José Roque Peréz Racedo y
Arias
15 de agosto de 1815 – 26 de marzo de 1871
Córdoba – Buenos Aires
El Hermano José Roque Pérez fue
un distinguido abogado y fundador de la Gran Logia de la Argentina de Libres y
Aceptados Masones, nacido en Córdoba el 15 de agosto de 1815. Hijo de don
José Ramón Pérez y doña Salustiana Racedo y Arias.
Curso estudios en la Universidad y luego en la Academia de
Jurisprudencia para ejercitarse en las prácticas forenses; el 1º de junio de
1839 obtiene el título de abogado.
Ajeno a intereses de
partido, pero inspirado por un fuerte espíritu democrático y liberal, fue
partidario de que la Masonería impulsara la unidad nacional argentina,
apareciendo su nombre vinculado a las más destacadas figuras de la época, junto
a las que contribuyó decisivamente en la difícil tarea de la organización
nacional de su país.
Roque Pérez obtiene su
título de abogado en pleno gobierno de don Juan Manuel de Rosas. Este le
designa Defensor de Pobres y Menores y le honra con el cargo de censor de la
Academia de Jurisprudencia. Pero no dura mucho en sus funciones y es exonerado.
En aquellos tiempos eso equivalía a ser declarado sospechoso, ser vigilado y
dificultado en el ejercicio profesional.
Vecino a la casa de los
Pérez vivía el doctor Felipe Arana que era Ministro de Relaciones Exteriores
y que, enterado de sus problemas, prestigio y avaló ante el mismo Rosas los
merecimientos de Roque Pérez, tal es así que éste le designa oficial del Ministerio
de Relaciones Exteriores el 2 de enero de 1843.
Roque Pérez estaba
enamorado de Carolina Achaval pero cuando quiso formalizar sus intenciones,
el futuro suegro se opuso a ello. La misma novia llevó ante el Tribunal el
pedido de venia para contraer matrimonio (tenía quince años). Rosas da fe
ante el tribunal de la solvencia moral de Roque Pérez. El matrimonio se
efectúa el 28 de junio de 1843.
Poco dura su felicidad
porque a los 17 meses fallece su flamante esposa, dejándole un hijito de
cinco meses de edad. Roque Lucio Pérez Achaval.
Las relaciones del Ministro
Arana con Roque Pérez se habían estrechado y en muchas ocasiones seguían en
casa de aquél, el estudio de asuntos de Estado. Las tareas se continuaban
hasta altas horas de la noche. Así surgió la simpatía y el amor entre
Mercedes Arana y el doctor Roque Pérez. Contrajeron enlace el 3 de febrero de
1848 en el templo de San Francisco.
Años después lo rodean
nueve hijos y deja asentado en su diario, su agradecimiento al Supremo
Hacedor por haberle brindado un hogar ejemplar, lleno de felicidad.
El 11 de noviembre de 1862
a los 44 años de edad y con hijos pequeños todavía, muere su segunda esposa
Mercedes Arana. José Roque Pérez escribía en su diario íntimo: "Era una
santa consagrada su vida a todas las virtudes domésticas y dejando en sus
hijos un vacío que sentirán toda su vida".[1]
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Funcionario del
ministerio de Relaciones Exteriores (al igual que nuestro hermano Gabriel
Pérez) desde 1834, integró la Asamblea de la Provincia de Buenos Aires, que
reunida en 1860 para examinar la Constitución de 1853, sentó las bases de la
unidad política de la República Argentina, correspondiéndole presidir el 21 de
julio de ese año, en tanto Gran Maestro, la histórica reunión a la que
asistieron los hermanos doctor Santiago Derqui, presidente de la Confederación
Argentina; general Bartolomé Mitre, gobernador del Estado de Buenos
Aires; general Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, y Domingo
Faustino Sarmiento, a la sazón ministro de Gobierno de Buenos Aires, que tuvo
trascendental influencia en ella.
