El espíritu masónico (y
VI)
FARO ORIENTAL
Año I Núm. 8.
Agosto de 1912.
Montevideo.
Contestando a Monseñor Dupanloup, que había atacado
violentamente a la Franc-Masonería (se comprende por qué), el Hermano Baudoin,
decía: “En su trasformación a través de
los siglos, la Masonería ha modificado sin cesar sus ideas: por esto solamente
representa el progreso. Comprendiendo que ha sido obra vana en todas las épocas
querer destruir la historia, ha respetado siempre las viejas costumbres. Sus
rituales sembrados de palabras Egipcias, Sirias, Hebras, Griegas y Latinas, han
tomado alguna cosa de todas las religiones, que, sucesivamente, le han
proporcionado adeptos. Esos restos de los días pretéritos son jalones sobre la vía
del pasado que indican el camino recorrido por la humanidad. Hoy, como antes,
buscan los Masones la verdad; discípulos del progreso, impelen a la humanidad
en el sentido de un incesante mejoramiento; los recuerdos del pasado los hacen
tolerantes, porque saben cuánto han permanecido los antepasados en el error.
Buscan la verdad como la buscaban sus predecesores, sin dejar de saber que no
deben esperar hallar más que una verdad relativa, destinada a ser reformada o
completada por los que vengan a sucederlos o relevarlos a ellos”.
*
* *
III. — El espíritu masónico, es, en fin, y sobre todo, un espíritu
de amor y de justicia. El masón verdadero es pacifista, vale decir, reconoce
con la Economía Política, la falsedad de la opinión que proclama que un pueblo
comerciante puede enriquecerse mediante la ruina de sus vecinos. Cree, por el
Contrario, que todo pueblo tiene interés directo en la prosperidad de aquellos
otros con los cuales lo ligan relaciones comerciales, lo mismo que un vendedor
tiene interés en que sus clientes vivan en la holgura. El Masón cree con el
Economista, que los diversos mercados del mundo están tan íntimamente ligados
entre sí, que no puede sobrevenirle una perturbación a uno de ellos sin que se
resienta inmediatamente el otro, y que en el estado actual de Europa, las
relaciones comerciales son tan numerosas, y las relaciones de los pueblos tan
estrechas, que una guerra es un mal, hasta para el vencedor.
La aversión por la guerra, debe, pues, aumentar, porque
cuanto más un pueblo avanza en la vía de su desenvolvimiento comercial e
industrial, más su propio interés lo dispone en pro de la paz. Estas verdades
económicas son actualmente tan elementales, que cuanto más persuadido esté un
verdadero masón de las ventajas de la fraternidad humana, con tanto más
ardimiento se declarará pacifista.
Finalmente, las Constituciones masónicas de 1723, hacen
resaltar que la Masonería fue siempre denostada por la guerra, por la muerte y
por la confusión.
El Hermano Benjamín Franklin, inspirado por la idea
masónica, decía: “cuando la humanidad
esté convencida de que todas las guerras son locuras, asaz costosas y demasiado
nocivas, entonces es cuando se decidirá a arreglar sus diferencias por el arbitraje”.
El masón verdadero no ama la guerra ni entre los individuos
ni entre los pueblos. Se inspira en un perpetuo anhelo de concordia, de
inteligencia y de buena armonía. Supera todos los obstáculos para frustrar los
desacuerdos; no conoce ni el empecinamiento ni el rencor; sabe perdonar, sabe
olvidar y sabe tender la mano sin intenciones ocultas.
Todas las injurias profanas, públicas o secretas, las
responde con la dignidad de su vida, con la generosidad de sus sentimientos.
No hablamos de las discusiones con sus Hermanos, porque
estos conflictos son los que primero deben atenderse, por medio de la práctica
de las virtudes masónicas que se llaman lealtad, franqueza y probidad. Todo
hombre, y, por consiguiente, todo masón, está expuesto a la enemistad y a la
envidia; todos tenemos enemigos, aun aquellos que se figuran que no los tienen.
Más, si es difícil, o más bien, si es imposible estar al abrigo de los ataques
de la calumnia y de la maledicencia humanas, el masón no puede admitir que sus
Hermanos tengan, a tal respecto, actitudes hostiles o procederes incorrectos.
La confianza y el afecto de los Hermanos debe ganarse por la actividad y por el
esfuerzo, tendientes a hacer desaparecer todas las nubes que pudieran
obscurecer sus relaciones fraternales.
El masón, es, naturalmente, generoso de corazón, filántropo,
caritativo, sin pretensión ni vanidad. Su amor se manifiesta por todos los
sufrimientos, sin preocuparse de las opiniones políticas o religiosas de sus protegidos.
Hace el bien por el bien, sin preocuparse de su amor propio. Sobre esto es
innecesario insistir, desde que es notoria la sana filantropía masónica.
Hay, finalmente, otra disposición natural en el masón
animado del verdadero espíritu masónico: Las afecciones no se limitan a las
fronteras de su país. Es patriota consagrado a su patria, lo que no le impide
el ser humanitario.
En ciertos medios se hace burla de este humanismo, y se toma
en ridículo. Esto no debe impresionar al masón. Creemos en la penetración mutua
de los intereses humanos, desde que afirmamos los principios de fraternidad y
de solidaridad, y esto nos releva de contestar a los que no pueden o no quieren
interpretarnos.
