son los principios, sino su aplicación y adaptación a un ideal más preciso. Volved a leer la declaración de los masones de 1717, en el momento en que se organizaba la Gran Logia de Inglaterra.

En ella se dice que debemos seguir la religión sobre cuyas bases todos están de acuerdo, es decir «en cuanto se trate de hombres buenos y sinceros, de hombres de honor y probidad, que apoyan sus esfuerzos bajo la regla del amor de los hombres. Vosotros, dice, cultivaréis el amor  fraternal, que es el fundamento y la piedra »angular, el cimiento y la gloria de esta » antigua confraternidad» . (Véanse las Constituciones de los Franc-Masones. Londres 1723).

Como lo ha dicho sabiamente Tempels: «La verdad masónica es la observancia simultánea de estas dos reglas:
 l.° Evitar toda cuestión irritante de política o de religión.
2.° Abordar, no obstante, el estudio de todo aquello que interese al hombre.
La conciliación de estos dos principios, constituyen el carácter propio de la Masonería; sacrificar uno de los dos al otro, es perder la brújula y errar el rumbo.
Pero, a esta tolerancia, el masón posesionado del verdadero espíritu masónico, debe agregar su interés por el progreso. La Masonería, es por sus ideas, por sus principios, netamente progresista, y tiende a mejorar todas las condiciones humanas. Dentro de su misma esencia quiere el progreso. puesto que impone a sus miembros el deber de trabajar por su propia educación».

A medida que los hombres se modifican y se educan, adquieren mayor grado de bondad, y el mundo mejora. Dentro de su principio esencial, la Masonería arma a los masones para agitarse en el seno de la sociedad, indicándoles el fin que deben perseguir. Por consiguiente, la Masonería, es la actividad vigorosa, o sea el progreso.

El belga Juan Bautista Van Helmont, ha pregonado la doctrina de la perfectibilidad en todos los dominios. Esta doctrina que tiende a provocar el mejoramiento dentro de toda actividad humana, es verdaderamente masónica.

Pertenecen al Hermano Condorcet estas palabras: «Sería, acaso, una finalidad que los límites naturales de nuestro espíritu quisieran volver imposible todo progreso? No,  porque a medida que las luces aumentan, los métodos se perfeccionan, el espíritu humano parece que se ensancha y los límites retroceden. El perfeccionamiento de las leyes, de las instituciones públicas como consecuencia del progreso de las ciencias, tiene por objeto aproximar, identificar el interés particular de cada hombre con el interés común de los demás.
La Masonería se ha impuesto una tarea, una misión. Se preocupa, nada menos que de la reedificación de la Sociedad sobre bases enteramente nuevas, más conformes con las condiciones presentes, con los medios de comunicación, con la situación y con la producción; se preocupa, por consiguiente, de la reforma del derecho, por medio de la renovación completa del principio de la existencia, particularmente del principio de la comunidad y de las relaciones de los hombres entre sí » .

Si la orden masónica es la representante de la idea humanitaria, nosotros, sus miembros, no podemos jugar en la historia del desenvolvimiento actual, el simple rol de espectadores ciegos y pasivos; tenemos el deber absoluto de agitarnos en el sentido del mejoramiento de las condiciones humanas y sociales, en el sentido de la idea humanitaria.

Dice Findel: «Como miembros de la asociación masónica, a la cual—puede ser con demasiada circunspección y estrechez de miras—está cerrada la discusión teórica de las cuestiones políticas y religiosas, aún cuando se escuden en los límites filosóficos de los intereses generales de la humanidad, difícilmente podremos llenar la misión que nos impone una época que tiene tendencias propias y que va a fines precisos, pero sí la podemos llenar como ciudadanos y como miembros de la sociedad humana, sin dejar por ello de ser Franc-Masones » .
Ed. Quartier-la-Tente.

(Continuará).

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