Encargado de la
preparación del Código Penal durante el gobierno de Valentín Alsina, colaboró
activamente con el Hermano Domingo F. Sarmiento en la organización de la
educación popular, para luego ser designado por éste, a la sazón presidente de
la República, representante argentino en las difíciles gestiones realizadas
para la instalación de un gobierno provisorio en Paraguay luego de su derrota
en la guerra de la Triple Alianza.
Miembro del Directorio
del Banco de la Provincia y de la Comisión de Aguas Corrientes, fue presidente
de la municipalidad de Buenos Aires en 1869.
Iniciado en la Logia Unión del Plata, de Buenos Aires,
por entonces bajo la obediencia del Gran Oriente del Uruguay, alcanzó el grado
33º el 24 de agosto de 1857.
Gran Orador de la Gran
Logia entre 1861 a 1864 y pro Gran Maestre de 1867 a 1870, fue uno de los
fundadores del Supremo Consejo del grado 33 para la República Argentina, del
que fue su primer
Con Carta Patente otorgada por nuestra Obediencia, procedió a fundar, el 11 de diciembre de 1857, la actual Gran Logia de la Argentina de Libres y Aceptados Masones, de la que fue Gran Maestro entre 1857 y 1861 y de 1864 a 1867.
Gran Comendador.
Fundó e impulsó nuevas
logias en el interior del país y creó la "Logia Unión Paraguay" Nº 30
de Asunción, en 1869.
Murió en Buenos Aires
el 26 de Marzo de 1871, víctima de la fiebre amarilla que azotaba por entonces
la capital argentina, mientras se desempeña como presidente de la Comisión
Popular de Salubridad, constituida para combatirla.[2]
José Roque Pérez lucha contra la fiebre
amarilla
(1870 a 1871)
La ciudad de Buenos
Aires comienza a ser sacudida por un terrible flagelo: la fiebre amarilla. Las
riberas del Riachuelo estaban atestadas de saladeros, las aguas detenidas
muchas veces por la sudestada no descargaban en el río. Un ambiente malsano
envolvía la ciudad. Las primeras napas no descendían y los pozos ciegos
contaminaban el agua. Sólo las familias pudientes disponían de aljibes donde se
juntaba el agua de lluvia. Carecía la ciudad de toda obra sanitaria. El verano
había sido implacable y los aguateros que traían sin filtrar el agua del río no
daban abasto.
Comienzan a
reproducirse los casos de fiebre amarilla. los recursos modestos del gobierno
de Sarmiento son insuficientes. Las familias de más recursos abandonan la
ciudad y se van a las quintas y chacras vecinas y a las estancias. El cordón
sanitario ya no era posible, había que combatir el mal que ya no hacía
distinciones entre humildes y ricos. Cada mil habitantes, 106 morían por la
fiebre. El cementerio del norte debió cerrarse.
El diario de Mitre y
el de Varela incitan a que se tome una determinación y convocan al pueblo a una
asamblea popular que se realiza el 13 de marzo de 1871 con la presencia de ocho
mil personas. Héctor F. Varela pronuncia el nombre de Roque Pérez que es
aclamado por el pueblo.
Su familia quiere
quedarse con el pero José Roque Pérez los convence de irse a la estancia San
José. Solo permanecen en Buenos Aires sus dos hijos mayores. Como sabe que va a
jugarse entero, se encierra en su escritorio y redacta su testamento.
Las víctimas de la fiebre
llegaron a ser 200 por día. Fuera de las casas, los ataúdes se apilaban hasta
de a tres. Fue necesario tender una vía férrea provisoria para sacar
rápidamente los cadáveres que eran un peligro de contaminación.
José Roque Pérez se
reúne con sus amigos Varela y Carlos Guido Spano y les lee su testamento.
Varela protesta por ese presagio y dice: Somos muchos los de la Comisión
Popular. Usted debe ser el último en caer. Pero no iba a ser así.
