El espíritu
masónico I[1]
Revista El Faro
Año I Nº 2
Febrero 1912
Montevideo/Uruguay
¿Existe el espíritu masónico? En otros términos: ¿puede
admitirse que la Franc-Masonería modifica en sus adeptos su estado de espíritu
habitual y su concepción de las cosas? Eso es incontestable. Pero, es necesario
apresurarse a decirlo, y conviene repetirlo a menudo: no es la iniciación la
que hace al masón. La iniciación realizada con toda la seriedad deseable, con
las completas y mejor ordenadas formas rituálicas y simbólicas, no hace más que
conferir al recién llegado nuevos derechos y nuevas obligaciones, señalándole
la ruta que deberá seguir para adquirir esa intelectualidad especial que los
masones dignos designan bajo el nombre de espíritu masónico.
Este no se transmite, pues, por la sola entrada a la
Masonería. Ese espíritu se adquiere, y se adquiere lentamente. Se desenvuelve y
se precisa, mediante la frecuentación a la Logia y el trato con los buenos
masones; por el cultivo serio y perseverante del simbolismo masónico; por el
estudio atento de la historia de la Asociación, y por los tránsitos sucesivos
de los grados de Aprendiz, Compañero y Maestro, que, por sus enseñanzas, van
insensiblemente formando al verdadero y perfecto masón. Es, en fin, la
educación masónica la que desarrolla el espíritu masónico.
Es posible que algunos Hermanos comprendan más rápidamente
que otros la significación de la Masonería, —el rol que ella debe desempeñar,
la influencia que ella debe ejercer— porque ellos poseen especiales aptitudes;
pero la gran mayoría de los masones no llega a comprender, ni menos a
practicar, el espíritu masónico sino después de un largo y perseverante cultivo
de las enseñanzas de la Masonería. Los hay que no son capaces de asimilar el
espíritu masónico, a pesar de su inteligencia, de su ciencia o de su elevada
posición en la Orden; ellos son y permanecen masones por la forma, pero no
sufren jamás esa íntima influencia que la actividad masónica ejerce sobre los
Masones.
Y sin embargo, se ha dicho —y es lo cierto — que la
Masonería ha contribuido, más que ninguna otra institución, a dar importancia y
fuerza a la opinión pública y a investir a ésta de la necesaria misión de
control. Ella ha trabajado para hacer reconocer los derechos del poder civil,
para contener o rechazar las pretensiones de ciertas iglesias, para imponer la
tolerancia en materia religiosa y para afirmar y consolidar el carácter laico
del Estado.
Ha luchado constantemente para eliminar de todas las Reglas
del Derecho y de todas las manifestaciones jurídicas, el elemento religioso,
heredero del elemento mágico que prevalece en las sociedades primitivas.
En lo que al derecho privado concierne, no ha cesado de
preconizar las últimas reformas de la legislación, que entrañan el triunfo de
uno de sus principios fundamentales: el principio de la legalidad.
En el derecho público, muy especialmente, ha sido la
Masonería la más decidida y cruel adversaria del absolutismo, favoreciendo, con
todas sus fuerzas, el establecimiento y la cimentación del sistema
parlamentario.
En el dominio internacional, donde sus tendencias
cosmopolitas encuentran aplicación natural, ha prestado incalculables servicios
a los pueblos. Elevándose por encima de las patrias, no pudo dejar de combatir
la política egoísta que denuncia como enemigo natural a todo pueblo extranjero.
Predicando la alianza universal, se ha convertido en la más grande adversaria
de la guerra.
La Masonería no dicta dogmas a sus afiliados; se conforma
con formularles un ideal que todos deben interesarse en realizarlo. Ese ideal
se resume en las palabras fraternidad, libertad, igualdad, tolerancia y
beneficencia.
El espíritu masónico está compuesto de todas esas y otras
ideas.
Parece, por consiguiente, que todos los masones —frente a
frente de esta obra acabada, — debieran sentirse impregnados del espíritu
masónico. Desgraciadamente no es así.
Pero aún hay algo más extraño todavía. Se encuentran hombres
que jamás han sido masones, y que, tanto por sus actos como por su lenguaje,
prueban que poseen verdadero espíritu masónico. Han sido instruidos por la
experiencia, y su inteligencia y su corazón los han orientado al contacto de
una historia en cuyas páginas ha puesto la Masonería una gran parte de sus
enseñanzas.
Ignorándolo, admiran la obra acabada de la emancipación, y,
sin recelanzas, favorecen la labor masónica, y son excelentes, aunque involuntarios
sostenedores de ella.
En efecto, dice Ernesto Nis: «a través de dos siglos, se encuentran sobre todos los puntos del globo los miembros de las Logias a
la cabeza de los valientes que combaten por el triunfo de la libertad política,
de la tolerancia religiosa; que combaten por la armonía, por la cordialidad de
los pueblos. En más de una ocasión—agrega— han sido los Talleres masónicos los
que han intervenido en las luchas, sosteniendo los principios fundamentales de
la Orden, es decir, la aversión al error, al abuso y a los prejuicios».
El tema el ESPÍRITU MASÓNICO, merece, por consiguiente, que
ante él nos detengamos. Será, pues, útil examinarlo con atención, colocándonos,
para resolverlo, frente a esta cuestión previa: ¿Poseeré yo ese espíritu
masónico; mi vida, mis actos, mi actividad, serán la prueba de esta conquista?
Y esto se contesta con lo siguiente: Con la práctica de la
Masonería, con la frecuentación a las Logias, con la lectura de los trabajos,
con el estudio de los símbolos, con las preocupaciones que se derivan de la
vida de los Talleres, así como con el atento examen de los hechos históricos,
se impresiona el fiel masón, comunicándole—sobre la vida, sobre el trabajo,
sobre la humanidad, sobre el fin de la existencia, y, en general, sobre sí
mismo y sobre el mundo que lo rodea—ideas especiales y un nuevo estado de su
espíritu.
Todos los verdaderos masones han hecho la experiencia, y,
debe añadirse, han hecho una feliz experiencia.
Ed. Quartier-la-Tente.
(Continuará.)
[1] Creemos cooperar al móvil que guiara á la Logia mas.·. «Fénix» (de
Montevideo) al publicar este trabajo, reproduciéndolo en nuestras páginas.
Aquellos de nuestros lectores que no hubieran conocido esta luminosa exposición
de principios sin nuestra mediación, nos la agradecerán.
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