Bastante tiene la Masonería que hacer con sus ideas, sus
símbolos, sus rituales, sus usos y su historia, guiando, además, a sus
afiliados a ensanchar el círculo de sus afectos y de sus sentimientos,
enseñándoles que todos los seres humanos, sin distinción de raza, de pueblo y
de historia, merecen nuestro interés, nuestra estima y nuestra simpatía, para
que se pueda detener a contestar ciertos ataques, hijos de la ignorancia o de
la mala fe.
La fraternidad masónica existe; ella es inherente a las
instrucciones de la Alianza. Es la fraternidad tan incontestablemente de esencia
masónica, que toda la actividad de la Orden la proclama de una manera
irrefutable.
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El Hermano Blatin, en la interesante biografía del Hermano
Ch. Limousin, redactor de La Acacia — se expresa de esta manera: “El espíritu masónico está formado del sentimiento
profundo de afectos y de solidaridad que debe unir a todos los Masones; del
menosprecio de los prejuicios que gobiernan a las generalidades de los hombres;
del amor hacia nuestra Orden y del respeto
de las tradiciones que hacen su fuerza; de la sumisión a nuestras formas rituálicas,
que constituyen nuestra disciplina; de la comprensión de nuestros símbolos, de
donde derivan nuestras más altas » enseñanzas de filosofía y de moral”.
Una de las cosas que los Masones no deben jamás olvidar, es
que por las enseñanzas extraídas de sus rituales y por la interpretación de los
símbolos, están sólidamente unidos los unos a los otros, sobre toda la
superficie del globo. Las cuestiones de orden profano, sobre las cuales se
tiene el derecho de disentir de opinión, pueden dividirlos— cuando no sean
ellas prudentemente abordadas, siguiendo las prescripciones rituálicas de la
Orden, — pero, no contribuirán jamás a asegurar su unión. La Historia y la
Ciencia demuestran que el solo lazo suficientemente poderoso para mantener una
estrecha unión fraternal entre los hombres que disienten los unos con los otros
de una manera absolutamente contraria, por la educación, los conocimientos, las
costumbres, la nacionalidad, la raza y el lenguaje, se encuentran en la
práctica de las enseñanzas que les son comunes.
La larga existencia de nuestra Orden, su influencia en el
mundo, y su afán por llegar al perfeccionamiento de los hombres, y mediante
ello a la aproximación de las naciones, depende ante todo del respeto que sus
afiliados han guardado y guardan por costumbres que les son comunes, costumbres
y enseñanzas comunes, que, sólo faltando a los juramentos libremente prestados,
puede el Franc-masón dejar que se debiliten, ni menos echar en el olvido.
Se comprenderá ahora con cuántos escrúpulos y cuánta
perseverancia deben nuestros Talleres masónicos, estudiar nuestros rituales y
nuestros símbolos, y aprender a sacar partido de las enseñanzas que de ellos
derivan.
ALLÍ DONDE ESTE ESTUDIO ES DESCUIDADO, NO HAY INICIADOS, EN
LA VERDADERA ACEPCION DE LA PALABRA. — NO HAY MAS QUE PROFANOS DISFRAZ/VDOS DE
MASONES.
Es, pues, penetrado del espíritu masónico que el Hermano se
deja inspirar por los principios de justicia, de solidaridad, de igualdad, de
fraternidad, de moralidad, de educación, de internacionalidad, conservan do, no
obstante, el amor a la patria de nacimiento.
Por la posesión del espíritu masónico es que todo Hermano
comprende y practica los deberes de rectitud, de tolerancia, de averiguación de
la verdad, de amor al prójimo v al progreso.
Es ese espíritu el que debe poseer todo Hermano para
comprender y sentir el beneficio que resulta del bienestar de nuestros
semejantes; para comprender que el desiderátum perseguido por la Masonería es
la armonía social, tomada del punto de vista humano, y como constitutiva de un
todo más amplio y perfecto, nivelador de condiciones, de razas, de sentimientos,
de aspiraciones.
Aquel que comprende bien el Arte Masónico, sabe muy bien en
que punto el martillo, la cuchara, la plomada, el compás, la escuadra, el nivel
le fueron confiados; sabe que ese Arte sublime no solamente liga al individuo,
sino que lo aproxima al objeto; que no debe ejercitarse hacia lo íntimo, sino
que debe exteriorizarse; que la Alianza está ahí, no para la organización
aparente de las Logias, sino para la humanidad, y que los principios y los
deberes no tienen en vista un simple juego, sino una obra formal.
El espíritu masónico es, pues, la necesidad de mejoramiento
moral, de tolerancia, de respeto y de estima para todos; de amor al progreso y
a la paz; de trabajo y de desvelo en beneficio de toda la humanidad; de
generosidad y de espíritu de sacrificio hacia nuestros semejantes.
El espíritu masónico sugiere las grandes y nobles ideas de
educación moral e intelectual de la juventud, y el desenvolvimiento, cada día
más acentuado, de los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Por la afirmación del libre
examen, por el reconocimiento de que aquel no constituye simplemente un
derecho, sino también un deber,—puesto que sólo el libre uso del pensamiento
permite descubrir la verdad-la Masonería conduce al estudio de todos los
problemas de filosofía, de moral y de política, aguijoneando la curiosidad del
espíritu, con tanta fuerza, que ha llegado a ser una de las causas primordiales
de la rapidez con que el progreso se realiza en el mundo moderno.
Ed. Quartier-l a-Tente
Ex-Gran Maestro de Ja
Gran Logia «Suiza Alpina»
(Traducción de la Logia «Fénix», de Montevideo.)
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