En la noche del 20 de
marzo se produce un hecho que la historia recoge y que Blanes, célebre pintor
uruguayo interpreta. Un urgente llamado de la comisión hace que Roque Pérez y
Argerich se dirijan presurosos a un conventillo de la calle Balcarce. Al entrar
en un cuarto encontraron una escena tétrica. En un catre tijera yace un hombre
muerto y en el suelo, en los estertores de la agonía, se revuelve una madre
joven, a cuyo pecho descubierto se aproxima su hijito acuciado por el hambre.
Roque Pérez estrecha contra su pecho al pequeño y corre a depositarlo en la
casa de Espósitos y vuelve al lugar de la tragedia. Allí se contagia y cae
enfermo.
Falleció a las 7 y 30
horas del 26 de marzo de 1871. La noticia de su muerte corrió por toda la
ciudad pero ésta estaba disgregada. Recién el 28 de marzo se publica su muerte
en la primera plana del diario La Nación de Bartolomé Mitre.
En su sepelio, el
doctor Luis F. Varela en representación de Sarmiento, en su carácter de
presidente de la Nación, dijo: "Que los que mueren dándonos ejemplo no es
sepulcro el sepulcro, sino templo".
Pocos años después,
acallado el dolor de la tragedia, sus restos fueron trasladados al cementerio
de la recoleta. Fue una ceremonia íntima. Estaba allí un mozo tucumano que
hacía muchos años atrás se había acercado a José Roque Pérez para buscar que lo
alentara y guiara en la conquista de Buenos Aires. Se acercó al féretro y quiso
pronunciar unas palabras. Era un famoso orador político y parlamentario. Pero
fue tal su congoja que no pudo decir nada. Era el presidente de la Nación
Nicolás Avellaneda.[3]
Discurso de la
Unión Nacional, por José Roque Perez
publicado por Logia Lealtad N° 6 el 17 de
noviembre de 2012.
Reproducimos el Discurso pronunciado en asamblea masónica
por José Roque Pérez (1860) al conferirse el grado 33 a Domingo Faustino
Sarmiento, Santiago Derqui, Bartolomé Mitre, Justo José de Urquiza y Juan
Andrés Gelly y Obes.
Grandes Dignatarios de la Orden, Soberanos P.:
R.: C.:, Ilustres V.:;
Masones todos que asistís a esta grande Asamblea!!
Un gran acontecimiento nos reúne y agrupa en este lugar,
donde tantos goces y dolores nos hicieron reunir en otras ocasiones. Ese
acontecimiento, es la presencia del Presidente de la República Argentina, del
Primer Magistrado de Buenos Aires, y del
Gobernador de Entre-Ríos, que vienen a tomar un asiento entre
nosotros, no en la calidad de magistrados, sino en la de hermanos y fieles
sostenedores de nuestra orden.
Si en épocas no lejanas, ellos han representado ideas
políticas divergentes, si en el campo de la lucha han chocado sus espadas, la
hidalguía de sus corazones y la altura de sus ideas, les han hecho concebir,
que esas son luchas estériles para los pueblos, de que la humanidad solo
recoge lágrimas y despojos. Solo la concordia, la fraternidad y la
libertad en el orden, han podido producir bienes perpetuos. Y abrazando con
fe sus leyes y principios, esos hombres y sus adictos, se presentan a
nuestros ojos como los verdaderos masones, como los obreros decididos de la
paz y los reconstructores de la sociedad.
Felices vosotros, hermanos míos, que podéis presenciar el abrazo de los
buenos dentro de los reducidos muros de nuestros talleres! ¡Felices vosotros,
que tendréis en apoyo de vuestras obras sus luces, su dedicación y su
civismo, para la exaltación de nuestros pensamientos y la realización de un
voto público presentido por nosotros antes que nadie, y en época en que los
políticos aún no habían soltado la palabra de Unión Nacional, como programa
definitivo y único de la solución de nuestras eternas y deplorables guerras
intestinas!... leer
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